Primarias o congreso

«Las decisiones que adopten sus dirigentes para resolver su principal problema, que no es tanto la elección de un candidato para las elecciones generales como la recomposición de un liderazgo en entredicho, afecta, por eso, a la totalidad del paí­s y a su inmediato futuro. Un paso en falso y no solo perderán unas elecciones que ya parecen perdidas, sino que pueden arrastrar mucho más en su desplome.»

Quedarse en la mera selección de un candidato ara unas elecciones generales que parecen perdidas conduce al Partido Socialista a regresar al mismo punto que hoy, solo que con una nueva derrota a sus espaldas y sin esfuerzo alguno de renovación ideológica por medio. La persona que quede al frente del partido tiene como principal misión, salvo muy improbables sorpresas, disponer las cosas para una travesía del desierto. Está en juego el futuro y el peso del principal partido de la izquierda, pero también que el próximo Gobierno cuente con suficientes contrapesos. (EL PAÍS) ABC.- El PSOE se enfrenta a decisiones de las que depende mucho más que prepararse para una derrota digerible. Realmente el PSOE está ante la encrucijada de desprenderse de la herencia del zapaterismo, para lo que es imprescindible que encuentre una solución, porque su inestabilidad política provoca inestabilidad económica y sitúa a nuestro país en un endiablado cruce de caminos. Sea cual sea la fórmula elegida —primarias o congreso—, España y sus intereses no pueden depender de la estrategia de un partido obligado a una profunda reforma de sus estructuras. En este escenario son cada vez más las voces que coinciden en dar por hecho que las urnas se abrirán en octubre como fecha tope, porque la situación ha llegado a un punto de no retorno LA VANGUARDIA.- Gane o no esta batalla, una parte importante de la cúpula del partido parece haber decidido que el presidente sólo tiene, políticamente hablando, dos opciones: o la muerte súbita –el congreso extraordinario– o una caída a cámara lenta –desautorizado por su partido, sin liderazgo en la opinión pública, abandonado por los sectores más dinámicos de la sociedad–. En los dos casos se arriesga, de no remediarlo, a un modelo de final político que en España sólo ha vivido Adolfo Suárez PÚBLICO.- Se está generalizando un entendimiento de la realidad que nos rodea que asume que los estados han perdido su capacidad de decisión, teniendo estos que actuar según los dictados de los mercados financieros. Esta percepción va acompañada de una narrativa en la que las categorías de poder como poder de clase y lucha de clase han quedado totalmente sustituidas por el “poder de los mercados que determina lo que ocurre en cada Estado”, incluido el español. De ellos se deduce que la burguesía ha perdido también su poder, haciendo incluso irrelevante el análisis de clases. La estructura social se convierte así en ricos y pobres, con la mayoría definida como clase media, nuevas categorías de estructura social agrupadas dentro de estados, cuya capacidad de decisión queda determinada por los mercados financieros. Esta lectura de la realidad, sin embargo, es errónea, y es fácil demostrarlo. Editorial. El País Primarias o congreso La crisis interna desencadenada en el Partido Socialista por la severa derrota en las elecciones municipales y autonómicas del pasado domingo no es la de una fuerza política cualquiera; es la del partido que sustenta al Gobierno en uno de los momentos económicos más difíciles por los que ha pasado España. Las decisiones que adopten sus dirigentes para resolver su principal problema, que no es tanto la elección de un candidato para las elecciones generales como la recomposición de un liderazgo en entredicho, afecta, por eso, a la totalidad del país y a su inmediato futuro. Un paso en falso y no solo perderán unas elecciones que ya parecen perdidas, sino que pueden arrastrar mucho más en su desplome. En estos momentos, no es la presidencia del Gobierno lo que está en discusión. Por adversos que hayan sido los resultados del domingo, y por mucho que quepa interpretarlos como un signo político de desaprobación ciudadana, los socialistas siguen siendo el grupo mayoritario en la Cámara y, en la lógica parlamentaria, esa es la única condición para que un Gobierno siga ejerciendo sus funciones. Si faltase a ellas, bien porque no logre conformar una mayoría para aprobar sus iniciativas, bien porque se enroque en la inmovilidad para continuar en el poder, habrá sonado la hora de reclamar al presidente un adelanto electoral, que es de su exclusiva competencia. Ninguna de estas circunstancias se ha producido hasta ahora. Nadie ajeno al