China y Rusia caminan hacia una cooperación estratégica cada vez más estrecha. La creciente agresividad de EEUU (ambos países llevan años señalados como una amenaza para el dominio global norteamericano) está uniendo aún más a ambas potencias. Después de realizar unos potentes ejercicios militares conjuntos, Xi Jinping y Vladimir Putin se han reunido para escenificar la voluntad conjunta de llevar su asociación a un nuevo nivel.
A orillas del Mar de Japón, en la lejana ciudad de Vladivostok, los máximos dirigentes de China y Rusia, Xi Jinping y Vladimir Putin, han decidido elevar a una nueva cima los vínculos entre las dos naciones.
La fuerza que les impulsa a ello está al otro lado del Pacífico. Conforme la superpotencia norteamericana estrecha más y más su cerco a China, traslada su fuerza a Asia y se empeña en tensar todas las contradicciones globales; conforme militariza la frontera europea de Rusia o eleva las sanciones contra el Kremlin; más sienten Pekín y Moscú la necesidad de afirmar su compromiso por «la seguridad y la estabilidad de Eurasia», es decir, de mandarle a EEUU el mensaje de que ellas “dos juegan en casa” en este continente.
“Junto con nuestros colegas rusos, aumentaremos nuestra fructífera cooperación en cuestiones internacionales e intensificaremos la coordinación para hacer frente al proteccionismo”, declaró Xi tras una reunión con Putin. Aunque no lo han nombrado ni una sola vez, todos han entendido que su oponente común es EEUU, y más concretamente la política de Donald Trump.
“Vemos actos unilaterales y medidas económicas hostiles, pero Rusia y China son socios y buenos vecinos. Mantenemos una cooperación sólida, un interés histórico notable en mantener y fortalecer nuestros respectivos países. Entramos en una nueva era de cooperación, y juntos podremos hacer frente a los desafíos y riesgos con los que nos encontramos”, enfatizó Xi.
China -que dado su considerablemente mayor poderío político y económico, lleva los pantalones en este matrimonio de conveniencia- ha venido incrementando su sintonía hacia Rusia desde que hace seis años Xi Jinping llegara al poder. En una reciente cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), Xi -delicado anfitrión como buen chino que se precie- agasajó a los altos dignatarios en la cena. Pero se detuvo especialmente al hablar de las relaciones ruso-chinas.«Son dos potencias muy diferentes. Pero que tanto China como Rusia empujen hacia el orden mundial multipolar es una buena noticia para los intereses de todos los pueblos y países del mundo»
“El presidente Putin y yo pensamos que la asociación China-Rusia es integral y estratégica y ha llegado a su madurez, mostrándose firme y estable”. Las palabras en diplomacia tienen un significado más preciso de lo que parece. Hasta ese momento, la asociación entre Beijing y Moscú se había tildado de «integral» -es decir, que abarca diferentes aspectos como el económico, comercial, político y militar- pero por primera vez Xi quiso enfatizar la condición de “estratégica” (es decir, de largo alcance) al afirmar que los lazos entre China y Rusia son «la relación de más alto nivel y estratégicamente más significativa entre los principales países del mundo”. Y agregó, refiriéndose a Putin: “Es mi mejor amigo, mi amigo más íntimo”.
Y ciertamente, las relaciones entre ambos países no dejan de avanzar. En el plano económico, el intercambio comercial mutuo pronto alcanzará el volumen de 100.000 millones de dólares al año. Pekín quiere hidrocarburos y materias primas (de una Siberia mucho más estable que Oriente Medio) que Rusia está encantada de suministrarle. Y la Nueva Ruta de la Seda multiplicará los intercambios, entre ellos dos y con todo un conjunto de 68 países que suman 4.000 millones de personas, el 60% de la población mundial.
En el terreno político, ambas potencias tienen un amplio espectro de intereses coincidentes: desde oponerse al unilateralismo norteamericano, a salvaguardar el comercio mundial, desde proteger a Irán de la ruptura del pacto nuclear por parte de Trump, a promover la distensión coreana.
