«Esta carrera de obstáculos que debe superar Atenas sería agobiante incluso en épocas de calma política; en un periodo de agitación social (causada por los recortes en servicios y prestaciones), la tarea es heroica. El Gobierno griego tiene que ofrendar a los ministros europeos y al Fondo Monetario Internacional (FMI) más reducciones de gasto y ventas de activos públicos por 50.000 millones de euros.»
A esta situación se ha llegado or la incapacidad de las instituciones para poner en marcha planes de rescate creíbles, que no ahoguen a los países que presuntamente se rescatan con exigencias de estabilidad fiscal imposibles de cumplir. El daño que produce la desvertebración europea a la deuda española, a la cotización de las acciones bancarias y a las salidas a Bolsa que necesita la reforma financiera española es incalculable. Ni Grecia ni los países más afectados por la vorágine se merecen que la solución al problema se retrase (en el mejor de los casos) hasta el 3 de julio. (EL PAÍS) CINCO DÍAS.- Hasta la Comisión Europea está inquieta por las "manifestaciones sociales" que se suceden por la geografía española, y es "consciente del cansancio en la tardanza de sacar adelante las reformas económicas", pero en cambio no admite su mea culpa. Al margen de si el 15-M tendrá éxito en su estructuración como movimiento social y político, lo más importante es lo que subyace tras él: la expresión del descontento social existente. Este va mucho más allá de quienes convocan las manifestaciones y concentraciones. El descontento se plasma, sobre todo, en el reparto de los costes de la crisis, centrado en el ciudadano medio, y alejado de los grupos de poder económico. Mientras no se resuelva este reparto muchos descontentos seguirán saliendo a la calle, con independencia del Gobierno de turno. ABC.- Lo que se está fraguando en torno al 15-M es una alternativa a la desmovilización sindical. Los sindicatos, mermados de representatividad y anquilosados en sus estructuras burocráticas, fracasaron en la huelga general, pero esta gente dispone de una capacidad de movilización inédita a través de las redes sociales y tiene un ímpetu juvenil de estreno. Los políticos siguen perplejos. La derecha ya sabe que se los va a encontrar de frente cuando llegue al poder, constituidos en oposición sin caras, y la izquierda socialdemócrata estudia el modo de meterse en la manifestación sin que la saquen a empujones. Las marchas del domingo muestran que hay indignados para rato. EL MUNDO.- ¿Es posible congraciarse con los manifestantes del 15-M, como intentó ayer Marcelino Iglesias, e intensificar a la vez las reformas que exige la Comisión Europa? El sentido común dice que no porque se trata de exigencias contrapuestas. La calle pide más gasto público y está contra las reformas y Bruselas nos reclama lo contrario. El problema es que este Gobierno dice un día una cosa y, al siguiente, pregona la opuesta. Zapatero manifiesta que va a agotar la legislatura para concluir las reformas que nos exigen nuestros socios y Rubalcaba filtra su simpatía por el 15-M, mientras destacados dirigentes socialistas tienen puentes a un movimiento que defiende una huelga general y quiere nacionalizar la banca. Editorial. El País Parálisis griega El respiro que proporcionó el viernes el acuerdo franco-alemán para garantizar que la reestructuración de la deuda griega será voluntaria se convirtió en una nueva decepción durante la madrugada del lunes. Los ministros de Finanzas de la UE, reunidos en Luxemburgo, fueron incapaces de articular un acuerdo para desbloquear el tramo de ayuda (12.000 millones de euros) que Grecia necesita para sobrevivir. Con una calma inapropiada en estas circunstancias, Europa ha dejado el caso griego para una cumbre extraordinaria del 3 de julio en la que quizá se aprueben las ayudas si el Gobierno de Papandreu, asfixiado por una crisis política que casi le tiene paralizado, supera la moción de censura y aprueba los recortes presupuestarios adicionales que exige Europa. Esta carrera de obstáculos que debe superar Atenas sería agobiante incluso en épocas de calma