“La primera vez que me gritaron «Joselito el maricón» tenía cuatro años, estaba meando en la puerta de mi casa y se acercó el hijo de una vecina a insultarme”
‘¡Digo! Ni Puta Ni Santa’, las memorias de la Veneno.
Lo dicen los datos. Lo gritan las estadísticas. Los mensajes de odio, vertidos desde la extrema derecha, están detrás del aumento de los crímenes y agresiones de odio en nuestro país.
Todos conocemos el caso de Samuel, asesinado por una jauría homófoba al grito de ‘maricón’ y que ha levantado un gran movimiento de solidaridad y protesta contra el aumento de las agresiones LGTBIfóbicas de los últimos tiempos. Aunque nos duela, el horror que sufrió Samuel Luiz no es algo aislado, sino el extremo de la misma violencia estructural que a veces se expresa en forma verbal – cuando insultan a dos chicas por besarse en el metro de Barcelona- y otras veces de forma física: las recientes agresiones homófobas de Tarrasa, Valencia o Huelva.
Y es que hay que llamar a las cosas por su nombre, no nos vale que el que asesina es un asesino y nos quedamos tan panchos. Cuando una amenaza, un insulto, una lesión o un homicidio se comete por motivos homófobos o racistas (entre otros) estamos además ante un delito de odio. Esto no es porque nos mole hacernos las víctimas y reclamar que nos hagan casito. Solo conociendo los motivos por los que se delinque podremos trabajar en la prevención de estas conductas y en la reinserción de los agresores.
Hay que atender a los números, porque no nos encontramos solo antes hechos mediáticos que llaman la atención. Sin ir más lejos vamos a partir de los datos del Ministerio del Interior en su informe anual de la evolución de los delitos de odio 2019-20. Dentro de las categorías que se recogen en este informe podemos encontrar los cometidos por orientación sexual e identidad de género, siendo la tercera categoría que más delitos de odio recoge solo por debajo de los cometidos por motivos ideológicos, racismo y xenofobia.
Los delitos LGTBIfóbicos aumentaron entre 2018 y 2019 un 8,6% y si echamos la vista más atrás hasta el año 2013 han aumentado hasta un 45%. Los delitos racistas o xenófobos ¡aumentaron un 20,9% solo en un año!
Por supuesto la cosa no queda aquí, este informe no recoge la realidad absoluta de las agresiones que existen, hay que tener en cuenta que, aunque han aumentado el número de denuncias frente a este tipo de incidentes, aún hay alto porcentaje de estos delitos que no se denuncian. Según la FELGBT (Federación Española de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales) solo uno de cada diez delitos se denuncian, siendo los jóvenes entre 19 y 35 años los que más denuncias concentran.
¿Se está volviendo España un país LGTBIfóbico?
Podría parecer paradójico que en España, uno de los países más ‘LGTBI-friendly’ se den este tipo de conductas o incluso que aumenten con los años. Parte de esta realidad se debe a que hay una mayor conciencia sobre la importancia de denunciar haciendo que hechos que antes no llegaban a los juzgados ahora lo hacen. También tenemos más conciencia sobre lo que es un delito de odio y actuamos al respecto, pudiendo identificarlos y separarlos de otros delitos.
Pero hay otro factor, tan inequívoco como palpable, y es el aumento de los discursos de odio.
Hablamos de delitos, de agresiones y crímenes en cuyo centro está en la orientación sexual o identidad sexual de la víctima, o su condición racial (entre otros). Ese es el motivo, no es envidia, no es económico, no son las drogas o el alcohol, es el odio a otras personas por sus diversas condiciones. No es de extrañar que aumenten estos delitos cuando aumenta el discurso de odio.
Cuando Espinosa de los Monteros (Vox), dice que “el problema es que hemos pasado de pegar palizas a los homosexuales, a que ahora esos colectivos impongan su ley”, está diciendo -entre líneas- “¡Que buenos los viejos tiempos, cuando se podía pegar a los mariquitas!”