PSOE está legítimamente autorizado para interferir en la elección de sus cargos de responsabilidad. Otra cosa es el marco interno en el que debe realizarse esa elección, puesto que la adopción de uno u otro puede afectar a la gobernabilidad del país en circunstancias graves y, también, a la tarea de oposición que, previsiblemente, aguarda al PSOE. El secretario general de los socialistas vascos, Patxi López, ha avanzado una propuesta para celebrar un congreso en lugar de unas primarias. Esta es una buena fórmula para responder a la demanda de un debate de fondo sobre los resultados electorales y para la reformulación de un proyecto agotado por la crisis económica, aunque no está exenta de riesgos. Los dirigentes que aspiren a competir en unas primarias también podrían hacerlo en un congreso, aunque finalmente el mejor método será el que permita cerrar con el menor coste para el país la recomposición del liderazgo que necesita el socialismo. Quedarse en la mera selección de un candidato para unas elecciones generales que parecen perdidas conduce al Partido Socialista a regresar al mismo punto que hoy, solo que con una nueva derrota a sus espaldas y sin esfuerzo alguno de renovación ideológica por medio. La persona que quede al frente del partido tiene como principal misión, salvo muy improbables sorpresas, disponer las cosas para una travesía del desierto. Está en juego el futuro y el peso del principal partido de la izquierda, pero también que el próximo Gobierno cuente con suficientes contrapesos. ********************************** Opinión Insurrección del precariado y victoria del PP Rafael Díaz-Salazar Dos grandes explosiones políticas han tenido lugar en nuestro país entre el 15-M y el 22-M. ¿Estamos esquizofrénicos los españoles? Es hora de dar respuesta a esta pregunta y de reflexionar sobre los antagonismos existentes entre ciudadanos que han tenido comportamientos bien diferentes. Hemos de preguntarnos qué manifiestan el 15-M y el 22-M. En el primero de los casos, estamos ante la insurrección del "precariado". Utilizo este término acuñado por Robert Castel para referirse al trabajador precario, al ciudadano que experimenta condiciones de vida cada vez más deterioradas. El proletariado de siglos pasados se reencarna de alguna forma en el precariado del siglo XXI. Está formado por parados, trabajadores con bajos salarios, jóvenes sin acceso a la vivienda, jubilados con bajas pensiones, inmigrantes explotados, graduados universitarios sin empleo o con trabajos mal pagados, parejas sin perspectiva de formar una familia, prejubilados, habitantes de barrios obreros desestructurados y de comarcas rurales deprimidas. Hasta ahora estos ciudadanos explotaban hacia dentro de sí, asumían su infortunio con rabia contenida o con la desesperación de la impotencia, aguantaban la situación con ayuda familiar dispuestos a sobrevivir en la selva del "sálvese quien pueda". Este precariado se ha ido extendiendo en diversas clases sociales. Padres de clase media ven que a sus hijos, que han recibido mejor formación que ellos, les aguarda un futuro peor. La sociedad se ha ido dividiendo en dos grandes bloques: los satisfechos e integrados, a quienes la crisis lo único que les ha provocado ha sido una disminución de su consumo, y los precarizados y expulsados de la sociedad del bienestar y de los trabajos dignos. El 15-M ha significado la explosión hacia fuera de los humillados y ofendidos por la nueva exclusión social. Se han dado cuenta de que los partidos y los sindicatos representan ante todo a los ciudadanos satisfechos e integrados y a ellos solo les aguarda la abstención, el voto nulo de la rabia o el voto desencantado cada vez más sin sentido. Ante el aburguesamiento general de los que tienen voz y poder (políticos, sindicalistas, periodistas, profesores), han decidido ser portavoces de su situación y de sus demandas. Y han atacado al centro de nuestro sistema: el poder político y el poder ecónomico. Y demandan más democracia, más soberanía popular, más poder ciudadano. Déficit de democracia, obsolescencia de las organizaciones políticas y sindicales, repolitización y lucha de los ciudadanos que viven la precariedad: esto es lo que manifiesta el 15-M. Su radicalismo no nace de ideologías izquierdistas, sino, por afirmarlo con palabras de Mounier, del "realismo como extremismo". La tibieza de las políticas sociales, económicas y sindicales de estos años se debe a que han estado realizadas por los representantes de los satisfechos de la izquierda y la derecha que estaban sordos y ciegos ante las condiciones de vida del precariado o, al menos, no se sentían presionados