A 50 años de la muerte de Franco: una “guerra cultural” abierta (1)

¿Pero quiénes eran los dueños del franquismo?

Con el año de conmemoración de la muerte de Franco se ha abierto toda una batalla ideológica. Desde De Verdad queremos intervenir en ella abordando algunos aspectos que suelen quedar ocultos al poner la mirada sólo en la figura del dictador. ¿Qué clases y potencias sostuvieron 40 años de régimen fascista? ¿Cuál fue el papel determinante y decisivo de la lucha popular en conducir a la tumba al franquismo?

A lo largo de 2025 el franquismo y la transición va a estar en el centro del debate político. La decisión del gobierno de conmemorar la muerte del dictador como inicio de “la gran transformación de la sociedad española”, ha abierto una discusión decisiva para comprender lo que hoy es nuestro país.

Y lo ha hecho marcado no precisamente por el consenso. Desde la “derecha” se acusa a Sánchez de utilizar “el comodín de Franco” de forma oportunista. Y desde fuerzas a la izquierda del PSOE se le recrimina blanquear la transición.

Mientras sufrimos una ultraderecha que en España, representada por Vox, se atreve a reivindicar el franquismo.

A lo que asistimos es a una “guerra cultural” que bajo la valoración del franquismo y la transición afecta a la memoria sobre nuestro pasado reciente, determinando también la visión que tenemos sobre la España actual.

No estamos ante un asunto menor. A lo que asistimos es a una “guerra cultural” donde se enfrentan ideas, valores, concepciones contrapuestas. Que afectan a la memoria sobre nuestro pasado reciente, determinando también la visión que tenemos sobre la España actual.

Desde De Verdad abrimos un serial donde vamos a participar, abiertamente, en esta importante “guerra cultural”. Abordando los distintos aspectos que engloba: desde una visión real del franquismo como fascismo, más allá de la figura del dictador, hasta la intervención de potencias extranjeras -especialmente EEUU, durante el franquismo y la transición-, o el papel decisivo y permanentemente ocultado de la lucha popular como auténtico motor del cambio.

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¿”Franquismo” o fascismo?

En nombrar las cosas hay una batalla. Al designar de una u otra manera algo se nos impone una determinada visión.

Para denominar los 40 años de dictadura se utiliza comúnmente el nombre de “franquismo”, o se le califica como “un régimen autoritario”. ¿Por qué lo denominan así, por qué no llamarlo, lisa y llanamente, fascismo?

Aunque parezca un debate semántico, se trata de dos posiciones muy pero que muy diferentes.

Al llamarlo “franquismo” se reduce a la figura del dictador, y las castas franquistas, o se pone el énfasis en el aspecto autocrático de esta dictadura y en el nacional-catolicismo, la forma ideológica extremadamente reaccionaria que adoptó.

Si lo llamamos fascismo, lo que realmente era, aparece la auténtica realidad.

Al reducir el “franquismo” al dictador se ocultan las clases que impusieron el fascismo y se beneficiaron de él.

Hitler y Franco en Hendaya (1940)

El fascismo es la dictadura terrorista del capital monopolista. Detrás del fascismo hay siempre una clase, una burguesía monopolista, la oligarquía española, que impuso a través del terror las condiciones de súper explotación para que la gran banca español, o el capital extranjero, acumularan ingentes ganancias.

Bajo el epígrafe de “franquismo” esto, lo esencial, desaparece.

La oligarquía española apostó por un prolongado fascismo para enfrentar la extraordinaria combatividad de un pueblo español que se había atrevido a cuestionar su yugo.

No pudo doblegar al pueblo español, pero la victoria franquista en 1939 desató una feroz represión, como jamás antes se había conocido. No se trata de una furia sanguinaria gratuita. Para la oligarquía no es suficiente con haber ganado la guerra, es necesario liquidar las fuerzas populares y revolucionarias, que habían puesto en cuestión su dominio de clase.

Para ello se impone la aplicación sistemática de la represión y el terror. Aunque se extiende de forma generalizada, para paralizar a la población, la represión se abate con especial saña contra el movimiento obrero. Dirigentes sindicales y políticos, cuadros y afiliados son encarcelados, ejecutados o deben marchar al exilio. Sus locales, imprentas, periódicos o empresas son incautadas.

Gracias al puño de hierro del fascismo se impuso al pueblo trabajador unas condiciones de explotación sin límites contra los trabajadores, que permitieran una ingente acumulación de capital en manos de la oligarquía.

Una clase dominante embarcada en un proceso de enriquecimiento a costa de la privación de todo derecho, de toda posibilidad de organizarse y defender sus intereses a las clases populares: salarios ínfimos, interminables alargamientos de la jornada de trabajo, condiciones de trabajo penosas, despido libre y represión policial para cualquiera que se atreviera a denunciarlo.

La oligarquía española apostó por un prolongado fascismo para enfrentar la extraordinaria combatividad de un pueblo español que se había atrevido a cuestionar su yugo.

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Los que mandaban… y los que siguen mandando

Franco abraza a Eisenhower (1953)

Se suele concentrar toda la atención en la figura del dictador, presentándonos que el devenir de la vida política estaba determinado por las veleidades de un tirano que no respondía ante nadie.

Ocultando así a las clases sociales que sostuvieron este régimen y que -sobre todo- se beneficiaron enormemente de él. Quiénes fueron sus dueños y propietarios. Porque son los mismos, en esencia, que tienen el poder ahora, los mismos que hoy deciden sobre nuestros destinos y que actualmente dominan la banca o el Ibex-35.

Algunos de los sectores que hoy encabezan la clase dominante, o que ocupan un lugar destacado, ascendieron a esa posición de poder gracias a la dictadura fascista. El Banco de Santander, que hoy es el gran “patrón” de la banca, era en 1939 apenas un banco de provincias que no tenía ni siquiera una oficina en Madrid. El clan de los Entrecanales, que hoy domina Acciona, no era entonces nada, enriqueciéndose de forma acelerada durante el fascismo.

El Banco de Santander entró en el sancta santorum de la gran banca gracias al fascismo.

Y frente a lo que suele pensarse durante los 40 años de dictadura fascista el histórico dominio de terratenientes, curas y caciques va empequeñeciéndose, mientras se fortalece la hegemonía completa de la gran banca, la que hoy sigue dominando el país.

Al final del fascismo, en 1975, los “siete grandes” -que darán lugar a los megabancos actuales, han absorbido o sometido a su esfera de influencia al resto de bancos, de tal forma que un pequeño puñado de familias y clanes oligárquicos, que perviven en la actualidad, controlaban controlan el 90% del capital de la banca privada.

Estas son dos visiones, enfrentadas, sobre los 40 años de dictadura. A los demócratas, y especialmente a quienes luchamos por una auténtica transformación social, nos conviene aclararnos sobre esto. Esquivando la trampa de una visión sobre el “franquismo” que oculta a los entonces mandaban… y hoy siguen mandando en España.

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En la próxima entrega del serial…

La sumisión a EEUU: el mayor “vestigio” del franquismo

Permanentemente se nos habla de la «pervivencia de restos del franquismo» en la política, la judicatura, el Ejército o la policía. Pero en cambio se nos oculta la más poderosa y soterrada herencia del franquismo, el encadenamiento de España, a partir de 1953, a la órbita norteamericana. Un anclaje militar y económico, que paulatinamente se trasladó al plano político, al dominio del Estado y que se ha multiplicado hasta extremos insospechados en nuestros días. Pero que debe quedar convenientemente oculta, antes y sobre todo ahora.

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