Con la muerte de Carlos Paris perdemos no solo a un referente del pensamiento progresista, sino sobre todo a un amigo. Su pertenencia a la presidencia honorífica de la M.E.R.P. (Mesa Estatal Pro Referéndum de las Pensiones), de la que De Verdad es miembro fundador, nos enorgullece. Porque Carlos Paris representa a una estirpe de pensadores que se atrevieron a modernizar la filosofía enfrentándose a la más oscura noche del franquismo. Y que lo hicieron tomando posición, a cara descubierta y frente a todos, por el marxismo. Siempre, como razón última de su pensamiento avanzado, al servicio de los intereses populares. Hoy más que nunca, cuando los que nos dominan están empeñados en que ni siquiera pensemos por nuestra cuenta, el ejemplo de filósofos como Carlos Paris es más necesario que nunca.
Carlos Paris murió a los 88 años, pero fue hasta el final un filósofo joven. Su última obra, “Ética radical”, que va ya por la cuarta edición, ha sido adoptada como una guía por los movimientos sociales y los indignados.Carlos Paris murió a los 88 años, pero fue hasta el final un filósofo joven. Su última obra, “Ética radical”, que va ya por la cuarta edición, ha sido adoptada como una guía por los movimientos sociales y los indignados. «Hasta el final, Carlos Paris estuvo al lado de las causas justas, y concibiendo que un filósofo pensaba para poder actuar»
Una semana antes de su muerte presidió la reunión de la Junta de Gobierno del Ateneo de Madrid, emblema del republicanismo ilustrado que presidia desde 2.009 ateniéndose siempre al lema de que “la búsqueda de la verdad resulta inseparable de la pugna por la justicia y la igualdad”.
Su trayectoria está ligada a la lucha antifascista del pueblo español. Educado en los dogmas del falangismo, tuvo la valentía de romper con ellos y tomar posición por el pueblo.
Impulsará en los años cincuenta la tertulia conocida como Universidad Libre de Gambrinus, y posteriormente la Revista Theoria. Y dirigirá, desde la emblemática fecha de 1968, el Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid.
Convirtiéndose en uno de los más activos renovadores del pensamiento filosófico frente al anquilosamiento del dogmatismo franquista.
Hombre de letras, se enamoró de la ciencia en la época de la difusión de la Teoría de la Relatividad, del surgimiento de la Física Cuántica. Cautivado por un progreso “con un desarrollo de las fuerzas productivas que era susceptible de generar progresos inmensos”.
Pero años después, en su obra “Crítica de la civilización nuclear”, confesó que “el desarrollo del conocimiento tanto científico como tecnológico se convierte en destrucción por las relaciones de poder y dominación”.
Su adhesión al materialismo marxista le hizo comprender que los saltos en el conocimiento científico y técnico estaban subordinados a la lucha de clases, a quién tiene el poder y por tanto puede apropiarse de esos avances.
No fue el suyo un “marxismo de salón”. Dedicó un verano al trabajo en las minas de carbón de Barruelo de Santillán (Palencia), donde comenzó a tomar conciencia directa de las tribulaciones de los trabajadores.
Y se organizó como militante en el Partido Comunista, donde acabó ocupando un puesto en su Comité Central.
Las diferencias con un PCE excesivamente dependiente de Moscú, mientras adoptaba en España la versión más reformista durante la transición, le “expulsaron” del partido.
Pero sus clases continuaron siendo “semilleros” de filósofos, donde se formaron Fernando Savater o Javier Sádaba.
Siempre concibió la filosofía como una forma de hacer política, o a la política como una forma de hacer filosofía.
Por eso, Carlos Paris fue una de las personalidades que firmó los manifiestos promovidos por De Verdad contra la OTAN, o más recientemente denunciando el ataque a las pensiones públicas formando parte de la presidencia honorifica de la M.E.R.P.
Hasta el final, Carlos Paris estuvo al lado de las causas justas, y concibiendo que un filósofo pensaba para poder actuar.