El próximo miércoles 2 de octubre las aulas de institutos, universidades y centros de estudio de todo el país amanecerán vacías. El Sindicato de Estudiantes ha convocado una huelga general estudiantil de 24 horas contra genocidio del pueblo palestino a manos del régimen israelí. Una convocatoria que no se limita a un gesto simbólico, sino que pretende golpear con fuerza para que los gobiernos no miren hacia otro lado mientras se perpetra la barbarie. Con esta huelga, los estudiantes buscan alzar la voz allí donde las instituciones callan, y convertir la indignación en movilización organizada.
La jornada de lucha incluye manifestaciones en más de 30 ciudades, con concentraciones convocadas a las 12 del mediodía en plazas universitarias, institutos y puntos emblemáticos de las grandes capitales. Desde Madrid hasta Sevilla, pasando por Valencia, Barcelona, Bilbao o A Coruña, la consigna es una: que la juventud tome la calle para frenar la maquinaria de guerra y denunciar la impunidad. Diversas plataformas en defensa de Palestina, desde la RESCOP a PararLaGuerra.es, así como partidos como Podemos, IU o Recortes Cero han mostrado su respaldo a la convocatoria del Sindicato de Estudiantes.
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La punta de un iceberg: juventud en lucha
El 2 de octubre no es un hecho aislado. Es la punta de un iceberg que emerge de un mar de luchas, donde la juventud está siendo un pilar fundamental. La lucha por el fin del genocidio es la expresión más visible de una juventud que ha decidido no resignarse.
En los últimos meses hemos visto encierros en facultades, acciones de boicot cultural y deportivo, concentraciones en cientos de ciudades y pueblos con consignas como “Por el fin del genocidio”, “Alto el fuego ya”, “Ni Terrorismo Ni Genocidio”, “Palestina Libre”.
Las motivaciones van más allá de la solidaridad internacional. Tras ellas late una juventud que no traga, que quiere un futuro digno, no un presente distópico. Y eso es completamente incompatible con el proyecto que nos quieren imponer de acostumbrarnos a las bombas. La juventud que este 2 de octubre grita “Palestina libre” es la misma que denuncia el negocio privado en la universidad, que se organiza contra el cambio climático o que exige igualdad de derechos para mujeres y migrantes. Cada movilización forma parte de la lucha por cambiar el mundo de base.
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Lo que está en juego
Esta huelga busca situar el conflicto palestino en la agenda política estatal, pero también demostrar que los estudiantes pueden ser motor de cambio. Lo que está en juego no es solo la visibilidad internacional de la causa palestina, sino también la capacidad de la juventud para organizarse y forzar al poder político a responder.
Si la huelga tiene un seguimiento masivo, puede convertirse en un punto de inflexión: un ejemplo de cómo la protesta estudiantil inspira a otros sectores —sindicatos, asociaciones vecinales, colectivos sociales— a dar pasos adelante. Porque, como recuerdan los convocantes, las aulas vacías son solo el inicio: “Cuando la juventud se organiza, no hay muro ni genocidio que pueda sostenerse”.

