Mientras Zapatero se prepara para abandonar, sin honra ni gloria, la Moncloa y Rajoy perfila su gobierno, una nueva tormenta se está gestando ahora mismo en Washington en torno a la discusión sobre el recorte de la deuda pública. Y como la ocurrida el pasado mes de julio con el debate sobre el techo de la deuda, no tardará en descargar con furia sobre nosotros.
El chantaje que entonces blandió el Congreso norteamericano –“o siguen financiando nuestra gigantesca montaña de deuda o desatamos el caos sobre la economía mundial”– tuvo como efecto inmediato un agravamiento vertiginoso de la crisis de la deuda europea. Y llevó a España e Italia a situarse en el ojo de un huracán que en el curso de unos pocos meses se ha llevado por delante dos gobiernos elegidos democráticamente, para ser sustituidos por gobiernos “técnicos” formados directamente por hombres del Bundesbank y de Wall Street. Los planes de rescate son ya insuficientes. Lo dejó claro Merkel hace unos días, al afirmar que el problema no es económico, sino principalmente político. La ofensiva de Washington –secundada por su virrey europeo, Berlín– necesita de nuevos mecanismos de intervención política directa para que los gestores de los países controlados e intervenidos por ellos respondan rápida y fielmente, ejecutando sin rechistar los mandatos y medidas de saqueo sobre la población. Por si tenía alguna duda al respecto, Rajoy acaba de comprobarlo al recibir el telegrama de Merkel en el que, además de felicitarle por la victoria, le conmina a “poner en marcha las reformas rápidamente”. Durante la campaña dijo que no aceptaría “órdenes de nadie”, pero han bastado 48 horas para que le den la primera. Los analistas más avezados –o más cercanos a las embajadas de Washington y Berlín– ya le han advertido, a las pocas horas de la victoria, que su gobierno “va a estar sometido a estricta vigilancia por el sacro imperio germánico de Angela Merkel y el FMI”, y que ni sueñe con “gozar de la autonomía y capacidad de decisión” de las que disfrutó Aznar. El grado de intervención y secuestro de la soberanía nacional se intensifica al mismo ritmo que las grandes potencias se impacientan por rebajar todavía más los salarios y rentas al 90% de la población. Las injerencias y chantajes se multiplican a la misma velocidad con que agencias de calificación, bancos y fondos de inversión atacan nuestra deuda elevando la prima de riesgo a niveles próximos al rescate, llevándose suculentos beneficios extras por ello. «Rajoy dijo que no aceptaría órdenes de nadie, pero han bastado 48 horas para que Merkel le de la primera» Como fiel ejecutor de los mandatos del FMI y Bruselas, el triunfo de PP abre una nueva fase en la oleada de ataques contra el 90% de la población con nuevas rebajas salariales y recortes sociales. No desvelamos nada nuevo. El mismo Rajoy ya ha advertido que el compromiso con la reducción del déficit al 4,4% en 2012 es irrenunciable. Y eso significa recortes en el gasto público de entre 20 y 30.000 millones de euros el próximo año. Sus principales asesores económicos han puesto sobre la mesa la nueva reforma laboral que exigen multinacionales y grandes empresarios para “abaratar la contratación”, es decir, los salarios. Y la gran banca nacional y extranjera le ha urgido a poner fin al proceso de concentración bancaria, liquidando los cajas y bancos más débiles con el dinero de los contribuyentes.Una herencia envenenadaSin embargo, la correlación de fuerzas real que surge de las elecciones presenta un doble aspecto contradictorio. La nefasta gestión, la sumisión y el entreguismo absolutos de Zapatero a los mandatos de Obama, Merkel y Botín dejan, paradójicamente, una herencia envenenada a Rajoy. A pesar de la mayoría absoluta del PP, los resultados del 20-N suponen un salto cualitativo en el agrietamiento del modelo bipartidista. Un debilitamiento extremo del modelo a través de cual el FMI y Bruselas ejecutan los ajustes y recortes. Agrietamiento certificado por la enorme pérdida de votos que se escapan del control