Fue la exposición más pequeña jamás vista. Constaba de un solo cuadro. Pero se convirtió, seguramente, en la más intensa y valiosa.
El cuadro de Picasso “Busto de mujer” se exhibió, entre el 24 de junio y el 22 de julio de 2011, en Ramala, la capital de Cisjordania, donde está instalada la Mukata, sede de la Autoridad Nacional Palestina.
¿Cómo llegó una obra valorada en siete millones de dólares a una zona de conflicto en un país ocupado, cuyo Estado no está todavía reconocido?
La odisea comienza en 2009, impulsada por Khaled Hourani, artista y activista palestino, que dirigía la Academia Internacional de Arte palestina. Conseguir exponer obras de artistas consagrados en Palestina era un arma de lucha. Y los alumnos de la Academia escogieron un autor: Picasso. No solo por la apabullante proyección global y mediática del autor malagueño. También, y sobre todo, porque su obra fue un aldabonazo contra el terror y se une por hilos invisibles a los anhelos de todos los pueblos que luchan por su futuro y libertad.
A solo veinte kilómetros de Ramala se exhiben de forma permanente una treintena de obras de Picasso. Pero los palestinos no pueden disfrutarlas. Están en el Museo Israelí de Jerusalén Occidental.
Había que traer a Picasso a Palestina. Y se hizo.
En el Museo Van Abbe de Holanda un cuadro destaca sobre los demás. Está identificado con una etiqueta: “El Picasso que viajó a Ramala”.
“Busto de mujer” fue cedido por el museo holandés. Arribó al aeropuerto de Tel Aviv y cruzó el puesto de control Qalandia, una de las fronteras más conflictivas del planeta. En Ramala fue recibido por un grupo de intelectuales palestinos e israelíes, hermanados por la paz y la cultura.
“Intentamos darle a este proyecto el poder de lo imposible” (Khaled Hourani)
Y durante apenas tres semanas se expuso. Hubo que construir una habitación dentro de otra para conseguir los niveles de humedad y temperatura que garantizaran la conservación del cuadro. Y los visitantes solo podían contemplar el cuadro de dos en dos. Pero el éxito de público fue apoteósico.
El viaje de Picasso a Palestina quedó plasmado en una película de Rashid Masharaw, y en un cómic de Michael Bears.
Charles Esche, director del Museo Van Abbe remarcó que “Busto de mujer va a cambiar tras su viaje a Ramala, adquirirá un nuevo significado y este acontecimiento se sumará a la historia del cuadro”.
Y Khaled Hourani sintetizaba y concentraba la dimensión de una muestra cuyo impacto todavía se recuerda: “Intentamos arrojar luz sobre la realidad contemporánea de Palestina y darle a este proyecto el poder de lo imposible. Picasso en Palestina habla del valor del arte y también de relaciones humanas”.
Un hilo invisible
“Busto de mujer” forma parte de una serie de retratos pintados por Picasso en 1943. París estaba ocupada por los nazis, y Picasso expresó en varios cuadros, donde aparentemente solo se pintaba el busto de una mujer, la rebelión ante el terror de vivir bajo el dominio de la esvástica.
El rostro de la mujer está desencajado, su boca abierta y torcida, sus ojos petrificados ante el horror, el color está dominado por una intensa gama de grises y un verde fangoso. Todo en el cuadro nos inquieta, nos desasosiega. Pero no nos paraliza. De una forma honda nos llama a rechazar el terror y rebelarnos contra él.
Es entonces, mientras pintaba “Busto de mujer”, que Picasso declara: “el “el artista es un ser político consciente de los acontecimientos, desoladores, de actualidad o placenteros, que ocurren en el mundo y reacciona ante ellos”. Para remarcar a continuación: “No, la pintura no existe sólo para decorar las paredes de las casas. Es un arma que sirven para atacar al enemigo y para defenderse de él”.
Picasso en Palestina es un grito contra el terror y el genocidio, en 2011 y con mayor intensidad en 2023.
¿Cómo no iba a estar unido Picasso a la lucha del pueblo palestino, a sus anhelos y deseos más hondos?
Picasso tenía que visitar Ramala. Y Picasso está también hoy en Gaza y Cisjordania, aunque no se puede exhibir allí ninguna obra suya.
El “Gernika” es hoy un grito contra el terrorismo y el genocidio en Palestina.
La mujer que grita al cielo, con las manos alzadas y los ojos desencajados, está hoy en Palestina. También la madre que con el pecho fuera llora con su hijo muerto en brazos, en una estremecedora conjunción de vida plena y muerte total. O el toro que contempla impávido el horror, y el caballo que se retuerce sobre sí mismo, gritando dolor.
El arte siempre toma partido. Picasso en Palestina es un grito contra el terror y el genocidio, en 2011 y con mayor intensidad en 2023.