En el terreno militar, aunque China seguirá siendo reacia a forjar nada parecido a una alianza militar con Rusia que arrastrara a Pekín a los conflictos a los que Putin no parece tener problema en meterse, la cooperación de ambos ejércitos es más íntima que nunca. Moscú acaba de realizar los ejercicios Vostok-18, los más potentes desde la época soviética, y China ha sido la invitada de honor. Pekín ha participado con un pequeño pero significativo destacamento de 3.200 soldados, además de tanques, aviones y helicópteros.
China y Rusia llevan muchos años constuyendo una cada vez más robusta relación. Lejos quedan los años en los que la China de Mao consideraba a la URSS socialimperialista como la más peligrosa de las dos superpotencias. Una vez consumada la implosión soviética y que Rusia se vio obligada a renunciar a pretender la hegemonía mundial, el tono entre Pekín y Moscú pudo comenzar a cambiar. Ambos países, aún recelosos, firmaron en 1996 el “Acuerdo de Asociación Estratégica” que posteriormente se ha desarrollado hasta convertirse en la pieza fundamental de la relación entre estas dos potencias.
Al año siguiente, ese acuerdo se fortaleció con la histórica “Declaración conjunta sobre un mundo multipolar y el establecimiento de un nuevo orden internacional”. En ella, además de conjurarse en la búsqueda de un sistema de relaciones internacionales a varias bandas que fuera extinguiendo el orden mundial unipolar norteamericano, China y Rusia empezaban a sincronizar buena parte de su política exterior.
Nadie debe llamarse a engaño. China y Rusia son potencias muy distintas, no tienen en absoluto el mismo carácter, ni las mismas metas geopolíticas, ni el mismo proceder en la arena internacional.
Rusia es la heredera venida a menos de una superpotencia socialimperialista. Aunque económicamente sigue padeciendo enormes deficiencias, tiene un notable poder político que emana de su comparativamente musculoso brazo militar. Un poder bélico que de la mano de Vladimir Putin -un antiguo coronel de la KGB, convertido en el nuevo Zar de todas las Rusias, y que dirige al país con mano de hierro- no ha dudado en utilizar sin contemplaciones en Crimea, Siria o el Cáucaso. Moscú es hoy un agresivo factor de inestabilidad en la arena internacional, y los pueblos del mundo harían bien en prevenirse de sus intereses imperialistas.
Los hechos demuestran que China tiene otro carácter. Representa el caso insólito de una nación socialista del Tercer Mundo que se ha convertido en la segunda potencia mundial… de modo pacífico. No ya sin provocar ni una sola guerra, sino velando hasta el momento por la paz y la estabilidad mundiales. China se atiene a los «cinco principios de coexistencia pacífica» (respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial, la no agresión mutua, la no interferencia en los asuntos internos de otros países, igualdad y beneficio mutuo, y la coexistencia pacífica).
Son dos jugadores activos muy diferentes. Pero que la relación estratégica entre ambas tienda a estrecharse, que tanto China como Rusia empujen hacia el orden mundial multipolar, es una buena noticia para los intereses de todos los pueblos y países del mundo.
Es una buena noticia porque la asociación de estas dos potencias emergentes contribuye de manera objetiva y perceptible al debilitamiento de la superpotencia norteamericana, el principal explotador y opresor a escala internacional, el enemigo principal y común de todos los países y pueblos del globo.
Y es una buena noticia porque los organismos y asociaciones que promueven las potencias emergentes -China y Rusia, pero junto a ellos también la India, Sudáfrica, Brasil…- constituyen un importante punto de apoyo para que multitud de naciones y pueblos de todo el mundo puedan luchar por su progreso y soberanía frente a los dictados de EEUU. Proyectos como el de la Nueva Ruta de la Seda, del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, o de los tratados comerciales entre las naciones asiáticas que promueven China o India, ofrecen condiciones infinitamente más ventajosas para el desarrollo de los países que los que imponen organismos como el FMI o el Banco Mundial, instrumentos de Washington.
El mundo multipolar se abre paso, mientras el unipolar se agosta en un prolongado ocaso imperial. Y la asociación de dos reinos combatientes como China y Rusia empuja hacia ello.