Ya se están dando, bajo la dirección de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaria, los primeros pasos para intentar reconducir el «problema catalán». No es una operación de «maquillaje político», sino una oferta real de negociación, que ha obtenido ya una respuesta favorable desde la Generalitat.
¿Estamos al inicio de un nuevo tiempo político en Cataluña? ¿El “choque de trenes” puede encarrilarse?
Intentar reconducir la herida abierta en Cataluña va a ser uno de los ejes de la nueva legislatura. El propio Rajoy ha reconocido que no se debe dar solo “una respuesta jurídica” -enviando al banquillo a dirigentes de la ex Convergencia como Más y Homs-.
El nombramiento como delegado del gobierno en Cataluña de Enric Milló, procedente de Unió Democràtica de Catalunya ha sido la primera señal.
En su toma de posesión, la vicepresidenta anunció que dispondrá de despacho oficial en Barcelona para alentar el diálogo con la Generalitat.
De hecho, Soraya Sáenz de Santamaría, ha tenido ya las primeras conversaciones con altos cargos de la Generalitat, un de ellas con Carles Puigdemont.
Y el vicepresidente catalán, el líder de ERC Oriol Junqueras, ha propuesto, por carta, a Santamaría una reunión formal para desencallar un “diálogo que trascienda las conocidas y, tal vez, evitables discrepancias sobre el referéndum previsto para septiembre de 2017”. Adjuntando un informe de la Cámara de Comercio de Barcelona que denuncia la falta de inversiones del Gobierno en Cataluña.
Este es un terreno de juego que, paradójicamente, coincide con la oferta planteada por el gobierno de Rajoy, firme en no aceptar un referéndum pero flexible al ofrecer concesiones, traducidas en una mejor financiación, muy del gusto de la alta burguesía catalana y que las maltrechas cuentas de la Generalitat necesitan para no acometer nuevos recortes que le costarían el gobierno a la ex Covergencia.
No podemos aventurar el resultado de estos primeros movimientos, a los que también va a afectar el desarrollo de una situación internacional donde crecen los factores de incertidumbre. Pero hay en marcha una operación para que, una vez instalado en Madrid el gobierno que todos los centros de poder deseaban, las aguas revueltas en Barcelona empiecen a “volver a su cauce”