por él. Al contrario, han creído que favoreciendo la acumulación de plusvalía de los poderosos y desregulando cada vez más las condiciones de trabajo, a todos nos iría mejor, aumentaría el PIB y se crearía más empleo. Lo que acabo de afirmar tiene una estrecha relación con lo sucedido en las elecciones del 22-M. Sin duda alguna, ha habido un voto de castigo al Gobierno y, especialmente, a su presidente. Sin embargo, el voto masivo al PP tiene también que ver con la asunción por un sector importante de la ciudadanía de que vale más el original que una mala copia si de lo que se trata es de crear empleo a cualquier precio. Si no hay más salida que hacer política objetivamente de derechas, pues que la hagan ellas, que lo harán mejor. El PSOE, desde 1982, no solo se ha derechizado él mismo, sino que ha derechizado a la sociedad. Especialmente en los últimos ocho años ha confundido totalmente su papel y ha creído que progresismo es igual a socialismo. Con ello habrá podido contentar a la burguesía progresista, pero el precariado esperaba otra cosa. Un partido socialista no es lo mismo que una mezcla de Partido Radical Italiano pasado por agua y el ala de izquierda del Partido Demócrata de Estados Unidos. Es verdad que han pagado justos por pecadores, pero también los primeros han sido consentidores de la desorientación socialista que viene de muchos años atrás. En la génesis y desarrollo del precariado están las políticas económicas y las reformas laborales llevadas a cabo por el PSOE y avaladas en parte por los principales sindicatos. Por otro lado, IU también ha fracasado, antes y ahora, en la articulación y representación política del precariado. IU no es vista ni como organización capaz de gobernar, ni como movimiento articulador de los trabajadores precarios. Nunca como ahora tenía condiciones objetivas para haber captado el voto de los descontentos con el PSOE y, sin embargo, quien ha canalizado el malestar de una parte significativa de este precariado ha sido el PP. Basta con analizar la distribución del voto en ciudades, pueblos y barrios de toda España en donde la cultura roja fue fuerte y los trabajadores tenían alta conciencia de clase. La falta de arraigo entre el precariado de estas zonas, más allá del trabajo asistencial que desde las instituciones se pudiera hacer para mejorar algo sus condiciones de vida, ha provocado una metamorfosis social, cultural y política muy grande. Crece el número de trabajadores que vota a la derecha y en las próximas elecciones autonómicas en Andalucía lo veremos con mayor claridad. Con una parte del precariado votando al PP y con otra parte del mismo movilizándose por la democracia real y criticando a los partidos de derecha y de izquierda, ¿qué futuro político nos aguarda? A corto plazo, no parece que haya condiciones para detener el triunfo del PP en las generales. Pero lo importante es el medio plazo. Hay que cambiar la forma de hacer política, desvelar la concentración de la riqueza en España y redistribuirla, elaborar nuevas políticas en fiscalidad, vivienda, trabajo decente, democracia en la empresa, educación. Y para estos cambios necesitamos que el movimiento del 15-M se fortalezca, genere contrapoder ciudadano, cree un nuevo antagonismo social basado en el conflicto no violento y la propuesta de alternativas, penetre entre el precariado que ha votado al PP para reorientar su comportamiento cultural y político. El Movimiento del 15-M necesita tiempo para crecer y a los partidos y sindicatos les urge aprender de lo que significa y demanda. EL PAÍS. 26-5-2011 Editorial. ABC Octubre en el horizonte LAS diferencias entre los dirigentes socialistas sobre si la crisis poselectoral del 22-M debe empezar por un congreso o por un proceso de primarias no es solo una cuestión de táctica o de oportunidad. Supone directamente el cuestionamiento de la trayectoria del PSOE en los últimos años y la constatación de la vulnerabilidad de Zapatero como secretario general. Esta diversidad de enfoques explica el grado de confrontación existente en el seno del partido y la urgencia con que el lendakari Patxi López ha lanzado, e insistido en ella, la idea de un congreso. El PSOE se enfrenta a decisiones de las que depende mucho más que prepararse para una derrota digerible. Realmente el PSOE está ante la encrucijada de desprenderse de la herencia del zapaterismo, para lo que es imprescindible que encuentre una solución, porque su inestabilidad política provoca inestabilidad económica y sitúa a nuestro país en un endiablado cruce de caminos. Sea cual sea la fórmula elegida —primarias o congreso—, España y sus intereses no pueden depender