Desde un tiempo a esta parte, al partido ultraderechista de Santiago Abascal se lo ha «promocionado» en todos los medios. Se ha sacado el pasado ‘ultra’ -incluso violento y delictivo- de muchos de sus miembros, se ha denunciado el carácter extremadamente reaccionario, xenófobo y machista de sus consignas y propuestas, se ha puesto de manifiesto sus hedores «franquistas»… Pero nadie, ningún medio de comunicación o formación «de izquierdas» se ha atrevido a denunciar su principal característica: que estamos ante una extrema derecha «made in USA», inoculada, financiada (con más de un millón de euros) y alentada desde los nódulos más tenebrosos del establishment norteamericano.
Ya es vox populi. “Vox se fundó con un millón de euros del exilio iraní”, reveló el pasado enero el periódico El País. La formación de Abascal no solo financió con 800.000 euros -que luego llegaron a los seis ceros-, aportados por los “seguidores de un grupo iraní”, el 80% de su campaña electoral en las europeas de 2014, sino que las donaciones de ese grupo sirvieron también para financiar a Vox desde el mismo momento de su nacimiento.
Muchos se han mostrado extrañados de que un partido que muestra como seña de identidad su islamofobia reciba tanto dinero del Consejo Nacional de Resistencia Iraní (CNRI), un grupo presentado como «marxista islámico» . Pero nadie ha hecho hicapié en el fondo de ese asunto: que se trata de un grupo del «exilio iraní» vinculado a la inteligencia norteamericana, a la CIA y a los centros de decisión hegemonista. Aunque el «sobre» del millón de euros sea de papel iraní, el remitente del cuantioso envío nos lleva… a Washington DC.
No es la única pista. También es vox populi que el auge de Vox se ha producido a raíz de que la formación de Santiago Abascal fuera «apadrinada» por Steve Bannon, ex-jefe de campaña y asesor presidencial de Trump. Un oscuro personaje de la alt-right (ultraderecha) norteamericana que trabaja para montar «The Movement», una suerte de «Internacional de la extrema derecha» que coordina y promueve a fuerzas como La Liga Norte italiana de Salvini, el Frente Nacional francés de Le Pen o Alternativa por Alemania. Vox viene a ser su «franquicia» en España y ellos mismos no tienen problema en vanagloriarse de sus nexos con Bannon.
Desde abril de 2018, Bannon ha mostrado públicamente su apoyo al partido de Santiago Abascal. Desde su destitución en agosto de 2017 como asesor presidencial, Bannon no ha parado de visitar Europa para estrechar lazos con los partidos xenófobos, antiislamistas y anti-UE. Su interés es claro: el auge de la extrema derecha y del nacional-extremismo contribuye a forzar las costuras de la UE, y crea toda una serie de contradicciones y de tensiones, especialmente contra el liderazgo de Alemania en la UE, extremadamente útiles para que EEUU pueda intervenir en los asuntos europeos.
Pero Bannon no es ni mucho menos el único ni el principal nexo de Vox con el establishment norteamericano. El «estratega e ideólogo» de Vox, Rafael Bardají, un personaje que viene de diversos think tank españoles -estuvo vinculado a la Fundación FAES de Aznar, al Ministerio de Defensa y al CNI- ha viajado numerosas veces a Washington para entrevistarse ni más ni menos que con Jared Kusher (yerno de Donald Trump) y sobre todo con John Bolton, actual Consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, y uno de los halcones neocon más reaccionarios y agresivos del partido republicano. Como embajador en la ONU, Bolton formó -junto a cuadros como Dick Cheney y Donald Rumsfeld- parte del núcleo duro del gobierno de G.W. Bush.
Muchas voces en la izquierda se muestran alarmadas ante el súbito crecimiento de Vox. Nos dicen que estamos, en pleno siglo XXI, ante la resurrección de la vieja ultraderecha fascista, nostálgica del franquismo.
Esas voces se equivocan y nos confunden. Más allá de -efectivamente- la parafernalia fascistoide y de un rancio tufo franquista, no estamos ante una «vieja» extrema derecha, sino ante una «nueva»… una ultraderecha «norteamericana», directa y profundamente vinculada con los nódulos más reaccionarios del establishment de Washington. Una herramienta del hegemonismo para golpear, sacudir, condicionar y degradar la vida política nacional.
No solo es su financiación, o sus amistades. Lo podemos comprobar en unas propuestas y un discurso que parecen un «corta y pega» de las de Trump: el muro, las armas, «los españoles primero»…
Son los nódulos más tenebrosos de la plutocracia norteamericana los que han financiado, promovido y sacado a Vox de las catacumbas de los partidos no parlamentarios. Son esos centros de poder de Washington quienes los utilizan para intervenir en la política española, con una notable eficacia.
Todo esto es un secreto a voces. Es vox populi. Y sin embargo, nadie, en ningún debate o intervención televisiva se atreve a arrojarles esta afrenta a la cara. ¿Ustedes, patriotas?… ¡Bienpagaos de EEUU!