política; en un periodo de agitación social (causada por los recortes en servicios y prestaciones), la tarea es heroica. El Gobierno griego tiene que ofrendar a los ministros europeos y al Fondo Monetario Internacional (FMI) más reducciones de gasto y ventas de activos públicos por 50.000 millones de euros. Y eso para recibir los 12.000 millones ya aprobados en 2010 y optar, en septiembre, a un nuevo rescate de 120.000 millones (el primero ha fracasado). Grecia no tiene opciones (es ajuste o default) y Europa tampoco, porque es salvar Grecia o hundir el euro. A esta situación se ha llegado por la incapacidad de las instituciones para poner en marcha planes de rescate creíbles, que no ahoguen a los países que presuntamente se rescatan con exigencias de estabilidad fiscal imposibles de cumplir. Pero es que ni siquiera en una crisis extrema, con un país al borde del colapso y los mercados estallando por las costuras, los ministros de Finanzas son capaces de ponerse de acuerdo para salvar a Grecia del desastre inmediato. El FMI ha tenido que advertir del riesgo de contagio de la crisis griega a los países con planes de ajuste en curso. La imagen que da Europa es mala. La semana pasada, las Bolsas europeas se desplomaron y los diferenciales de deuda de los países periféricos se dispararon precisamente como respuesta a la incapacidad para responder a la crisis griega. Hoy se incurre en el mismo error; las Bolsas vuelven a caer y los diferenciales de deuda saltan a la estratosfera a pesar de las lecciones recientes. Las instituciones que deben velar por la estabilidad del euro no caen en la cuenta de que están empujando a Grecia hacia un crash. Demorar la entrega de los 12.000 millones equivale a exacerbar la crisis política griega, y esta, a su vez, impide la definición de nuevos ajustes. El daño que produce la desvertebración europea a la deuda española, a la cotización de las acciones bancarias y a las salidas a Bolsa que necesita la reforma financiera española es incalculable. Ni Grecia ni los países más afectados por la vorágine se merecen que la solución al problema se retrase (en el mejor de los casos) hasta el 3 de julio. La decisión debería ser inmediata. EL PAÍS. 21-6-2011 Opinión. Cinco Días El 15-M y los nuevos recortes Bernardo Díaz El impulso que recibió el pasado domingo el llamado Movimiento 15-M por las decenas de miles de ciudadanos que se movilizaron en las principales ciudades españolas en contra de la gestión de la crisis está dejando, una vez más, a la clase política con el pie cambiado. De hecho, sorprende y hasta sonroja cómo partidos de todo ámbito y sindicatos tratan de arrimar el ascua a su sardina por los posibles efectos sobre sus estructuras y electorado de un movimiento tan heterogéneo y anárquico como difícil de prever. Una de las declaraciones más sorprendentes fue la que realizó ayer Fernando Lezcano, secretario de Comunicación de CC OO, al admitir que su sindicato no tiene encima de la mesa la convocatoria de una huelga general aunque la "valorará" si, al final, el 15-M se decide a apoyar esta iniciativa. Da la impresión de que decisiones tan importantes se toman, más por el termómetro popular que por una reflexión profunda de qué necesita o se puede permitir la economía española. "Calentón" social Pero los sindicatos no son los únicos en unirse y medirse ante esta "marea social" que está instalada en la sociedad desde hace mes y medio. La ministra de Defensa, Carme Chacón, repite cada vez que puede (ayer no fue una excepción) que las demandas de los indignados son "razonables y posibles", sin destacar que ella es miembro del Gobierno y que, por tanto, es corresponsable de atenderlas si es que así lo entiende. El presidente del Senado y socialista, Javier Rojo, defiende, asimismo, que "lo del domingo no ha sido un calentón de unos jóvenes", buscando cierta cercanía con los planteamientos de los indignados. Pero entre estos planteamientos se encuentran, por cierto, una reforma de la ley electoral para que en el Congreso y el Senado se de una mayor pluralidad política, algo que tanto PSOE como PP