El cerebro del régimen iraní

¿Quién era Soleimani y por qué EEUU lo ha ejecutado?

Su nombre en Irán -y en Oriente Medio- ha sido tan reverenciado como odiado o temido. Se trata en realidad de la segunda figura más poderosa del régimen de los ayatolás, al frente de los aparatos fundamentales y decisivos del poder estatal iraní: el Ejército, la inteligencia y el aparato de relaciones y diplomacia exterior.

Hace un tiempo, cuando la lucha de fracciones entre conservadores y reformistas en el seno del régimen de los ayatolás iraní a su punto álgido y algunos advertían el ruido de sables de los sectores más duros de la teocracia, cuentan que el general Soleimani le dijo con sarcasmo a Hasan Rohaní, presidente de la República, cabeza de los reformistas (y teóricamente superior jerárquico del general): “Yo no necesito hacer un golpe de Estado”. Todo el mundo debería saber que el poder nace de la punta del fusil.

Qasem Soleimani era -tras el Líder Supremo Alí Jamenei- el hombre más poderoso de Irán. No solo era el jefe del Ejército y comandante de la fuerza de élite Al Quds de la Guardia Revolucionaria iraní, no solo era el cerebro de la inteligencia del régimen. Era sobre todo el urdidor del sistema de alianzas e influencias que la República Islámica ha ido tejiendo a lo largo de los años por todo Oriente Medio. 

No se puede entender la influencia de Irán -a través de las facciones y milicias chiíes- en el actual Irak sin Soleimani. Tampoco el grado de influencia que Teherán tiene hoy en el régimen sirio; o en Líbano a través de Hezbollah; o en Gaza a través de Hamás; o en Yemen a través de los huties. Soleimani desempeño un papel crucial en la derrota del ISIS en Siria e Irak, y ha sido reconocido como uno de los más brillantes tácticos de guerra en Oriente Medio.

Sus relaciones con los centros de poder -Moscú o Pekín- eran fluídas, llegando muchas veces a ser el interlocutor válido cuando una gran potencia quería hablar con Irán. Obama le llamó a él -y no al presidente iraní- para que garantizase la seguridad de los soldados de EEUU cuando estaba replegando a sus tropas de Irak; y las negociaciones para llegar a un Acuerdo Nuclear se hicieron siempre bajo su supervisión.

Pero sobre todo, Soleimani era el muñidor de un amplio sistema de alianzas con organizaciones y Estados destinado a orquestar un frente antinorteamericano en Oriente Medio. Por eso la Casa Blanca se la tenía jurada.

Bajo la batuta de Soleimani, Irán ha dibujado una media luna conocida como el «corredor chií» en Medio Oriente. Un corredor de influencia que significa una seria amenaza para Washington y sus aliados sionistas y sunnies. 

Va desde Yemen pasando por Bahréin, Irán, Iraq, Siria y Líbano (sin olvidar Azerbaiyán o la minoría chií en Afganistán y las conexiones con milicias palestinas en Gaza), países todos con mayoría de población chií o con importantes minorías de la misma, y que hacen de Irán la potencia regional más importante junto a Arabia Saudí.

Trump no ha ejecutado solo a un poderoso militar, ni tampoco a un «jefe de espías». Los drones norteamericanos han derribado a un blanco aún más peligroso. A un estratega.

No es un magnicidio preventivo, sino un síntoma de retroceso

La razón «oficial» del magnicidio recuerda poderosamente a la doctrina de los «ataques preventivos» de Bush. Según la Casa Blanca, Soleimani era el responsable directo de los recientes ataques de las milicias chiíes de Irak contra instalaciones norteamericanas, incluyendo un atentado que mató a un contratista militar cerca de Kirkuk, o el asalto a la embajada estadunidense en Bagdad del 31 de diciembre. Una vez más, se nos vende el incidente como una respuesta «impulsiva» del presidente norteamericano. 

Pero tras un atentado de estas repercusiones no hay decisiones alocadas, sino razones estratégicas. Lo cierto es que EEUU lleva años perdiendo influencia en Oriente Medio, un área de vital importancia para el dominio mundial. Los fracasos en Irak, Afganistán y Siria han producido un retroceso del poder de Washington en la zona, dejando espacios que inmediatemente han sido ocupados por los intereses de Rusia, Turquía… o un Irán cada vez más activo.

Atacando a Soleimani, EEUU no solo ataca al cerebro del régimen de los ayatolás, sino sobre todo a la figura que encarnaba su influencia regional. Asesinando al general, Trump le está diciendo a Teherán que abandone su papel como potencia regional activa, como urdidor de un frente antinorteamericano.

Al hacerlo de forma tan brutal -desatando consecuencias aún por ver- EEUU está revelando que ya no puede contener a Irán por medios políticos, diplomáticos o económicos, sino solo poniendo encima de la mesa la amenaza militar. No es un signo de fortaleza, sino de su declive imperial.

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