bipartidista, aunque esta pérdida no tenga correspondencia con la distribución de escaños en el Congreso, debido a la enorme desproporcionalidad de un sistema electoral diseñado expresamente para reforzar el bipartidismo. Pero los números, como el algodón, no engañan. La suma de votos PP-PSOE pierde desde 2008 más de 3.750.000 votantes, pasando del 61,5% de 2008 al 49,7%, casi 12 puntos de retroceso. Y la hemorragia de votos viene, además, del flanco que resulta más cualitativo para asegurar el dominio hegemonista, el flanco de la izquierda. La pata izquierda del modelo, el PSOE pierde 4,3 millones de votos, pero su pata derecha, el PP, sólo es capaz de recoger poco más de medio millón. El resto, 3,8 millones de votantes, se pasan a la abstención, el voto blanco o nulo, IU, UPyD, el resto de partidos minoritarios de la izquierda y los nuevos movimientos sociales. Aunque completamente encubierta por las distorsiones que introduce el sistema electoral, esa es la correlación de fuerzas real, y la tendencia principal, que se ha manifestado el 20-N. Por primera vez desde hace 20 años, la suma de PP y PSOE está por debajo del 50% del censo. Rajoy tendrá la mayoría absoluta en el Parlamento para imponer su política, sí, pero lo hará con el apoyo de sólo 3 de cada 10 españoles. Es seguro que en estas condiciones, unos y otros, van a tratar de confundir a la población. La cúpula del PP enarbolando un discurso vagamente patriótico –en la medida que es absolutamente imposible ser más entreguista que Zapatero–. La del PSOE, que primero ha de ajustar cuentas y correlación de fuerzas en el congreso de febrero, estará tentada de levantar un discurso pseudo izquierdista de defensa de las conquistas sociales.Ahora mas que nunca, a por el frente amplio Sin embargo, las condiciones objetivas apuntan en otra dirección. Mientras Washington y Berlín se disponen a recrudecer sus ataques, el bipartidismo pierde fuerza política y capacidad de control a marchas forzadas y el pueblo acumula nuevas y mayores fuerzas en torno a un conjunto de alternativas políticas enfrentadas tanto al modelo bipartidista como a los planes de ajuste.Esta enorme fuga de votos del PSOE y del modelo bipartidista hacia fuerzas y opciones que objetivamente están enfrentadas a los planes hegemonistas, crea mejores condiciones para el avance y el desarrollo de la alternativa de un frente amplio de unidad capaz de representar los intereses y demandas del 90% de la población.«Más de 4 millones han dado de forma consciente su voto a otras opciones fuera del bipartidismo» En primer lugar por la amplitud del rechazo expresado en esos votos. Más de 4 millones que de forma consciente han dado su voto a otras opciones que se sitúan fuera del bipartidismo y que, en lo principal, se oponen a los planes de Washington y Berlín. A los que hay que sumar también los millones de abstencionistas o de votantes en blanco y nulos, que sin tomar partido por ninguna opción concreta, sí han manifestado claramente su rechazo de esta forma. Todos juntos, este amplio abanico de fuerzas tenemos capacidad más que sobrada, unidas en un frente amplio por la redistribución de la riqueza, la ampliación de la democracia y la defensa de la soberanía nacional, para ganarnos a los millones de votantes del PSOE y PP cuyos intereses y condiciones de vida están siendo ferozmente atacados gracias a las políticas de las cúpulas de ambos partidos. La mayoría absoluta de PP no responde, como se ha dicho estos días, a ningún cheque en blanco concedido por los electores, sino a la debacle del PSOE y las distorsiones del régimen electoral. Su capital político, por tanto, está más que limitado, pese a las apariencias en sentido contrario.Todo va a depender de si nosotros somos capaces de levantar la alternativa de un frente amplio de unidad. Con él, los resultados del 20-N lo han puesto de manifiesto, nuestro pueblo puede dotarse de una fuerza política imparable. El 20-N ha creado unas inmejorables condiciones para emprender esta tarea. Es el momento de aprovecharlas.