de la estrategia de un partido obligado a una profunda reforma de sus estructuras. En este escenario son cada vez más las voces que coinciden en dar por hecho que las urnas se abrirán en octubre como fecha tope, porque la situación ha llegado a un punto de no retorno en el que está en juego mucho más que la alternancia política: España como proyecto de futuro. La situación de guerra abierta en el PSOE no es tampoco fruto solo del 22-M. Los socialistas estaban avisados de su debacle, pero se fiaron de Zapatero. Sus opciones ahora son solo de carácter interno, únicamente partidistas —congreso, primarias—, porque el Gobierno carece ya de recursos políticos para invertir la dinámica que apunta a una nueva derrota. No hubo «efecto Rubalcaba» ni hubo remontada por la renuncia de Zapatero a ser candidato. Perdido el poder autonómico y municipal, los socialistas están privados de acción política inmediata sobre los ciudadanos y sometidos a las consecuencias que este desalojo institucional supone para miles de militantes y dirigentes, sin más opción laboral que los presupuestos públicos. El PSOE se encuentra en la situación de tener que elegir cómo vive su fin de ciclo. La dimensión de la derrota electoral es tan grande que no cabe en los protocolos habituales de los partidos. La convocatoria anticipada de elecciones y la salida del PSOE del Gobierno acabarán siendo la quiebra inevitable de esta situación. ABC. 26-5-2011 Opinión. La Vanguardia A cámara lenta José Antich Al órdago que lanzó el lehendakari Patxi López el pasado martes proponiendo un congreso extraordinario que sustituyera a la actual dirección del PSOE, incluido el secretario general, José Luis Rodríguez Zapatero, replicó ayer el afectado con un bufido: en el partido se hace lo que yo digo y antes que el congreso van las primarias para elegir candidato. Se le supone a López una potente guardia de corps para protegerle, aunque en buena lógica Zapatero debería ser capaz de desactivar el envite. O no. Porque gane o no esta batalla, una parte importante de la cúpula del partido parece haber decidido que el presidente sólo tiene, políticamente hablando, dos opciones: o la muerte súbita –el congreso extraordinario– o una caída a cámara lenta –desautorizado por su partido, sin liderazgo en la opinión pública, abandonado por los sectores más dinámicos de la sociedad–. En los dos casos se arriesga, de no remediarlo, a un modelo de final político que en España sólo ha vivido Adolfo Suárez, hace ahora algo más de 30 años. Vamos a ver cómo finaliza el pulso y cómo acaban de posicionarse los barones, muchos de ellos en una tesitura que no habían ni previsto y en una situación nueva en la que todos se miran de reojo. Mientras, dos dirigentes de referencia en el PSOE a los que se suponía dispuestos a presentarse a las primarias –Rubalcaba y Chacón– reservan su opinión seguramente para el sábado. Lo único que se ha sabido es que la ministra de Defensa hizo saber a Zapatero que el movimiento de López le perjudicaba. En un momento de tanta debilidad política del presidente, es muy probable que la candidata que más se identifica con él salga directa o indirectamente perjudicada de estos movimientos. ¿Hasta el extremo de que no se presente a las primarias? Quizás. LA VANGUARDIA. 26-5-2011 Opinión. Público No son los mercados financieros Vicenç Navarro Se está generalizando un entendimiento de la realidad que nos rodea que asume que los estados han perdido su capacidad de decisión, teniendo estos que actuar según los dictados de los mercados financieros. Esta percepción va acompañada de una narrativa en la que las categorías de poder como poder de clase y lucha de clase han quedado totalmente sustituidas por el “poder de los mercados que determina lo que ocurre en cada Estado”, incluido el español. Como escribía un articulista en uno de los rotativos de mayor difusión del país, “el capital ya no se personifica en la burguesía”. Según tal postura, esta burguesía ha sido substituida por unas élites financieras que no son propietarias de nada excepto de la capacidad de producir papeles que ni siquiera son dinero, pero de los que derivan montañas de dinero. Y que a pesar de haber causado la crisis continúan recibiendo ayudas públicas del Estado (pagadas por todos nosotros con los impuestos) que les permiten continuar con sus prácticas especulativas y no productivas que empeoran la situación. De ellos se deduce que la burguesía ha perdido también su poder, haciendo incluso irrelevante el análisis de clases. La estructura social se convierte así en ricos y pobres, con la mayoría definida como clase media, nuevas categorías