Tres de cada cuatro afganos se han visto obligados a desplazamientos a lo largo de sus vidas. Un pueblo que ha padecido la guerra y destrucción de dos invasiones militares: la Unión Soviética y los Estados Unidos, y que sufre hoy el régimen fascista talibán. Miles y miles de refugiados huyen del terror; acogerlos, atenderlos y brindarles un futuro de seguridad y prosperidad es un deber moral y humano. Sin embargo, la alternativa de la Unión Europea se basa en pagar a los países limítrofes de Afganistán para asegurarse de que la problemática “no le salpica”.
El 7 de octubre de 2001 los Estados Unidos de América, acompañados de sus países aliados -y cómplices-, invadieron militarmente Afganistán. Se han marchado del país el 15 de agosto del 2021.
Han pasado veinte años de guerra, un total de 7.252 días y 7.252 noches. Días con sus noches llenas de horror, de dolor, de tristeza atravesada en la garganta, de muerte.
Han sido asesinados 43.319 civiles afganos. 43.319 personas que hoy no están por culpa de una guerra en la que no participaron. No figuran en las estadísticas las personas fallecidas por falta de alimento o de agua, por no tener acceso a infraestructuras o por enfermedad. No se pueden contabilizar las familias desaparecidas, las vejaciones y torturas, las vidas rotas, el terror. Ahora, al fin, la guerra ha acabado, pero no ha terminado el infierno para el pueblo afgano.
Huir de una pesadilla…
Afganistán tiene el triste segundo puesto en número de refugiados a nivel mundial -solo superado por Siria-, y ostentó el primero durante más de tres décadas. A día de hoy, 2,6 millones de personas afganas están refugiadas -de forma regular- en el extranjero, y el número de personas que necesitan exiliarse se ha disparado.
Pero no es nada fácil salir del país. Las milicias talibanes se han colocado alrededor del aeropuerto internacional de Kabul y bloquean el paso de muchos afganos. Pakistán ha cerrado sus puertas a los refugiados tras la toma del poder por parte de los talibanes. Irán ha dado la orden de rechazar a todos los afganos que se presenten en los puestos fronterizos. Y el presidente turco, Erdogan, prometió completar un muro a lo largo de la frontera con Irán, donde cientos de personas afganas habían cruzado al país recientemente.
…Pero el “sueño europeo” está vetado
La UE no parece muy consternada por la vida de las afganas, sino más interesada en que el problema no le afecte a su territorio. Su plan consiste en convencer, a cambio de 600 millones de euros, a Irán, Pakistán, Tayikistán, Uzbekistán y Turkmenistán para que los refugiados se queden en sus países, bien lejos del suelo europeo.
Alemania, Francia, Italia, Polonia, Dinamarca o España son algunos de los países de la UE que enviaron sus tropas a Afganistán. Hoy abandonan a su suerte a decenas de miles de refugiados. Con una alternativa similar al ignominioso pacto firmado con Turquía en el año 2015, el apodado “pacto de la vergÜEnza”. Un acuerdo que dio la espalda entonces a los refugiados afganos. Y a los refugiados sirios, iraquíes, sudaneses, somalíes…
Un despreciable acuerdo que contó con un amplio y contundente rechazo popular. “Welcome Refugees” se convirtió en un difundido eslogan y hoy vuelve a estar vigente. Desde estas páginas nos sumamos al sentir mayoritario del pueblo europeo y español, que se opuso a la guerra y hoy defiende “bienvenidos, refugiados”.