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¿Quién mató a Ignacio González?

El autor intelectual del atentado político perpetrado contra el presidente de la Comunidad de Madrid no se encuentra en desiertos remotos ni en montañas lejanas. No milita en las filas de la oposición ni dirige un periódico, por más que un diario se haya prestado a ser el arma homicida. Tampoco viste uniforme, aunque el encargado material de la ejecución sí esté en posesión de una placa que lleva a un alto responsable policial a confesarme, sin mediar provocación, lo humillado y avergonzado que se siente el Cuerpo por las andanzas impunes del personaje en cuestión. Carece de escrúpulos, a juzgar por el grado de ensañamiento mostrado en el asesinato… Y se ha salido con la suya. Ignacio González es un cadáver político acribillado por el fuego «amigo».

El asesino virtual del todavía presidente de la Comunidad de Madrid apuntaba más alto, pero ha tenido que conformarse con él, al menos de momento. Su objetivo era la presidenta del PP madrileño, que se niega obstinadamente a inclinarse ante los nuevos postulados vigentes en el partido y representa, por ende, una amenaza incontrolable además de un espejo parecido al retrato de Dorian Gray. Aquí lo que está sobre la mesa no es una operación de limpieza, ni siquiera de imagen. Eso son, si acaso, pretextos. Lo verdaderamente importante en el trasfondo de este crimen es el día siguiente al de la renuncia de Mariano Rajoy, que podría acelerarse dependiendo de los resultados que alcance la formación de la gaviota en las próximas elecciones municipales y autonómicas. De los actuales aspirantes a la sucesión, tres son mujeres y sólo una de ellas ha salido indemne del trance, o incluso fortalecida, en la medida en que sus rivales han sido apaleadas en los medios de comunicación por causar semejantes trastornos a sus compañeros de filas. Están tocadas, aunque no hundidas. No se llega hasta donde están sin poseer un carácter fuerte, especialmente cuando, como en su caso, no te impulsa una cuota infamante, sino tu valía y tus méritos. Además, y esto no es baladí, ellas cuentan con el respaldo de sus respectivos votantes, que son votantes del PP… Lo cual explica muchas cosas.

En la guerra que se prepara González ha sido la primera víctima, pero no será la última. Van a llover puñaladas, tiros y coches bomba, porque ha quedado demostrado que en este lance vale todo, incluidas las más viles operaciones de cloaca. Nada nuevo bajo el sol de esta familia ideológica. Los que tenemos edad y memoria suficientes recordamos a la perfección el grado de maestría que mostró la difunta UCD a la hora de suicidarse, recurriendo a métodos muy similares a los utilizados contra el todavía inquilino de la antigua Casa de Correos. Se ve que ciertas taras peculiares, como empeñarse en negar su propia identidad, están en el ADN de la derecha española.

El Partido Popular empezó perdiendo el norte en cuestiones tan sensibles para el bolsillo como la presión fiscal, letal para la clase media, y tan nucleares desde el punto de vista de los principios como las víctimas del terrorismo, la lucha contra ETA y su entorno, la defensa de la vida, la articulación de un discurso firme e inequívoco de refutación del separatismo, plasmado en medidas concretas, o la firmeza implacable ante la corrupción. Siguió con el capítulo de pérdidas dejándose en la cuneta la unidad alcanzada a costa de grandes esfuerzos, hasta el punto de exhibir grietas que amenazan ruina y son totalmente impropias de una formación bendecida con tales cotas de poder. Lo próximo que le queda por perder es a sus electores, y a poco que siga empeñándose, seguro que lo consigue.

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