Un grupo ultraderechista planeaba un golpe de Estado en Alemania

Preparativos de golpe en Alemania: la amenaza de la ultraderecha

Una conspiración ultraderechista pretendía derribar al actual régimen alemán y sustituirlo por otro inspirado en el Segundo Reich, el Imperio Bismarckiano. Pero lo más revelador es cómo estos esperaban conseguir la "liberación de Alemania": a través de la intervención de servicios de inteligencia y aparatos militares de varios países, incluidos Rusia y EEUU.

Hasta tres mil agentes de policía, desplegados por todo el país de manera coordinada, tuvieron que emplearse para desarticular un complot ultraderechista que pretendía derribar violentamente al régimen político constituido en Alemania tras el fin de la II Guerra Mundial.

Entre los detenidos destaca el que estaba llamado a ser el nuevo «führer» un miembro de una rancia y antigua familia aristocrática, el Heinrich XIII, Príncipe de Reuss, uno de los últimos descendientes de una dinastía que una vez gobernó franjas del este de Alemania;  miembros de los cuerpos de seguridad de élite, como Rüdiger von P (jefe de la “rama militar” del golpe), que dirigió un batallón de paracaidistas a principios de los 90; Birgit Malsack-Winkemann, una magistrada y exparlamentaria de la formación de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD); seguidores de las teorías conspirativas que divulga el grupo QAnon; y un variopinto grupo de unas veinte personas entre las que encontramos a chef, un piloto, un tenor y una doctora. En las redadas se han registrado 130 propiedades, y hay otros 27 sospechosos que están siendo investigados

Los golpistas, unidos según los medios «por un profundo rechazo de las instituciones estatales y del orden básico democrático libre de la Alemania moderna», estaban planeando un golpe de Estado violento, mediante la fuerza de las armas, para “negociar un nuevo orden estatal” con los “vencedores” de la Segunda Guerra Mundial.

Heinrich XIII, Príncipe de Reuss, líder del complot ultra

Los preparativos del golpe habían empezado a finales de 2021, incluyendo la adquisición de material, la realización de cursos de tiro y el reclutamiento de nuevos miembros, especialmente de dos fuentes: por un lado, miembros ultraderechistas de las Fuerzas Armadas -en la reserva y en activo-, de la Policía, e incluso de la inteligencia militar; y por otro lado elementos de la extrema derecha reclutados de las filas de los movimientos ‘conspiranoicos’, negacionistas, antivacunas y afines.

La presencia de extremistas de ultraderecha en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado representa un importante problema en Alemania. En mayo de este año, el Ministerio de Interior publicó un informe en el que identificó 327 casos de extremistas de ultraderecha trabajando en las filas de la policía, el ejército y los servicios de inteligencia entre julio de 2018 y julio de 2021. El informe incluye a seguidores del movimiento ‘Reichsbürger’ (Ciudadanos del Reich), un movimiento ultraderechista que no reconoce la legitimidad del actual régimen de Alemania.

La presencia de extremistas de ultraderecha en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado representa un importante problema en Alemania.

Los documentos incautados a la trama ultra muestran su inspiración en un conjunto de teorías de la conspiración, de los ‘Reichsbürger’, pero también en el movimiento de extrema derecha norteamericano QAnon, según los cuales la Alemania moderna estaba dirigida por un “Estado profundo”.

Pero lo más revelador es cómo estos ultraderechistas esperaban conseguir la «liberación de Alemania»: a través de la intervención de una “alianza” secreta de gobiernos, servicios de inteligencia y militares de varios países, incluidos Rusia y EEUU.

De momento, los conspiradores ya habían tratado de conseguir el favor del Kremlin, aunque sin resultados. Su aristocrático líder, Heinrich XIII, “ya se había puesto en contacto con representantes rusos en Alemania» para conseguir apoyo para el golpe, aunque de momento no hay pruebas de que Moscú hubiera reaccionado positivamente a su petición.

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Editorial Internacional

Un golpismo ultraderechista… que mira a EEUU y Rusia

En pleno siglo XXI, una veintena de ultraderechistas pretendían derribar de manera violenta el actual régimen político de Alemania y sustituirlo por otro inspirado en el Segundo Reich, el Imperio Bismarckiano (1871-1918).

Tratándose de un país como Alemania -la nación hegemónica, económica y políticamente de Europa, marcada por la terrible experiencia del nazismo- una intentona golpista de la extrema derecha parece el guion de una película de bajo presupuesto. Pero es totalmente real.

Todos los expertos han destacado que, aunque las posibilidades reales de este grupo de lograr mediante un golpe de Estado un cambio político drástico eran nulas, estamos ante una conjura peligrosa, a la que la policía alemana venía siguiendo la pista. Y que demuestra la amenaza real que supone el avance de los movimientos de extrema derecha en Europa y en el mundo.

Que la ultraderecha está avanzando en Europa y que su auge supone un peligro para las libertades, los derechos humanos y para la democracia misma, es un hecho que -a la luz de los acontecimientos de los últimos meses, con el ascenso de la posfascista Giorgia Meloni en Italia, o la inclusión de los antiguos neonazis Demócratas de Suecia en la coalición gobernante de Estocolmo- nadie puede negar.

Más confusas son sin embargo las causas profundas de este peligro.

La desarticulada conjura alemana nos ofrece un hilo, una sospecha de la que tirar. Según sus propios documentos, los golpistas «nostálgicos» de la Alemania Bismarckiana suspiraban por el patrocinio extranjero a sus planes golpistas, por una oportuna «internacionalización» de su «procés».

Detrás de las tramas golpistas, como detrás de los grupos terroristas -no importa de qué color- siempre hay clases dominantes, élites oligárquicas… y aparatos de Estado de potencias imperialistas

La clave de la providencial «liberación» de Alemania, debía venir -de acuerdo a esta amalgama de aristócratas, militares, cuadros del AfD, Reichsbürgers y conspiranoicos del QAnon- de una “alianza” secreta de gobiernos, servicios de inteligencia y militares de grandes potencias como EEUU y Rusia.

Detrás de las tramas golpistas, como detrás de los grupos terroristas -no importa de qué color, bandera ideológica, religión o causa perdida- siempre hay clases dominantes, élites oligárquicas… y aparatos de Estado de potencias imperialistas, dispuestos a usar la desestabilización y el caos como palanca para conseguir oscuros intereses. El terrorismo siempre es fascismo. El terrorismo siempre tiene detrás -directa o indirectamente- intereses de centros de poder. En ese sentido, el terrorismo siempre es «de Estado»

Por eso, deben ser combatidos, perseguidos, desarticulados y apresados. Debe perseguirse al terrorismo de extrema derecha con el mismo celo, con el mismo énfasis y con los mismos medios con los que por ejemplo se persiguió a ETA o se sigue persiguiendo al terrorismo islámico.

Y al mismo tiempo, los demócratas debemos aplastar el huevo de la serpiente, debemos de combatir sin descanso en el plano ideológico y político el ponzoñoso ideario de la ultraderecha, el tóxico discurso del odio xenófobo y racista, de rechazo a la conquista de mayores derechos para mujeres, LGTBI o minorías raciales.

Son una amenaza, dentro y fuera de las instituciones. En los escaños y en las cloacas. Ellos, y sobre todo sus «padrinos» de guante blanco de centros de poder lejanos.

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