Unos muestran en público su denuncia contra la criminal invasión de Ucrania, poniendo en juego su carrera y su vida. Otros, los pagados por el Kremlin, actúan como propagandistas del más puro socialfascismo televisivo, defendiendo desvergonzadamente la censura, el culto servil a la autoridad, o la amenaza de la agresión bélica.
«Pido perdón a los que la alegría de este programa les parezca inapropiada», dijo ante sus televidentes el showman ruso Alexander Gurevich, presentador del popular programa 100/1 -un formato de entretenimiento con celebrities, en el canal Rossiya 1, el segundo más visto de Rusia- antes de anunciar su dimisión. «Para mí es absolutamente imposible divertirme y bromear en el contexto de una gran tragedia», añadió el presentador, cuya esposa tiene raíces ucranianas. «Mi [fallecida] suegra nació en Odessa y vivió en Járkov durante mucho tiempo», dijo. «¿Cómo escucharía ella hoy las noticias de la muerte de soldados, que los civiles en Kiev y Járkov pasan la noche en el metro, huyendo de la guerra….», argumentó. “Esta guerra debe pararse, ¡párenla!”.
Gurevich no es el primer -ni será el último- periodista que antepone los principios, y que toma una decisión ética y moral que le condena al ostracismo profesional -y que pone en peligro su vida- en la Rusia de Putin. Antes que él hemos conocido los casos de Marina Ovsynnikova, la periodista rusa que apareció con el cartel de «No a la guerra» y «Os están mintiendo» en directo en un telediarios, algo que le costó el puesto y una sanción; o de Natalya Sindeyeva y todo el equipo de la televisión independiente TV Rain, que anunció el cierre de su emisión -forzados por una ley del gobierno que limita su libertad de expresión y amenaza hasta con 15 años de cárcel a quien se atreva a hablar de la guerra- con un sonoro «No Pasarán» y otro «No a la Guerra».
La enorme dignidad de estos periodistas, en un país donde hacer oposición periodística es jugarse la vida -según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), más de 60 periodistas críticos con el Kremlin han muerto «en extrañas circunstancias» desde 1992- no cabe en los asfixiantes márgenes del régimen de Putin.
Y tenemos el lado contrario. Los propagandistas del régimen. Los Goebbels, los del NODO. Desde el inicio de la invasión de Ucrania, sabedores de que el poder ha iniciado una santa cruzada contra los «malos rusos» que se atreven a contradecir al nuevo zar, han perdido el pudor, y se expresan abiertamente como lo que siempre han sido: herederos del aparato de propaganda del socialfascismo soviético.
“Ninguna gran nación puede existir sin el control de la información. Los que nos hicieron añadir a nuestra constitución que la censura está prohibida, lo comprendieron muy bien. ¿Te gusta la economía china? A mí me gusta. ¿Tienen ellos [los chinos] libertad alguna en la vida política de su país, en la vida informativa del país? No, no la tienen y nunca la han tenido. Tal vez eso no sea malo. Tal vez sea algo bueno”. Son las palabras, dichas en directo, de Margarita Simonián, directora de la cadena Russia Today, de amplio eco mundial. Luego invitó a tomar ‘lo positivo’ de la extinta Unión Soviética y considero que las actuales circunstancias por las que atraviesa su país “el mejor momento de levantar la moral, lo mejor que había en la URSS”.
Simonián, que también dirige el canal Sputnik y se ha mostrado partidaria de juzgar «por espionaje y traición» a la prensa independiente, es la misma que, hasta el día antes del inicio de la invasión, siempre dijo estar “absolutamente convencida” de que Rusia no atacaría a Ucrania, acusando de ‘histérica’ a la prensa occidental por alertar sobre esa posibilidad. A partir del 24 de febrero, pasó a apoyar de forma fervorosa la narrativa de “operación militar especial” del Kremlin, convirtiéndose en la ‘Goebbels’ rusa.
Otro de la misma pasta -que bien podría pasar por el personaje de Lewis Prothero en V de Vendetta- es la «voz» mediática oficial de Vladimir Putin, Vladimir Solovyov. Este presentador de la televisión rusa, en medio de un debate sobre la “operación militar especial”, amenazó a Europa y a todos los países de la OTAN, preguntando si tendrían las armas suficientes para defenderse de una intervención de Rusia después de todas las armas que están enviando a Kiev. “No habrá piedad. Esta guerra nos ha hecho ver que no solo hay que desnazificar Ucrania. La guerra contra Europa y el mundo se desarrollará de una forma más específica, lo que significa que tenemos que actuar de una manera diferente y hacerlo mucho más duro”, dijo en tono brezneviano.
En boca de comunicadores como Simonián o Solovyov, lo mismo que en la boca de Putin, la palabra «desnazificar» suena a broma. «¡Eres negro!, le dijo el cuervo al grajo»