La consecuencia de la negativa de estos ayuntamientos a empadronar a inmigrantes sin papeles es una reducción en sus gastos sanitarios y educativos. Porque, para obtener una tarjeta sanitaria, como trabajador irregular tienes que estar, como mínimo, empadronado. Lo mismo ocurre con el acceso a la educación, tanto de los inmigrantes o como de sus hijos.
Al recorte en la atención médica y la educación de los sin apeles se suma la reducción de 100 millones de euros, a escasos 30 millones en los presupuestos del gobierno para políticas de inmigración; o las denuncias crecientes de inmigrantes despedidos y recontratados pocos días después, haciendo el mismo trabajo, por un 30% de salario menos. No son hechos aislados, todos los recortes tienen un mismo y único hilo conductor. Sobre nuestro país se está ejecutando el recorte de un 25%, de media, en las rentas y los salarios de los trabajadores. Una cifra que para los trabajadores inmigrantes, a la luz de los acontecimientos, será mucho mayor. Dicho recorte se produce cada día a pasos acelerados a través de diferentes mecanismo: aumento de impuestos, recortes a la sanidad, las pensiones, despido libre, rebaja salarial… A este plan –que afecta a todos los trabajadores en España- no son ajenos los inmigrantes, al contrario, son unos de sus principales protagonistas. Por el abandono y desprotección al que están sometidos, a este sector de los trabajadores se les aplican medidas que con otros serían impensables. Por ejemplo, la crisis está conduciendo a la ilegalidad a miles de inmigrantes en paro. Para renovar los papeles la Ley de Extranjería exige al interesado presentar un contrato de un año; algo que con un 30% de inmigrantes en paro se hace francamente difícil. Miles de inmigrantes ven cómo pierden lo que tanto les costó conseguir: su permiso de trabajo. Un hecho que también forma parte del recorte del 25% de nuestros salarios.Más mano de obra en negro Enviar a la “ilegalidad” a un trabajador tiene dos consecuencias prácticas y materiales que no tienen nada que ver con el racismo. Uno, ese trabajador ve inmediatamente degradadas sus condiciones de vida y trabajo; está obligado a venderse por menos salario y casi en cualquier condición laboral que le ofrezcan (sin contrato, cotización a la seguridad social, derecho a liquidación, etc). Es decir, sale más barato. Dos, baja el salario de los demás. La existencia de un mercado negro de fuerza trabajadores –y esto no es nada nuevo- actúa como palanca para forzar la rebaja salarial del conjunto. ¿Por qué si no en España, en la época de bonanza, se ha mantenido un mercado en negro constante de, al menos, un millón de sin papeles? Dejando de lado los miles de millones de beneficios que han reportado estos años los trabajadores “ilegales” para el sector financiero o las constructoras, el hecho es que, con la crisis, un objetivo claro es reforzar el mercado en negro de trabajadores. ¿Por qué? Puede preguntarse el lector. Es un mecanismo más para conseguir ese 25% de rebaja media global a nuestros salarios. Nuestras rentas y salarios están sometidos a una drástica rebaja, para conseguirlo, un mercado en negro se convierte en elemento fundamental. Ante posiciones como los del ayuntamiento de Vic y el municipio de Torrejón de Ardoz en Madrid, hay que preguntarse ¿Por qué no se ha invertido durante estos años en atender las demandas sociales de un censo creciente? o mejor ¿Dónde están los miles, sí miles, de millones de euros generados por los trabajadores inmigrantes durante la bonanza? Si no están en mejoras de la sanidad o la educación para el conjunto, es porque están en los bolsillos de alguien. Y, si no se han invertido en atender las necesidades crecientes de una población creciente, sólo hay un paso para echarle la culpa a los inmigrantes en un caldo de cultivo de obvio malestar social. Eso sí, mientras, el ladrón desaparece con el botín.Una sola clase Tomar el punto de vista del racismo o la xenofobia para analizar los temas de la inmigración nos desarma. Aunque es cierto que en épocas de crisis estas posiciones atrasadas y reaccionarias se incrementan entre los trabajadores, habitualmente fruto de la desesperación y la falta de conciencia. Pero estos adjetivos, o forma de analizar los acontecimientos, ocultan el proyecto principal de las clases dominantes para salir ellos de la crisis -de rebajar un 25% nuestros salarios- seamos inmigrantes o españoles. Centrarse en el “racismo”, no sólo nos ofrece una visión distorsionada de la realidad, lo más grave, es que enfrentan y dividen a los trabajadores. La dirección de los sindicatos mayoritarios han hecho una extraordinaria labor al suprimir de la conciencia de los trabajadores que seamos españoles o extranjeros somos la misma clase obrera, pero este es el momento de recuperarla. Sólo desde la unidad de clase podremos hacer frente al brutal ajuste que se está produciendo sobre nuestras rentas y salarios en beneficio exclusivo de la oligarquía financiera y una clase política parasitaria. Los inmigrantes son unas víctimas más de la crisis y su fuerza y organización es imprescindible para salir de ella.