Veinticinco días después de la fallida investidura de Feijóo, la investidura de Pedro Sánchez aún no tiene fecha, incluso parece ahora más complicada que hace unas semanas, toda vez que Pedro Sánchez está buscando un acuerdo de investidura sobre la base de una amnistía que se da por hecha y “congelar”, al menos temporalmente, el referéndum, mientras que el independentismo podría estar ampliando sus exigencias más allá de la amnistía para apoyar la investidura.
Tanto Puigdemont como el presidente de PNV, Andoni Ortuzar, hablan de reconocer a Euskadi como naciones, y no como ‘nacionalidades’ como recoge la Constitución. Mientras que ERC está subiendo sus exigencias sobrre inversiones, financiación y traspaso de competencias.
Pero todos parecen obviar que el marco en que se tiene que definir la investidura no tiene nada que ver con el que había el 23 de julio cuando se celebraron las elecciones generales. Hoy dos guerras definen y agudizan lo que está pasando en el mundo a nivel global: la de Ucrania, desatada por la invasión rusa, y ahora la guerra en Oriente Medio desatada por el atentado terrorista de Hamás y el genocidio por los bombardeos indiscriminados de Israel que están incendiando la zona y aniquilando físicamente a un pueblo, sus hogares y hospitales…
La reordenación de fuerzas y sus consecuencias sociales, políticas y económicas son imprevisibles pero indudablemente dramáticas. Y ningún país está libre de sus efectos, tampoco el nuestro, situado en una zona especialmente sensible del tablero mundial. Ucrania en la misma Europa. Y la de Oriente Medio en las riberas del Mediterráneo por el que ya circula la fuerza naval desplegada por Estados Unidos en apoyo de Israel y con implicación española por la utilización de la base americana en Rota.
Económicamente ya están todas las alarmas sobre cómo puede influir en los precios del petróleo y por lo tanto en volver a disparar aún más la inflación y la carestía de la vida. Por no hablar de las exigencias de aumentar los gastos militares en un mundo que se rearma a marchas forzadas.
Para las fuerzas políticas parlamentarias de nuestro país, empezando por el propio gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos (y ahora Sumar) en funciones, la investidura está fuera del marco general internacional y sobre la mesa solo está la amnistía y las demandas que exigen los independentistas por sus votos para investir a Sánchez y que forme gobierno con Sumar de Yolanda Díaz.
También están excluidos del debate los graves problemas que el doble atraco de la inflación y financiero está teniendo sobre la población, mientras bancos y monopolios literalmente se forran y enriquecen a una oligarquía insaciable y al capital extranjero que expolian a la población y las riquezas nacionales.
Los problemas de fondo están más en aquello de lo que no se habla que lo que ocupa la atención para la formación del nuevo gobierno.
La ceguera de nuestra clase política, determinada por anteponer sus propios intereses partidistas y de clase al interés general de la población y el país, lleva camino de llegar demasiado tarde a disponer de un gobierno que aborde con tiempo y serenidad los graves problemas y peligros con los que amenaza el nuevo marco internacional, económicos, políticos y militares.