rechazan. A su vez, la portavoz parlamentaria Soraya Sáenz de Santamaría, puntal del PP en el Congreso, entiende "que la gente proteste y se indigne porque quiere soluciones ante los cinco millones de parados", como si esas protestas fueran solo dirigidas al Gobierno central y no a los autonómicos, que, en su mayoría del PP, están recetando nuevos recortes en el gasto que afectarán también a servicios como sanidad y educación. Hasta la Comisión Europea está inquieta por las "manifestaciones sociales" que se suceden por la geografía española, y es "consciente del cansancio en la tardanza de sacar adelante las reformas económicas", pero en cambio no admite su mea culpa por el retraso en adoptar sus propias decisiones, como el plan de rescate financiero a Grecia o la nueva gobernanza económica de la UE. Al margen de si el 15-M tendrá éxito en su estructuración como movimiento social y político, algo que está por ver dada su dificultad para perfilar un discurso homogéneo, lo más importante es lo que subyace tras él: la expresión del descontento social existente. Este va mucho más allá de quienes convocan las manifestaciones y concentraciones, como opinan los sociólogos. El descontento se plasma, sobre todo, en el reparto de los costes de la crisis, centrado en el ciudadano medio, y alejado de los grupos de poder económico. Mientras no se resuelva este reparto muchos descontentos seguirán saliendo a la calle, con independencia del Gobierno de turno. CINCO DÍAS. 21-6-2011 Opinión. ABC Altermundismo Ignacio Camacho SE van perfilando. A medida que la revuelta de los indignados comienza a emitir un cierto discurso ideológico se decanta el cariz altermundista —«otro mundo es posible»— de su núcleo motor. Estamos ante un movimiento antiglobalizador, anticapitalista, antiliberal, impregnado del argumentario y la retórica del Foro Social Mundial y sus derivados, y reforzado por el malestar del ajuste internacional ante la crisis económico-financiera. Los postulados de la plataforma ATTAC han empezado a emerger como núcleo de la protesta. No estamos ante un trasunto del París del 68 sino más bien del Porto Alegre de 2001. Sus gurús no son Sartre y Marcuse sino Chomsky y Hessel: la izquierda alternativa, extramuros de la socialdemocracia. Como se trata de un conglomerado invertebrado, heterogéneo y sin liderazgos nominales, conviven diversas tendencias que van desde el cristianismo comprometido al radicalismo antisistema. Hay anarcos, pacifistas, perroflautas, okupas, activistas del software libre, ecologistas, hackersy una amplia porción de simples descontentos por el rápido retroceso del Estado del Bienestar. Es una amalgama crítica, un frente de rechazo. Al elegir el Pacto del Euro como objetivo inmediato se inclinan por la impugnación global de las recetas políticas convencionales; consideran que el déficit, el equilibrio presupuestario o la contención del gasto público son añagazas del sistema y les importan una higa. Lo quieren todo y lo quieren ya. Lo que se está fraguando en torno al 15-M es una alternativa a la desmovilización sindical. Los sindicatos, mermados de representatividad y anquilosados en sus estructuras burocráticas, fracasaron en la huelga general, pero esta gente dispone de una capacidad de movilización inédita a través de las redes sociales y tiene un ímpetu juvenil de estreno. Los políticos siguen perplejos. La derecha ya sabe que se los va a encontrar de frente cuando llegue al poder, constituidos en oposición sin caras, y la izquierda socialdemócrata estudia el modo de meterse en la manifestación sin que la saquen a empujones. De momento el Gobierno les hace guiños de complicidad como la querella contra Botín, epítome de la Banca comeniños y explotapobres. Mientras sea el PSOE el que esté al frente y tenga, siquiera por decoro, que sumarse a las medidas de ajuste, la protesta será genérica y antipolítica, antirrepresentativa, pero en el momento en que el PP esté al mando se va a formar una coalición de resistencia. El trazo izquierdista del movimiento crecerá tanto más cuanto más intensos sean los recortes. Las marchas