Fermín Cabal tiene la habilidad de darle la vuelta a las historias y convertirlas en bisturís. Una oportunidad para hablar de teatro.
Fermín Cabal es parte fundamental de la columna vertebral de nuestro teatro. No solo por su condición de artesano y su producción artística, sino por el conocimiento profundo de sus entrañas. Dirige «Oídos sordos» en el Teatro Luchana hasta el 27 de diciembre. Una comedia sobre la exhumación de Franco que llega en el momento más oportuno.
Recientemente se ha incorporado como vicepresidente de la SGAE en un momento difícil de cambio. Un defensor de los autores y su independencia, desde el punto de vista de lo que significa para el patrimonio nacional y para la producción de pensamiento crítico.
¿Por qué eliges “Oídos sordos” y decides abordar la polémica sobre Franco desde la comedia?
España tiene una particularidad, entre las muchas que tiene, que es que ha tenido uno de los conflictos civiles más brutales del siglo XX y, sin embargo, la sociedad española no ha cicatrizado sus heridas, entre otras cosas porque las medidas que se tomaron cuando llegó la democracia fueron insuficientes. En aquel momento la gente las aceptó porque no había más remedio, el franquismo era muy fuerte porque era una democracia tutelada. Es escandaloso que después de tantos años de gobiernos de diferentes colores sigan habiendo familias que buscan los restos de sus familias sin ayuda del Estado, aunque es verdad que en algunos casos las diputaciones y los ayuntamientos han ayudado.
Mi hermano Ignacio Cabal escribió una novela sobre este tema que me impresionó porque no tenía conciencia de la dimensión del problema. Después me llegó una obra de una antigua alumna, Melania Sebastián, y me sorprendió el enfoque terapéutico, porque es tratar con humor un tema salvaje. Después de Camboya somos el país con más muertes de forma violenta por razones políticas.
La mayor parte de los espectadores que vienen a ver la obra no saben qué fue el 18 de julio, el alzamiento nacional o la muerte de Franco. Les tenemos que poner un vídeo para explicarlo. Hemos tomado distancia suficiente como para poder tratar este tema con humor.
En la obra le dais la vuelta a la realidad, porque Franco no está donde se le supone. ¿Buscas un objetivo político como en “Tejas Verdes”, una declaración de intenciones?
No ocultamos que nuestro enfoque es político. He tratado de documentar las vacilaciones en el proceso de la exhumación de Franco, desde las buenas intenciones iniciales al frenado actual. Los actores llegan a dirigirse al público para hablar de esto. Hay una crítica evidente a la laxitud con la que se trata este tema, y no solo este. Esta debilidad extrema de la izquierda es recurrente.
Son tiempo difíciles para la comedia…
Son tiempos duros, una crisis infinita que cada vez que parece que acaba, llegan los datos que anuncian que continua. Vivimos una crisis maquillada por el poder y de la que es responsable toda la clase política. Los pobres han aumentado, y los ricos también, casi se han multiplicado por tres. Es lo que tiene la crisis, hace a los ricos más ricos y a los pobres, más pobres.
Pero somos como somos. La gente cuando está en la cárcel o en el hospital se ríe. Aristóteles decía que somos el animal que ríe. Se trata de encontrar motivos para aliviar las penas.
¿Qué piensas de que hayan imputado a Dani Mateo por sonarse la nariz con la bandera?
Me parece un exceso y una limitación de la libertad de expresión evidente. Tú puedes tener una opinión contraria a determinadas actitudes, pero hay una cosa que es la proporción. Si un señor entra en tu casa a robar y tu le pegas cuatro tiros en la cabeza, vas a la cárcel. Tiene que haber una proporción entre la agresión y la respuesta. Esto, que es evidente en otros ámbitos jurídicos, de repente en los temas de libertad de expresión no se está cumpliendo. No se puede meter a una persona en la cárcel por el estribillo de una canción, cuando a la gente que ha defraudado no, porque se les condena a menos de dos años. Me parece una peligrosísima agresión a la libertad de expresión.
Recientemente afirmaste que la SGAE corre el riesgo de desaparecer. ¿Por qué?
La SGAE es una sociedad que crearon los autores. Después los editores accedieron a la condición de derechohabientes, porque así lo determinó la ley, sin ser autores. Los derechos de propiedad intelectual eran los derechos de los autores sobre su obra, pero cuando en el mundo anglosajón los editores discográficos y de la radio empezaron a comerciar con los derechos intelectuales se planteó el problema de si se podían vender y comprar los derechos. En el mundo europeo se protegen los derechos de propiedad intelectual hasta el punto que no se pueden vender, algo que es muy diferente en el mundo anglosajón. Pero sí se pueden compartir o ceder. Y esto crea una situación en la que poco a poco los editores han accedido a las sociedades de gestión y esto desvirtúa la naturaleza de las sociedades. Y lo vemos en el caso español.
Hay un conflicto porque los editores de la televisión crean un mecanismo, que dicen que es legal, que tanto el juez como las sociedades internacionales han dictaminado que es un uso irregular de los derechos y de su reparto. Y es un mecanismo a través del cual se produce una concentración de autores que reciben cantidades ingentes y desproporcionadas de dinero. Además, su obra se comercializa por la noche cuando hay apenas audiencia, y esto ha generado una tensión interna que no se hubiera producido si no existiera este conflicto que hay que resolver.
Esto es lo que ha incendiado la SGAE, que los editores estén enfrentados. Solo los autores podemos sacar la sociedad adelante si llegamos a unos acuerdos que establezcan una normativa homologable con Europa.
Tu trabajo se estudia en los institutos, pero sigues teniendo que pelearte cada obra para que salga adelante. ¿Qué debe cambiar en el teatro para que existan canales más amplios de difusión para nuestros autores y directores?
Aunque soy juez y parte, ya que me preguntas contesto. Hay una característica que tiene el teatro en otros países, que es que la cartelera está llena de autores nacionales. Esas sociedades entienden que el teatro, como otros medios artísticos, expresa la identidad y el pensamiento y la voluntad de una sociedad. En España esto no es así y debería preocuparnos. En España la cultura no tiene buenos partidarios, la clase política la defiende mal. A diferencias de otros países vamos con retraso.
Además de esta carencia que afecta al público, el cine español tiene más conexión con el público que el teatro, está más próximo a la gente. El teatro se ha quedado muy light, muy aséptico y distanciado de la gente y de sus problemas. ¿Por qué? Porque el teatro está en manos de los programadores políticos, que no quieren líos. Los ayuntamientos son los propietarios de las infraestructuras donde se hace el teatro, no tenemos asociaciones privadas. El tejido teatral español fue calcificado y destruido por la dictadura, hasta el punto que cuando llegó la democracia se recuperó con la intervención municipal. Fuera de Madrid y Barcelona, la mayoría del teatro se hace en el ámbito municipal, donde se tiene un miedo terrible a las obras conflictivas. Esta es la raíz de todo el problema.