Adolescencia (Netflix)

¿Qué estamos haciendo mal?

El éxito de Netflix ocupa debates en todos los medios, presentando un drama sin culpables ni alternativas, pero con una extraordinaria ejecución técnica

La miniserie británica Adolescencia (Adolescence en inglés) se ha convertido en un éxito internacional inédito para Netflix. Apenas una semana después de su estreno alcanzó el n.º 1 global en la plataforma, con más de 24 millones de visualizaciones completas. En dos semanas rompió récords con 66,3 millones de visionados, la mayor cifra registrada para una miniserie en ese periodo. Impulsada por el boca a boca, Adolescencia fue n.º1 en más de 70 países.

¿Qué explica este fenómeno? En primer lugar, su tono realista y complejo y la calidad de sus interpretaciones han cautivado a crítica y público. La historia arranca con la detención de un chico de 13 años acusado de asesinar a una compañera de clase, premisa que la serie explora con crudeza emotiva y sin sensacionalismo. Buena parte del éxito radica en un elenco sobresaliente: el veterano Stephen Graham (co-creador) ofrece «una de sus interpretaciones más brillantes» como el padre del acusado; la joven Erin Doherty sobrecoge como la psicóloga que arrincona al protagonista frente a verdades dolorosas; y el debutante Owen Cooper, de 15 años, sorprende con un desempeño asombroso para un novato, dejando ver al misógino radicalizado que Jamie podría llegar a ser. Además, destaca su singular formato: cada capítulo está rodado en una sola toma, un recurso audaz que también ha alimentado su fama internacional.

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Audacia técnica al servicio de la historia

Adolescencia lleva al límite el uso del plano secuencia. La cámara sigue a los personajes en tiempo real, coreografiada como si fuera teatro filmado, y el espectador siente la tensión de cada momento sin respiro. Para los actores fue una prueba de fuego, sin posibilidad de repetición ni edición, transitan del pánico a la rabia ofreciendo una masterclass interpretativa que realza la autenticidad del relato.

La técnica se pone al servicio de la historia

Desde luego, eliminar el montaje suponía un riesgo. Casualmente quien escribe estas líneas se dedica profesionalmente a ello, también como docente. Muchos años usando el montaje y enseñando cómo la yuxtaposición de dos planos crea un significado nuevo. Podría pensarse que la falta de cortes lastraría el ritmo, limitaría la extracción del mejor trabajo actoral posible o distraería con algún alarde de cámara. Sin embargo, pronto se comprueba que el «truco» deja de notarse y uno queda absorto en la trama. La técnica se pone al servicio de la historia, y asistimos a un prodigio hiperrealista que une la magia del teatro con la del cine.

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Un retrato social de una generación perdida

La serie dibuja un retrato contundente de un tejido social roto en la Inglaterra de clase trabajadora contemporánea. En el hogar vemos padres trabajadores y cariñosos pero desbordados: «Saqué por un rato los ojos de la pelota y pasó esto», admite el padre, consciente de lo fácil que es perder de vista a un hijo en el mundo digital. La escuela, con recursos escasos, no logra frenar a tiempo el acoso ni detectar el malestar de chicos como Jamie. Y en las redes sociales reina una dinámica peligrosa, adolescentes hiperconectados pero sin supervisión adulta, inmersos en la sobreexposición, con humillaciones y agresiones virtuales constantes. Muy significativo el diálogo del hijo del inspector de policía en el que le explica a este el verdadero significado de ciertos “emojis” para ellos.

En este caldo de cultivo proliferan ideologías misóginas y ultra-derechistas, disfrazadas de rebeldía contra la ideología “woke”. La cultura incel y gurús en línea como Andrew Tate (mencionado en la serie) difunden un mensaje de odio hacia las mujeres que cala en jóvenes vulnerables, creando comportamientos tóxicos que pasan desapercibidos para los adultos al desarrollarse en las redes con códigos desconocidos para estos. Muchos expertos han demostrado cómo el “algoritmo” ofrece estos canales a los jóvenes, que inmediatamente se abren una cuenta poniendo su edad. ¿A quién le interesa que se difundan estos mensajes de odio? Nótese cómo de la mano también les llegan los mensajes que defienden la desregulación estatal (la motosierra de Milei), o contra las pensiones públicas, disfrazadas de libertad.

Gurús que difunden un mensaje de odio hacia las mujeres

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Un alegato descarnado y necesario

En el fondo, Adolescencia es un alegato desgarrador sobre un sistema que nos está destrozando a la mayoría. Su visión es sombría, no ofrece consuelo y muestra a todos como víctimas de un engranaje roto. Lanza preguntas incómodas. Pero también una enérgica llamada de atención. Urge a que los padres concilien, pero para ello hace falta tiempo, y también a que las escuelas cuenten con más medios para educar en el respeto y la igualdad.

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