Por tercer año consecutivo, la Diada se ha convertido, más allá de la guerra de cifras, en una gran movilización donde el «derecho a decidir» cada vez se identifica más con la abierta reivindicación de independencia. En un momento de debilidad del «proceso soberanista» -tras el estallido del «escándalo Pujol» y la agudización de las contradicciones internas en CiU- Artur Mas pretende «rentabilizar» la movilización para fortalecer su liderazgo. Y este es precisamente el mayor problema. Una parte importante de la sociedad catalana -la que reclama la consulta del 9-N- está, en los hechos, bajo la dirección política de Artur Mas y su gobierno, el mismo que nos ha impuesto a los catalanes el mayor paquete de recortes que hayamos sufrido. Y en el otro lado, quienes defendemos la unidad y no comulgamos con el soberanismo, nos encontramos con que el PP -cuya reaccionaria política sufrimos todos los españoles- pretende encabezar el «frente antisoberanista». La herida abierta en Cataluña por el proceso soberanista impulsado por Artur Mas no va a resolverse con sentencias del Tribunal Constitucional o con la simple actuación del gobierno español. Debe llegar por la irrupción, organización y movilización de una mayoría de catalanes que defendemos la unidad, y que aspiramos a conquistar una Cataluña más próspera dentro de una España independiente de los dictados del FMI o de Merkel. Un movimiento más que necesario y que, evidentemente, no puede estar encabezado por el PP o por la oligarquía, sino por la izquierda patriótica catalana. Este es el reto al que nos enfrentamos. Y en el que nos jugamos mucho todos.
Esta Diada del 2014 se celebraba bajo un clima político que ha debilitado el curso del llamado “proceso soberanista”.
Merkel expresó en Santiago un apoyo cerrado a Rajoy en el “caso catalán”. Y Obama no desea ningún tipo de amenazas de ruptura en una España que quiere convertir en peón y plataforma de primer orden en el terreno político-militar. «Debemos ser la izquierda patriótica quienes tomemos la iniciativa. Para que la mayoría de catalanes que defendemos la unidad tengamos la organización y expresión política que nos corresponde»
La oligarquía española ha hecho público el “dossier Pujol”, amenazando con desvelar también casos de corrupción que implicarían al propio Artur Mas o actuales miembros del gobierno catalán como Felip Puig.
El terremoto del “caso Pujol”, ha debilitado a Convergencia, y ha provocado la desafección de muchos catalanes al comprobar que el “gran patriarca” del catalanismo es en realidad un delincuente confeso.
CiU contempla como su tradicional hegemonía política está seriamente amenazada por el ascenso de ERC. Y en el mismo seno de CiU se agudizan todas las contradicciones. Con un Duran i Lleida dispuesto a romper con Convergencia.
Todos saben que no va a realizarse ninguna consulta en Cataluña el 9-N. A pesar de los llamamientos de ERC a la “desobediencia civil” quienes de verdad dirigen el proceso soberanista, los Artur Mas y Pujol, no están dispuestos a “tirarse al monte”.
Pero eso no significa que el conflicto en Cataluña pueda resolverse con una decisión judicial -donde el Tribunal Constitucional prohiba la consulta- o con la actividad del gobierno español “en defensa de la ley”.
El avance desde 2012 del desafío soberanista impulsado por Artur Mas ha abierto una herida real en la sociedad catalana que, si no tomamos la iniciativa, no cesará de agrandarse.
La manifestación de la Diada de este año es un ejemplo de ello. Han participado 1,8 millones según la Guardia Urbana -el ayuntamiento está en manos de CiU- y medio millón según la Delegación del Gobierno.
Pero, más allá de las cifras, lo significativo es la capacidad de movilización, por tercer año consecutivo, y el creciente encuadramiento de los participantes. Formando disciplinadamente una V en las principales arterias de Barcelona, uniformados con camisetas que conformaban desde el aire una “estelada”, la bandera independentista.
Si la manifiestación de la Diada de 2012 se convocó a favor del “derecho a decidir” -incluyendo a muchos no independentistas-, este año la convocatoria y la escenificación han sido abiertamente independentistas.
La Assemblea Nacional de Catalunya y Omnim Cultural -las entidades organizadoras- se benefician de generosas subvenciones -la manifestación de este año tenía un presupuesto de siete millones de euros-, del apoyo cerrado del gobierno, y del permanente altavoz de los medios públicos controlados por la Generalitat.
Pero negaríamos la evidencia si no constatamos que han conseguido encuadrar a una parte importante de la sociedad catalana.
¿Y quién representa al resto de catalanes? Las últimas encuestas expresaban que entre un 55,5% y un 70% de los catalanes defienden que se acate la sentencia del Constitucional, sea cual sea. Un llamamiento -puesto que todos saben que prohibirá la consulta- a cerrar de una vez por todas el conflicto soberanista y dedicar nuestra atención a otros asuntos que de verdad nos afectan, como la lucha contra los recortes.
En estas encuestas los catalanes que se declaraban favorables a la independencia volvían a situarse en torno al 25%.
Pero esta mayoría social en Cataluña está ahora mismo sin voz y sin representación política. Los partidos de izquierdas que deberían representarla se han situado bajo la dirección de Artur Mas -como Iniciativa per Catalunya o las CUP-. El PSC navega entre dos aguas -con representantes en la manifiestación independentista y en la antisoberanista-. Y Podemos o Guanyem mantienen todavía una posición ambigua y contradictoria.
Quien ha dado un paso al frente ha sido el PP, proponiendo formar “un frente anti-independentista” al resto de partidos constitucionalistas. O hegemonizando la representación de la convocatoria de Societat Civil Catalana, en el primer acto público por la unidad que se celebra en Catalunya durante la Diada.
Pero ni el PP ni la oligarquía o el Estado -por muchos “dossieres” contra CiU que aireen- pueden aspirar a representar a la mayoría de catalanes que defendemos la unidad. Su carácter reaccionario se lo impide.
Tampoco va a resolverse a través de una “negociación en las alturas”, donde se ofrezca más autonomía y mejoras en la financiación a través de una reforma constitucional.
Debemos ser la izquierda patriótica quienes tomemos la iniciativa. Para que la mayoría de catalanes que defendemos la unidad tengamos la organización y expresión política que nos corresponde, y que reflejan todas las encuestas.
Denunciando desde la izquierda la mentira del “derecho a decidir” que propugna Artur Mas, y el negro futuro que en una Catalunya independiente dirigida por esta gente nos espera a las clases populares.
Colocando en primer plano la lucha contra los recortes, que ejecutan mano a mano Artur Mas y Mariano Rajoy.
Y proponiendo un proyecto político que permita conquistar una Cataluña próspera -frente al avance de las desigualdades y la pobreza fruto de los recortes- dentro de una España independiente -que no acate los mandatos del FMI o de Merkel-.
Y recordando que Cataluña sólo ha podido ser “lliure y plena” cuando ha fortalecido su unidad con el resto de la España progresista.