El 5 de mayo de 1818, hace doscientos años, nació Karl Marx en la localidad alemana de Tréveris. Dos siglos después, a pesar de que se ha decretado numerosas veces el carácter caduco y trasnochado de su pensamiento, una encuesta de la BBC, la televisión pública británica, decretó por votación popular que “el mayor pensador del milenio” es Marx.
Con motivo del 200 aniversario de su nacimiento, decenas de artículos en la prensa escrita, cursos universitarios, centenares de blogs, … recuerdan la figura y la obra del fundador del movimiento político más decisivo de los últimos 150 años, el que ha forzado las principales transformaciones sociales y políticas, pero también ideológicas y culturales del mundo actual.
Fue el escritor mexicano y premio Nobel de literatura, Octavio Paz, quien afirmó que “el marxismo ha penetrado tan profundamente en la historia que todos, de una manera u otra, a veces sin saberlo, somos marxistas”.
La práctica totalidad de las reflexiones sobre su legado no obvian reconocer su importancia. En una de ellas, recientemente publicada en el principal diario español, un catedrático de sociología afirma:
“Igual que Mark Twain, Marx también podría decir, aunque fuera póstumamente: “Las noticias sobre mi muerte son exageradas”. En efecto, 200 años después de su nacimiento, el marxismo es un muerto que está muy vivo, como demuestra su cíclico renacimiento cada vez que se reproduce, confirmando sus augurios, una crisis periódica del capitalismo internacional. Es lo que ha pasado ahora, cuando una nueva generación de neomarxistas okupan nuestras librerías y universidades, denunciando los deletéreos efectos del austericidio decretado tras la gran recesión. ¿Revive, pues, Marx? ¿Cuál es el legado que nos deja hoy? Ambivalente y contradictorio, pues combina partidas que han quedado obsoletas con otras todavía fecundas y practicables”.
Esta forma de abordar el legado de Marx, separando partes aceptables y certeras de las que no, es tan universal que difícilmente podremos encontrar nadie que la contradiga.
Se resume en:
Reconocer como acertado su análisis de las crisis cíclicas capitalistas y su manera de abordar el estudio de las sociedades partiendo de la infraestructura económica, y señalar como obsoleta su concepción acerca de la lucha de clases como motor de la historia y de que ésta conducirá a la desaparición del capitalismo y su sustitución por el comunismo.
Este es en esencia el eje por el que sociólogos, politólogos y políticos posmarxistas descuartizan al marxismo; tomar las partes del método de análisis y despojarlo de su carácter de guía para la acción revolucionaria.
Marx, lejos de ser un pensador encerrado en su torre de marfil, como nos dice Engels “era ante todo un revolucionario, la lucha era su elemento y luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos”.
Con él nació la teoría revolucionaria de la clase obrera, pero también vio la luz el movimiento comunista organizado y así lo muestra la introducción del Manifiesto Comunista:
“Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma (…) Ya es hora de que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus fines y sus aspiraciones; que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un manifiesto del propio Partido.”
Los que reconocen en el marxismo su claridad para prever y comprender las crisis capitalistas o su método de análisis, lo despojan en primer lugar de su carácter principal. Se trata de una teoría revolucionaria para transformar el mundo en beneficio de los explotados y oprimidos.
Es una guía para la acción revolucionaria y así lo declara Marx en uno de los textos fundacionales de su pensamiento, escrito en 1845, las Tesis sobre Feuerbach donde la número 11 afirma: «Los filósofos, hasta el momento, no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, ahora de lo que se trata es de transformarlo”.
El Manifiesto del Partido Comunista escrito 3 años después (1848) dejará rotundamente clara esa voluntad de transformación.
Pero también, los que pretenden separar partes del cuerpo general del marxismo, construyen un frankenstein en el que nada se puede reconocer del original, es algo así como pretender hacer una argamasa para levantar un edificio, sin contar con alguno de los tres elementos sustanciales que la componen, el agua, el cemento o la arena. Porque Marx, como nos enseña Lenin, bebe de tres fuentes, la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés, y elabora una teoría que a su vez está formada por tres partes integrantes la ideología comunista, la filosofía del materialismo dialéctico y la ciencia del materialismo histórico. Tres partes en coherencia orgánica y que conforman una teoría completa de la que no puede separarse una sin que caiga todo el edificio.
HEGEL dice:
«Se le limó la punta socialista a las reivindicaciones obreras y se las dejó en laboralismo, mientras se teñía de rojo postizo la bandera demócrata de la pequeña burguesía ávida de derechos para defender sus intereses reaccionarios bajo el emergente IMPERIO de la burguesía», ASÍ NACIÓ LA SOCIALDEMOCRACIA. Dos siglos después, las poblaciones burguesas asalariadas se reclaman masivamente de Marx porque les conviene agarrarse a un un marco discursivo en sus rencillas y combates domésticos nacionales contra sus propias burguesías, MAS SIEMPRE A COSTA DEL PROLETARIADO INTERNACIONAL, quien reivindica a Marx porque Marx supo determinar dialécticamente que el principio de disolución del Capital internacional ES LA CLASE INTERNACIONAL EN DISOLUCIÓN humana bajo el Capital. Es decir, el proletariado hoy no divorcia a Marx de Hegel, consciente de que Marx le da, por su mismo pensamiento, la razón a la Aufheben hegeliana. PUES MARX ES LA AUFHEBEN DE LA LÓGICA hegeliana, al saber identificar el principio de trascendencia con la clase determinada, en sí y por sí, a intentar negar la negación de la humanidad.
charlie dice:
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_4687000/4687001.stm
andrea dice:
Excelente artículo.Siempre se ha pensado,por el pensamiento único,que Lenin era «el práctico» y Marx el «teórico».Nada más lejos de la realidad.Marx era un gran organizador,primero del primer partido comunista del mundo,el alemán y después de la 1ª Internacional-destruida por Bakunin y las conjuras anarquistas-.A tal punto era organizador,que la burguesía le hizo «lock out»,no permiténdole trabajar,gracias a Engels que lo mantenía y tuvo que exiliarse de Alemania,Francia e instalarse en Inglaterra-donde conoce a la clase obrera inglesa y estudia de primera mano el capitalismo-