de estructura social agrupadas dentro de estados, cuya capacidad de decisión queda determinada por los mercados financieros. Es importante subrayar que los propios gobiernos –para justificar sus altamente impopulares políticas públicas– apelan al mismo argumento indicando que no hay otra alternativa que seguir los dictados de tales mercados. Esta lectura de la realidad, sin embargo, es errónea, y es fácil demostrarlo. En primer lugar, las políticas que el Estado español está imponiendo a la población (flexibilización del mercado de trabajo con mayores facilidades otorgadas al empresario para que despida al trabajador, recortes del gasto y empleo público, disminución de salarios, retraso de la edad de jubilación, y congelación de las pensiones, entre otras medidas) son intervenciones públicas que la supuestamente desaparecida burguesía española ha deseado desde hace muchos años. A la luz de estos datos, indicar que la burguesía ha desaparecido o que no tiene impacto sobre el Estado me parece un error. Como diría Lope de Vega, “nunca los muertos estuvieron tan vivos”. Esta burguesía, tanto la burguesía financiera como la industrial, tienen intereses distintos y otros coincidentes. Y entre estos últimos está el utilizar “la presión de los mercados financieros” como excusa para llevar a cabo lo que siempre han deseado. Naturalmente que la burguesía española (y sus componentes en los distintos pueblos y naciones de España) es ayudada por la burguesía de los estados miembros de la UE, cuyos instrumentos políticos controlan las instituciones de la UE. Pero los agentes externos no son los que determinan lo que ocurre en España. Condicionan y facilitan, pero no determinan. La atención a lo externo diluye la importancia de lo interno, que es lo determinante. La clase dominante española (término ausente en la narrativa hegemónica) es la que influencia al Estado español. Y parte de su poder ha sido transmitir el mensaje de que no hay alternativa a las políticas que se están siguiendo en respuesta a los agentes externos, los mercados financieros. Y predeciblemente, los medios de mayor difusión juegan un papel clave en la promoción de este mensaje. Pero no es cierto que no haya alternativas. Sólo un ejemplo. El déficit del Estado podría reducirse, en lugar de recortar el gasto y empleo público, mediante el aumento de los impuestos, alternativa que ni siquiera es considerada por los dos partidos mayoritarios o debatida en los mayores medios. Los partidos a su izquierda han propuesto alternativas creíbles y factibles basadas en los cálculos de los propios inspectores de Hacienda del Ministerio de Hacienda que han indicado que, revirtiendo las ventajas fiscales que se han hecho en los últimos quince años (y que han favorecido a los grupos más pudientes de la población) podrían haberse obtenido 35.000 millones de euros, sin afectar a la carga impositiva de la mayoría de la población, consiguiendo más dinero que el que se ahorra mediante recortes sociales, tales como la congelación de las pensiones y/o el recorte del empleo público. Es más, si España tuviera la misma política fiscal progresiva que Suecia, el Estado (tanto central, autonómico, como municipal) conseguiría 200.000 millones de euros más de los que obtiene. El hecho de que estas alternativas no entren en el debate político responde a la marginación y discriminación sistemática que los medios de mayor difusión ejercen hacia tales fuerzas políticas. En realidad, la escasa diversidad ideológica de los medios en España es uno de los problemas mayores que tiene la democracia española. Otra es la Ley Electoral que margina al segundo partido de la izquierda (IU), debilitando con ello a toda la izquierda. Hay una lucha de clases en España en la que la burguesía –la clase dominante en España– gana en bases diarias. Decía el financiero estadounidense Warren Buffett: “Esto es la lucha de clases, y la mía, la de los ricos, la está ganando”. El señor Botín (burguesía financiera) y el señor Martín Villa y el señor Amancio Ortega (burguesía industrial y servicios) podrían decir lo mismo en España. Todas las empresas del Ibex (excepto tres) han continuado teniendo beneficios, de los cuales los más importantes, pero no los únicos, han sido los de los bancos. Mientras, la clase trabajadora está pagando la crisis que los primeros crearon. Un síntoma del poder de la clase dominante es que nadie habla ni de clases, ni de lucha de clases, considerando tales categorías como anticuadas, en las que incluso se llega a la conclusión de que la burguesía ha desaparecido. PÚBLICO. 26-5-2011

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