El movimiento feminista de toda España está movilizado con todas sus fuerzas preparando -a través de la llamada «revuelta feminista», un sinfín de actividades por toda la geografía- que el 8M 2020, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, sea aún más masivo, combativo y transformador que los anteriores.
Al contrario que en 2018 y 2019, este año no ha habido consenso para que en el 8M se celebre una huelga feminista. El año pasado, unos seis millones de mujeres secundan las huelgas totales -de trabajadoras, estudiantiles, de consumo o de cuidados- o los paros parciales del 8-M, unos números superiores a los de 2018 (5,3 millones). Cada comisión regional preparatoria del 8M ha decidido de forma autónoma si en su ciudad o comunidad se convoca huelga o no. Mientras que las de Barcelona, Zaragoza o Sevilla han optado por mantenerla, la Comisión 8M de Madrid o de Valencia ha optado -este año- por no hacerla.
Desde el respeto y la autonomía de cada asamblea, el movimiento feminista tiene una gran unidad y fortaleza. El movimiento feminista ha ido buscando, a lo largo de su dilatada historia, «herramientas y formas creativas de hacer llegar nuestro mensaje, desde manifestaciones y huelgas, a encierros, caceroladas, escraches…». Este año, el protagonismo lo tiene «una revuelta feminista con la que queremos mostrar que el 8 de marzo no es solo un día, y poner en valor el trabajo que las mujeres hacemos».
En la preparación y la organización del 8M el protagonismo inequívoco es del vasto y organizado movimiento feminista de nuestro país, de decenas de miles de mujeres organizadas en una enorme variedad de colectivos y plataformas feministas a lo largo de toda España. No hay ciudad ni pueblo en el que no haya habido asambleas, pasacalles o actos de preparación del día de la mujer trabajadora, en la que no se prepare una concentración, una pegada de carteles o algún acto reivindicativo acerca del 8M.
Este 8M es un triunfo de la unidad. De la unidad de distintos movimientos, colectivos y sensibilidades en torno a las reivindicaciones feministas. Pero también de la unidad del pueblo de las nacionalidades de España. El 8M español es poderoso porque el movimiento feminista lucha unido -con la sororidad por bandera- de norte a sur, de este a oeste de nuestro país.
El movimiento feminista, junto al de las pensiones, son dos vectores protagonistas del viento popular y patriótico que lucha por una España de progreso, de igualdad y de libertades. Las reivindicaciones feministas se han colocado en el centro de la opinión pública, del debate parlamentario, de los editoriales y las tertulias. Ha llegado a toda la sociedad. Ha sacudido las conciencias y ha comenzado a remover cimientos. Ha obligado a todas las fuerzas políticas a tomar posición, y a poner a la defensiva a las fuerzas reaccionarias, defensoras del patriarcado.
El 8M marca un camino en la conquista de la igualdad, de la exigencia de la equiparación salarial, de la eliminación de la discriminación laboral o de los techos de cristal, de la abolición del machismo, el maltrato y de toda forma de opresión patriarcal, del avance de las ideas de respeto entre géneros y a las distintas identidades y orientaciones sexuales. Todos esos objetivos y exigencias irrenunciables forman parte de la irresistible corriente de progreso de la Historia de la humanidad, y nada va a poder detenerlas.