Cuando se afirma, como lo hace la ultraderecha de Vox, de que el principal problema de este país es la inmigración y “los menas que se quedan con todas las ayudas mientras que a un nacional no le dan nada”; cuando se habla de que las personas trans le quitan derechos a las personas cis; o cuando se defiende que enseñar diversidad sexual en las escuelas es “pervertir a menores”…todos estos discursos, tan llenos de bilis y odio, no son inocuos. Calan en la población, sobre todo cuando los escuchamos en nuestras radios, televisores y redes sociales a diario, lanzados desde una tribuna parlamentaria.
Cuando Espinosa de los Monteros, dirigente de Vox, dice “el problema es que en España hemos pasado de un extremo a otro. De pegar palizas a los homosexuales a que ahora esos colectivos impongan su ley” se está diciendo con un altavoz que tengamos cuidado con los homosexuales, que tus derechos como persona cis hetero están en peligro por su culpa. Y también está diciendo -entre líneas- que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. ¡Que buenos los viejos tiempos, cuando se podía pegar a los mariquitas!
O declaraciones en pleno Orgullo de que “Los actos del “Orgullo Gay” son una imposición ideológica, vulneran derechos de los vecinos, normativas municipales y se malversan bienes y dinero de titularidad pública” no solo desprestigian nuestra lucha, sino que incita a luchar contra esa “imposición” y por tanto, contra quienes la impulsan y celebran.
Incluso nos siguen patologizando cuando se dice “Si mi hijo dijera que es gay, trataría de ayudarle. Hay terapias para reconducir su psicología”. La perla es de Fernando Paz, número uno de Vox por Albacete.
Esto no es el típico “maricón” del que hablaba Cristina Ortiz, La Veneno. Lo primero es que colocan una diana en nuestra espalda, señalándonos como el enemigo de una parte de la sociedad y legitimando conductas tan aberrantes como terapias de reconversión o incluso agresiones. El problema ya no radica en los recortes y en quienes recortan, sino en el que es diferente.
Pero es que además son declaraciones realizadas por un partido de extrema derecha en España que todos conocemos y que desde finales del año 2013 se ha servido del discurso del odio para ir aumentando sus votos y afiliados hasta conseguir 50 diputados.
Homofobia y xenofobia: dos por uno
No solamente nos colocan la diana al colectivo LGTBI, sino que también cargan contra los inmigrantes, siendo la causa de todos los problemas del país. Sin ir más lejos, en el caso con el que empezaba este artículo, el asesinato de Samuel, se llegó a decir que los agresores eran inmigrantes como si esa fuese la gran respuesta al crimen.
Acabar con los asesinatos, agresiones, amenazas y el resto de delitos de odio, empieza por combatir con el discurso de odio y señalarlo como un claro factor criminógeno
Desde la extrema derecha se acusa a inmigrantes, hijos de inmigrantes, o menores extranjeros no acompañados (los famosos MENAS) de la mayoría de problemas y delitos del país.
Pero la realidad es bien distinta. Se ha desacreditado varias veces estás declaraciones racistas y xenófobas, además de simplistas y ramplonas, que relacionan mecánicamente criminalidad con nacionalidades concretas. Además, y de esto ni hablan, no dejan de aumentar los crímenes de odio por racismo y xenofobia.
No es que sean los mayores infractores, sino que estamos ante el escenario contrario, son de las principales víctimas de los delitos de odio en España. Y que podemos esperar cuando no dejan de decirnos que el inmigrante nos quita la comida o es la mayor fuente de criminalidad del país ¿cómo no van a aumentar los crímenes racistas en consecuencia?
Acabar con los asesinatos, agresiones, amenazas y el resto de delitos de odio, empieza por combatir con el discurso de odio y señalarlo como un claro factor criminógeno para este tipo de delitos. Buscan dividirnos para que señalemos como fuente de nuestros problemas al trans o al inmigrante, en vez de a los principales saqueadores del país.
Chaso dice:
En Terrassa no fue agresión homófoba. Coincidió una pelea al lado de la carpa LGTBI de Terrassa. Queda descartado por el Ajuntament de Terrassa. Se ha abierto una investigación. Salut i força al canut!!