¿Se acuerdan cuando Miguel Sebastián, ministro de Industria, nos recomendaba consumir productos nacionales como medio para salvar 120.000 puestos de trabajo? Pues el ministro no es demasiado partidario de la máxima bíblica de predicar con el ejemplo. Las 22 millones de bombillas de bajo consumo -por un valor de 64 millones de euros-, que el ministerio de Industria repartirá para fomentar el ahorro energético, serán fabricadas por monopolios extranjeros. Cuando todas las potencias se apuntan al proteccionismo, y condicionan cualquier ayuda pública a que esa utilizada sólo para comprar productos nacionales, el ministro español ofrece un jugoso negocio… a la industria extranjera.
“Es imosible encontrar una inversión pública, ni siquiera privada, que tenga una rentabilidad igual”, pregonaba ufano Miguel Sebastián publicitando su programa para repartir 21,96 millones de bombillas de bajo consumo. Según el ministro, por una inversión de 64 millones de euros se obtendría un ahorro energético de 1.280 millones durante ocho años. Pero las famosas bombillas también son un suculento negocio para otros. Tratándose de una iniciativa del ministerio de Industria, sería lógico pensar que beneficiara a los productores nacionales. Pero no es así. Miguel Sebastián reconoció en el Senado que “no hay una sola bombilla española en el mercado, pues no se fabrican aquí, así que habrá que traerlas de fuera”. Efectivamente, seis monopolios extranjeros –Cegasa Internacional, General Electric, Megaman Electrónica, Osram, Philips Ibérica y Sociedad Ibérica de Construcciones Eléctricas (SECI)- optan a proporcionar las lámparas al Ministerio de Industria y hacerse con un contrato que contempla un presupuesto máximo de 11,4 millones de euros para la entrega de los primeros seis millones de bombillas. Sebastián parece querer hacer honor a la máxima popularizada por Solchaga, cuando en plena reconversión, cuando los gobiernos de González se esforzaban en desmantelar la industria nacional como peaje para entrar en la UE, afirmó que “la mejor política industrial es la que no existe”. En plena crisis mundial, todas las burguesías se empeñan en proteger su propio mercado y su industria nacional, frente a la competencia de otras burguesías. Obama populariza el “buy american” (compre americano), y obliga a los receptores de ayudas públicas a consumir acero producido en EEUU; los gobiernos francés y sueco condicionan las ayudas a sus monopolios automovilísticos a que se destinen íntegramente a sus centros industriales nacionales; India, China o Rusia incrementan los aranceles a mercancías extranjeras hasta el tope máximo permitido por la OMC. La crisis agudiza la competencia, y todos quieren cargar las pérdidas sobre sus rivales, con lo que, a pesar de los discursos de los economistas, reaparece con fuerza el proteccionismo que el auge de la globalización parecía haber desterrado. Pero España es diferente. Aquí el ministro de Industria favorece… a la industria extranjera.