Hace unos meses, uno de los perspicaces analistas de la política nacional, Enric Juliana, dijo que «España produce noticias por encima de sus posibilidades». Y cuánta razón.
El juez Juan Carlos Peinado, que mantiene abierta la causa contra Begoña Gómez a pesar de su endeble sustento legal, ha decidido dar un triple salto mortal en su instrucción, citando a declarar como testigo ni más ni menos que al presidente del gobierno el próximo día 30 de julio. Peinado ha asegurado que irá a la Moncloa a interrogar a Sánchez, y que grabará el encuentro. Días antes, el magistrado había imputado al rector de la Universidad Complutense.
Un par de días más tarde, y después de que tanto la Fiscalía como la defensa de Begoña Gómez recurrieran la inaudita decisión del magistrado, Pedro Sánchez solicitaba a Peinado declarar por escrito, tal y como establece la ley que haga un presidente del Gobierno.
A nadie se le puede escapar que desde el punto de vista político, e independientemente del resultado de este forcejeo jurídico, la sola imagen de Sánchez teniendo que declarar en una causa es una bomba de varios kilotones. El PP se frota las manos y ya ha pedido la dimisión del presidente. «Vaya imagen de país la de un Presidente entrando en un Juzgado para hablar de la presunta corrupción de su mujer», ha dicho Feijóo.
Pero si tomamos en cuenta el titular de Juliana, ¿qué decir de EEUU, donde en menos de una semana Trump, sobreviviendo a un atentado, ha multiplicado sus opciones de llegar a la Casa Blanca; y donde poco después la renuncia de Biden ha abierto un escenario incierto?
¿Qué relación hay entre ambas noticias, entre la osada campaña político-judicial de la derecha española por mover la tierra bajo los pies de Sánchez… y que en EEUU todo parezca indicar que el curso más probable de los acontecimientos sea el retorno del trumpismo a los mandos de la superpotencia?
El propio Sánchez, tras sus cinco días de reflexión, enmarcó los ataques que sufre su gobierno y su familia en las maniobras de una derecha y una ultraderecha política, mediática y judicial -la «fachosfera»- cada vez más antidemocrática, dispuesta a todo con tal de volver al poder. Esta es la explicación, con más o menos matices, que podemos escuchar de los dirigentes de la izquierda política, social y mediática.
No podremos comprender nada desde ahí.
Cierto, la derecha y la ultraderecha están llevando una campaña de acoso y derribo cada vez más vitriólica, polarizante y destructiva. Pero no lo hacen «de por libre». Su agresividad responde a los intereses y proyectos de clase de aquellos a quienes sirven.
Los ataques a Sánchez y al gobierno de coalición responden a un proyecto de saqueo e intervención que viene del exterior, de los centros de poder hegemonistas. De él participan -beneficiándose con un maná de ganancias- los nódulos de la oligarquía española. Y a él sirven -como instrumentos de intervención-, las diatribas y acometidas de la derecha y la extrema derecha. Pero no perdamos de vista quién se beneficia y quién dirige.
Bajo el gobierno de coalición de izquierdas, la banca, los grandes monopolios y los grandes capitales de Wall Street que son ya los principales accionistas y propietarios del Ibex35 se han beneficiado mucho, muchísimo. El año pasado la banca ganaba 26.000 millones, y este año va camino de ganar un 18% más. Este gobierno ampara un saqueo financiero y monopolista que nos empobrece a todos.
Pero aunque la gestión del gobierno de Sánchez haya sido y sea muy rentable para ellos, hay sectores del hegemonismo y la oligarquía que defienden una alternativa más agresiva, una línea de «recortes y atraco sin complejos» que no esté obligada a entregar concesiones, aunque sean mínimas, a las exigencias de la mayoría social progresista.
Los actores políticos de esta orquesta de acoso y derribo contra Sánchez están visiblemente bien relacionados con los círculos más reaccionarios del establishment de Washington, con el Partido Republicano y con el trumpismo. Personajes como Aznar, Ayuso, Abascal o Feijóo no «van por libre». No es una cuestión de “derecha extrema contra un gobierno de izquierdas”.
Hay un director de orquesta detrás de la furiosa sinfonía de la máquina del fango. Y quien quiera descubrirlo tiene que mirar al otro lado del Atlántico.
Carlos dice:
Sí, está claro que tanto el PP como VOX no son más que los peleles de Washington, pero tampoco Begoña Gómez es una santa https://www.elindependiente.com/economia/2024/05/30/asi-es-la-sociedad-de-begona-gomez-creada-en-noviembre-sin-actividad-y-3-000-euros-de-capital/
Necesitamos a Recortes Cero en la Moncloa