El gobierno de Lenin Moreno comenzó a desviarse de la trayectoria de la Revolución Ciudadana, y a alinearse con los intereses de las élites económicas y políticas que tradicionalmente habían venido dominando Ecuador. Por eso Correa ha impulsado un nuevo movimiento político para oponerse al rumbo del gobernante Alianza PAIS, que él mismo fundó en 2006.
Las cifras y los hechos de la década de Correa al frente de Ecuador dejan bastante claro a quién defendió y a quién perjudicó. Cuando llegó al Palacio de Carondelet en enero de 2007, Ecuador estaba sumido -por obra de sus anteriores gobernantes, que habían malvendido el país al capital extranjero- en la peor crisis económica de su historia, llegando a adoptar el dólar norteamericano como moneda.
El gobierno de la Revolución Ciudadana puso fin a décadas de entrega de la economía a la oligarquía financiera y a Washington. Se negó al Tratado de Libre Comercio con EEUU y al ALCA, puso fin a la presencia de tropas norteamericanas desmantelando la base de Manta, una plataforma para la intervención del país por EEUU. Correa redistribuyó la riqueza dirigiendo el dinero de las arcas del Estado a generar empleo a través de obras públicas y de la reindustrialización, y ayudando a las clases populares. El nivel de pobreza cayó 13 puntos en ocho años, sacando a un millón de ecuatorianos de la miseria. Subieron significativamente los salarios y pensiones, al tiempo que caía drásticamente la desnutrición y la mortalidad infantil«.El gobierno de la Revolución Ciudadana de Correa puso fin a décadas de entrega de Ecuador a la oligarquía financiera y a Washington»
El coeficiente de Gini (que mide la desigualdad) bajó 6 puntos (del 0,55 al 0,49). En educación, Ecuador pasó a ser uno de los pocos países del mundo que invierte más del 2% de su PIB en su sistema educativo: el número de matriculados en el sistema público se multiplicó por 1,3 y sumó un millón de alumnos más. Se destinaron más de 1.000 millones de dólares para las universidades y se abrieron cuatro nuevas. En cuanto al sistema sanitario, se invirtieron 13.500 millones de dólares, se construyeron una veintena de hospitales, se incorporaron 20.000 nuevos médicos a la sanidad pública. Y todo ello al tiempo que la economía del país crecía a un ritmo cercano al 4% interanual -un punto más que la media de América Latina- fruto de la inversión interna y de múltiples acuerdos beneficiosos con otros países amigos de la región, asi como con los BRICS.
Durante esos diez años, no sin dificultades y errores, Ecuador salió de la sima donde lo había colocado el expolio y la subordinación impuestos desde Washington y acatada sumisamente por los más reaccionarios círculos de la oligarquía ecuatoriana. Correa resistió en 2010 un fallido Golpe de Estado «cívico-militar» instigado desde EEUU. Durante todo ese tiempo -y sobre todo a partir de 2013-2014- la clase dominante no paró de utilizar sus múltiples resortes de poder, especialmente los aparatos mediáticos, la prensa y las cadenas de televisión, para socavar el apoyo del gobierno de Alianza País, siguiendo la táctica del «golpe blando». Pero una y otra vez, la mayoría social ecuatoriana respaldó al gobierno de la Revolución Ciudadana.
En las elecciones de 2017, Correa cedió el testigo al que había sido su vicepresidente durante largos años, Lenin Moreno. Los comicios fueron ganados por Alianza País en dura disputa con la derecha proyanqui en segunda vuelta, y la Revolución Ciudadana se dispuso a gobernar de nuevo.
Sin embargo, a los pocos meses la política del gobierno de Moreno comenzó a virar hacia posiciones mucho más conciliantes con la oligarquía financiera ecuatoriana, con la derecha tradicional y con los intereses norteamericanos. La relación entre Correa y el partido que él mismo fundó -Alianza País- está rota, y la vicepresidenta de Moreno, Alejandra Vicuña, ha dicho que en el gobierno de Correa «campeaba la corrupción» (como si Lenin Moreno fuera de otro gobierno).
Es por esto por lo que Rafael Correa -que tras apoyar la campaña de Moreno en 2017, se había retirado de la primera fila- ha impulsado, junto al sector crítico de Alianza País, un nuevo movimiento político, Revolución Ciudadana. «He tenido que regresar porque sucedió lo imposible: que ganando todo, perdimos todo. Volvieron los del pasado, los banqueros, las cámaras de producción, los medios, gobernando para unas élites», ha declarado a una entrevista a eldiario.es.
En la misma, Correa desvela quién está intentando llevar adelante una contraofensiva en América Latina. «[Hace una década], en 10 países de América del Sur teníamos 8 gobiernos de izquierdas: Fernando Lugo en Paraguay, Cristina Fernández en Argentina, Mujica en Uruguay, Lula en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador. Era algo único en la historia. Y los gringos pueden ser todo menos tontos, y eso les cambió el equilibrio geopolítico. Por fin hubo soberanía, dignidad, independencia sobre América del Sur. Pero no nos lo van a permitir de nuevo, y van a utilizar todos los mecanismos en contubernio con las élites nacionales que están ligadas a las élites y el capital transnacional. Por eso hubo un golpe de Estado en Brasil».
Más allá de los giros y de las derivas, en Ecuador hay una mayoría social que ha saboreado las conquistas de la Revolución Ciudadana, y que no va a dejar que sean desmanteladas.