del domingo muestran que hay indignados para rato. Tienen logística, músculo y voluntad, y se han venido arriba con su amplia repercusión mediática. Se sienten protagonistas en el centro de la escena, y no les hace falta representatividad democrática porque saben cómo hacerse dueños de la calle. ABC. 21-6-2011 Editorial. El Mundo Cuando el PSOE defiende lo uno y su contrario POCAS horas después de las movilizaciones en la calle en numerosas ciudades españolas, Marcelino Iglesias, secretario de Organización del PSOE, tendió una mano al Movimiento del 15-M, subrayando que el PSOE «comparte muchas de sus propuestas». «Les escuchamos con respeto y hay ideas que pueden coincidir con las nuestras», dijo. En la misma línea se había manifestado el pasado domingo Carme Chacón, que habló de que muchos planteamientos del 15-M son «razonables y posibles». No es fácil hallar esas coincidencias de las que hablan Iglesias y Chacón porque el PSOE siempre ha sido insensible a la agenda regeneracionista y el movimiento popular acaba de sacar a la calle a la gente bajo el lema de «Contra el Pacto del Euro», es decir, contra todas las reformas que exige la UE y que ha asumido Zapatero. Ayer mismo, el comisario Olli Rehn dio una especie de ultimátum a España al afirmar que las medidas de ajuste son «inevitables» pese «al hartazgo de las reformas que es visible en las calles de Madrid y Atenas». Rehn subrayó que «hay cansancio en algunos Estados miembros», en alusión a las reticencias de Alemania y los socios del Norte a poner más dinero para rescatar a los países en apuros o soportar sus abultados déficits. Lo que sucedió ayer en Bruselas es que la reunión de los ministros de Economía acabó con una absoluta falta de acuerdo sobre la refinanciación de la deuda griega. Lo único que se concretó es que habrá otra cita el próximo 3 de julio en la que se examinará a Grecia, a cuyo Parlamento se le exige que ratifique y se comprometa a llevar a cabo las reformas que le ha impuesto Bruselas. Resulta tremendamente significativo que Rehn asociara a España y Grecia en sus declaraciones y que urgiera a los dos países a acelerar e intensificar las reformas pese a las reacciones populares de protesta. ¿Es posible congraciarse con los manifestantes del 15-M, como intentó ayer Marcelino Iglesias, e intensificar a la vez las reformas que exige la Comisión Europa? El sentido común dice que no porque se trata de exigencias contrapuestas. La calle pide más gasto público y está contra las reformas y Bruselas nos reclama lo contrario. El problema es que este Gobierno dice un día una cosa y, al siguiente, pregona la opuesta. Zapatero manifiesta que va a agotar la legislatura para concluir las reformas que nos exigen nuestros socios y Rubalcaba filtra su simpatía por el 15-M, mientras destacados dirigentes socialistas tienen puentes a un movimiento que defiende una huelga general y quiere nacionalizar la banca. Ayer mismo, el PSOE nombró a Jesús Caldera y Cristina Narbona responsables del programa electoral. Son dos partidarios de un sector público fuerte, de intensificar el gasto e intervenir en economía y forman parte del sector más izquierdista del PSOE. Si juzgamos por la elección de personas, podemos deducir que el programa del partido para las elecciones generales va a ser todo lo contrario de lo que viene haciendo y diciendo Zapatero -con sus correspondientes titubeos- desde mayo de 2010. ¿Estamos ante un nuevo bandazo del PSOE? La realidad es que no está claro lo que pretende Zapatero, pero mucho menos lo que quiere hacer Rubalcaba. La elección de Caldera y Narbona parece una enmienda a la totalidad de lo que dice que va a hacer Zapatero hasta las elecciones. Muchas personas pensarán, por ello, que estamos ante una nueva jugada maquiavélica, pero probablemente se trata de un juicio equivocado porque lo único que demuestran estos vaivenes es que Zapatero y Rubalcaba -los dos- han perdido el norte. Están profundamente desorientados, lo que les lleva a adoptar una decisiones erráticas y contradictorias que sólo demuestran su debilidad y su confusión. EL MUNDO. 21-6-2011