Este 15 de octubre, Rafaela, Rosa María y Graciela registraron en el Ministerio de Trabajo SINTRAHOCU, el primer sindicato de trabajadoras del hogar en España. Un día histórico para un colectivo –formado principalmente por mujeres migrantes– que lleva sufriendo durante muchos años la precarización y vulneración de sus derechos como trabajadoras en su versión más drástica.
Hablamos con Graciela Gallego Cardona, una de las fundadoras.
Graciela, trabajadora interna del hogar, es de nacionalidad colombiana y lleva 19 años cuidando personas mayores en Madrid. Ha estado catorce años reivindicando los derechos de las trabajadoras del hogar y es una de las tres responsables de la creación del sindicato SINTRAHOCU, junto con Rafaela Pimentel, secretaria de organización y Rosa María Díaz, secretaria de acción sindical.
“A mí aún me tiemblan las piernas de la emoción, ha sido tanto trabajo…”, nos cuenta Graciela. “Ha valido la pena salir a la calle y visibilizar esto, ir al Parlamento, al Congreso… Es un trabajo duro, lo sabemos, pero vamos a por ello. Tenemos muy claro lo que queremos”. A raíz de las consecuencias de esta pandemia y de la situación en la que se han quedado tantas compañeras, se decidieron: “Dijimos: hay que montar este sindicato por narices”. “Queríamos ser las portavoces de nuestras propias reivindicaciones, nos queremos representar a nosotras mismas. Somos nosotras las que sabemos las condiciones que tenemos y los derechos de los que carecemos. Existen sindicatos así en América Latina y Europa, ¿por qué no va a existir uno en España?”
Las conquistas que quedan por alcanzar
Entre sus reivindicaciones, destaca la ratificación –por parte de España– del Convenio 189 de la OIT, el tratado adoptado por la Conferencia Internacional del Trabajo. “Llevamos nueve años detrás de este convenio, al que consideramos el aval de nuestros derechos. El Gobierno siempre dice que lo va a ratificar y aún no se ha podido hacer.”
El Convenio establece derechos básicos de las trabajadoras del hogar y exige a los Estados tomar medidas para que sus condiciones sean dignas. Estas normas mínimas son, entre otras, libertad de asociación sindical, condiciones justas –incluyendo una vivienda digna–, salario mínimo y Seguridad Social.
“Después de la ratificación, el Estado tiene un año para llevar a cabo las medidas, y por eso, mientras, nos centramos en que el subsidio por desempleo exista.” ¿Cómo se puede exigir el subsidio? El Real Decreto 16/20 de 2011 decreta que debe haber seis expertos que estudien cómo se puede prestar este servicio de subsidio al sector.
“Estos expertos no han aparecido por ningún lado. Para este 2020 nosotras ya teníamos que entrar con todos los derechos equiparados, pero en 2018 el señor Rajoy nos dejó un regalo antes de irse, la Enmienda 6777, donde dice que esta equiparación de derechos se extiende al 2023. Y así han estado jugando con nosotras.”
Los derechos básicos que otros sectores de trabajadores ya han conquistado, a ellas aún se les niega. “Estamos trabajando como hormiguitas. Hay derechos que aún no hemos podido conseguir, entre ellos el subsidio por desempleo o el despido por desistimiento que no está en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales.”
Para eso han creado el sindicato, para poder lograr esa equiparación de derechos básicos, como conseguir ser incluidas en el Estatuto de los Trabajadores. “Hasta el 2011 no se cotizaba desde la primera hora y para poder jubilarnos necesitamos trabajar demasiados años.”
“La ley de Extranjería nos criminaliza, nos precariza, nos vulnera”
También necesitan cambios respecto a la Ley de Extranjería, “si no se puede abolir, al menos que se mejore. Nosotras siempre decimos: con papeles o sin papeles los mismos derechos.”
Las trabajadoras del hogar y los cuidados son, en su mayoría, mujeres migrantes en situación vulnerable; 373.000 cotizan a la Seguridad Social, pero otras muchas, más de 200.000, trabajan en negro. “Cuando llegamos a España nos someten durante tres años a la economía sumergida” –cuenta Graciela– “nos tienen detrás de unos papeles y de que el empleador nos dé un contrato de trabajo, y cuando vamos a cumplir los tres años, nos echan a la calle”.
“La ley de Extranjería nos criminaliza, nos precariza, nos vulnera. Hay que tener en cuenta que cuando salimos de nuestros países hay unos motivos: económicos, por guerras… Hay compañeras que llegan con deudas y les toca aceptar trabajos de 400 o 500 de internas. Esto es un lastre. A pesar de que por ley no nos pueden echar si estamos de internas, hay empleadores que te sacan a la calle a medianoche y a algunas compañeras les toca amanecer debajo de un puente o en la sala de espera de los hospitales, donde las dejaban bañarse en cualquier lado. Por todo eso es necesario que coticemos normalmente, tengamos permisos de trabajo… Yo no sé nada de economía, pero para mí la economía sumergida es un lastre”, sentencia Graciela.
Esta situación de vulnerabilidad se ha visto agravada con la pandemia, en la que muchas trabajadoras del hogar están pasando necesidad y tampoco disponen de un subsidio por desempleo que las ayude. Además, el primer paquete de medidas para paliar las consecuencias económicas y sociales derivadas del Covid19 del Gobierno no las incluyó.
“Enviamos una carta al Gobierno y estuvimos llevando a cabo acciones. Esta misma semana han sacado el otro paquete y ahí ya sí nos han tenido en cuenta. Dan un subsidio por despido a las compañeras que han sido despedidas del 14 de marzo en adelante, pero las que se han quedado sin trabajo antes no tienen protección”, lamenta. “Fuimos al Congreso y les entregamos la escobilla a los diputados para recordarles que tenían una deuda con nosotras”.
Trabajadoras esenciales no reconocidas
“Nosotras hemos demostrado que tenemos capacidad de organización y por eso hemos obtenido algunos logros, pero ya no podemos más. Tenemos una actividad, los cuidados, la cual no se puede suspender. Con todo lo sucedido en las residencias han reconocido que los trabajadores de allí son esenciales, ¿y nosotras no lo somos? Es alucinante cómo nos tratan.
Nosotras no vamos con un grito lastimero, estamos aquí y necesitamos negociar, de tú a tú. Esto es lo que hay. Somos esenciales y no se nos ha reconocido nada. Se ha comprobado que los cuidados son necesarios, para producir y para todo.”