Ganó el Festival de Venecia, ha sido reconocida como la mejor película del año por la crítica de Nueva York y los Ángeles, acaba de ganar dos Globos de Oro (al mejor director y a la mejor película en lengua extranjera), ha recibido el Premio Forqué que otorgan los productores audiovisuales españoles a la mejor película latinoamericana del año, ha sido nominada para los premios Bafta de Gran Bretaña y hasta se especula que podría ser la primera película de la historia que gane el Óscar a la mejor película y el de la mejor película de habla no inglesa.
La película, que remite a la colonia de la Ciudad de México en la que Cuarón pasó su infancia, a principios de los años setenta del siglo pasado, está rodada en blanco y negro, con un naturalismo narrativo que se acerca al neorrealismo italiano o al hiperrealismo. Al mismo tiempo, tiene una intensidad fílmica y poética que parecía desaparecida desde hace tiempo de las pantallas de cine.
“Roma” cuenta la historia de dos mujeres, la matriarca de una familia burguesa y una de sus sirvientas, una india mixteca que sirve, limpia, mantiene el orden y cuida de los cuatro hijos de su ama, con una dedicación y un amor que atraviesan la pantalla hasta llegar al corazón del espectador. Ambas mujeres son abandonadas: una por el marido y la otra por la pareja ocasional, que la deja embarazada y desaparece. “Roma” es un homenaje a las mujeres, un homenaje sentido y precioso, de un feminismo sin subrayados, un reconocimiento al valor y al sentido de la vida de unas mujeres que no vacilan a la hora de hacerse cargo de las cosas y de las personas. Cuando Cleo, la criada mixteca, se mete en el mar sin pensárselo, y sin saber nadar, para salvar la vida de los niños que tiene a su cuidado, comprendemos la profundidad y la hondura de la mirada de Cuarón.
El director mexicano habla de algo más que de dedicación y entrega, habla de los principios esenciales de determinadas personas, en este caso de una criada india mexicana, a la que hoy podríamos perfectamente identificar con ese tipo de personas contra las que Trump quiere construir el muro más grande del mundo, ese tipo de personas a las que llama drogadictos, delincuentes, criminales y un peligro para la seguridad nacional. Desde luego, personajes como Cleo son un “peligro” para el modo de vida que defienden los Trump y compañía: Cleo encarna unos principios y una filosofía de vida incompatibles con los de aquel. De esta forma, la película entronca con absoluto acierto con la situación presente. Lo que representa un aliciente más de una película que tiene un verdadero poder hipnótico sobre el espectador.
Al margen de todo esto, “Roma” se ha visto envuelta en dos polémicas. Una de ellas deriva del hecho de que se trata de una película de Netflix, por lo que, con muy raras excepciones (de momento en España se exhibe solo en tres salas), no se podrá ver en las pantalla de cine. Cuarón defiende su opción, alegando que, a la larga, las películas tienen mucha más vida y recorrido en las pantallas domésticas que en el cine; y recuerda que la inmensa mayoría de nosotros ya hemos visto la mayor parte de las películas en ese tipo de formatos domésticos.
La otra polémica vino de la mano del hecho sorprendente de que en España la película se distribuyó con subtítulos en español. Las protestas no tardaron en llegar: ¿desde cuándo una película hablada en el español de México se ha doblado al español de España? ¿Pretendía Netflix hacernos creer que el “mexicano” es una lengua distinta del español? Al final intervino el propio Cuarón, calificando de “ofensiva y ridícula” la decisión de Netflix, que ha procedido a retirar los subtítulos en español de todo el mercado de habla hispana. Con independencia de si la intención de Netflix ha sido una u otra, lo que cabe subrayar es la unánime y contundente defensa de la unidad de nuestra lengua en toda su formidable diversidad que se ha producido.
Luisa dice:
Creo que se ha suido muy superficial al pensar todo esto, incluso Cuarón lo ha sido. Me explico:
No es verdad que cualquier hispano entienda a cualquier hispano de otra parte. Ni siquiera en España un gallego entiende bien a un gaditano ni un catalán a un extremeño. Yo no entendí la mitad de lo que decían en mi película mexicana favorita: Amores perros, cuando la vi por primera vez. Luego me regalaron el Blue Ray y ahí pude verla con subtítulos, cosa que agradecí enormemente.
Pero sobre todo, ¿ha pensado alguien en las personas sordas o con problemas de audición? ¿Por qué se creen que la televisión tiene una opción de subtítulos? ¿Por si no entendemos el castellano «tan raro y atropellado» que habla Jordi Hurtado? Por favor, dejen de ningunear a la gente que no puede oír bien, ellos también tienen derecho a ir al cine o verlo en casa.