En medio de una gravísima situación sanitaria y económica, los sectores más reaccionarios y corruptos de la oligarquía peruana han desatado una honda crisis política en el país andino al destituir al presidente Martín Vizcarra y tratar de sustituirlo por un gobierno ultra. La contundente movilización de la ciudadanía ha abortado esta maniobra, obligando al presidente interino a dimitir, pero la tormenta está lejos de amainar. ¿Qué está pasando en Perú?
El pasado 10 de noviembre el parlamento peruano destituía al presidente Martín Vizcarra por “incapacidad moral permanente”, una figura constitucional ambigua. Ha sido acusado de recibir sobornos cuando era gobernador, y aunque nadie niega que algo hay y que deberá ser investigado, no hay pruebas concluyentes.
El impeachment contó con un amplio apoyo parlamentario. Pero hasta el 80% de la población era contrario a abrir esta crisis política, en una coyuntura gravísima -casi un millón de contagios y de 35.000 fallecidos por coronavirus, y cuando el PIB caerá más del 12% en 2020- y a apenas ocho meses de las elecciones previstas para 2021.
La destitución de Vizcarra ha sido percibida como un golpe a la democracia por una amplia mayoría de los peruanos por una sencilla razón. De los 105 diputados que acusan al presidente de corrupto, 68 de ellos tienen abiertos juicios penales por crímenes que van desde la corrupción hasta el asesinato.
El impeachment contra Vizcarra ha sido encabezado por partidos como el conservador Acción Popular, la derecha fujimorista (que se han vengado de Vizcarra, que les hizo perder su mayoría en el Parlamento y apoyó los procesos anticorrupción que llevaron a prisión a su jefa Keiko Fujimori), el partido ultraderechista Unión por el Perú, y otros de orientación ultraevangélica. Y ha recibido la bendición de los grandes empresarios peruanos, agrupados en la patronal CONFIEP, los monopolios mineros, madereros y los grandes terratenientes nacionales y extranjeros.
Por el contrario, entre los pocos que se opusieron a la destitución de Vizcarra está el centrista partido Morado y dos populares diputadas del izquierdista Frente Amplio (FA), Verónika Mendoza, líder de la izquierda peruana, y Rocío Silva Santisteban.
El sustituto de Vizcarra, el «usurpador» Manuel Merino, cabeza de la oposición, además nombró un gobierno de corte ultraderechista, al estilo del anterior gobierno boliviano o del actual ejecutivo brasileño.
Las calles de las ciudades peruanas estallaron en grandes protestas, con un volumen de manifestantes no visto en muchas décadas, y que se ha nutrido de una representación muy trasversal: desde los barrios populares hasta los más acomodados. En todas las marchas, los manifestantes han dejado claro -en pancartas y en consignas- que su protesta «no es en defensa de Vizcarra, que tendrá que ser juzgado en su momento. Estamos para defender la democracia”.
La intensidad de las protestas ha sido contestada con una brutal represión, con al menos tres asesinados y 40 desaparecidos a manos de la policía. Desatando esto a su vez un escándalo que obligó a dimitir a Merino y a su gobierno ultra.
La indignación popular contra Merino y el Congreso por la destitución de Vizcarra exige que el candidato a asumir la presidencia del país mientras se preparan elecciones sea al menos uno de los 19 legisladores que votaron en contra del impeachment.
Los congresistas parecían haberse puesto de acuerdo en consensuar la votación de Rocío Silva Santisteban, del izquierdista Frente Amplio, pero en el último momento los fujimoristas y otros grupos de la derecha votaron en contra y acusando al FA de querer hacer «otra Bolivia» de Perú, refiriéndose a las declaradas simpatías de este partido por el MAS de Arce y Evo Morales y por otros gobiernos antihegemonistas del continente. Al cierre de esta edición, finalmente Francisco Sagasti, del partido Morado, ha sido elegido por el Congreso de Perú para ocupar la presidencia.
Queda, sin embargo, por resolver una incógnita, para la cual aún faltan datos. Hasta ahora EEUU dominaba Perú sin grandes sobresaltos, ¿qué va a hacer Washington para tratar de aplacar esta tormenta de movilización popular, que amenaza con salirse de los cauces de su control, en un momento donde sus planes sufren reveses en América Latina?