Los números no tienen cara, no tienen ojos asustados ni bocas que dibujaron sonrisas. Y al no ver las caras, se borra la sangre.
Desde que empezó el pasado mes de junio han sido asesinadas nueve mujeres a manos de sus maridos o parejas. Eran Pilar Amaya, Maritza, Zunilda, Marisa, Alejandra, Susana, María del Carmen, Ramy Virginia, Josefina y Dolores. Vivían en Málaga, A Coruña, Madrid, Asturias, Valencia, Guadalajara, Gran Canaria, Valencia, Almería. La violencia no entiende de geografía y tampoco de edad. La última mujer asesinada por su marido, Dolores, tenía 86 años.
En este mismo tiempo, han sido asesinadas dos mujeres, de las que no conocemos su nombre, por sus familiares más cercanos. Una mujer de 66 años ha sido asesinada por su hijo y otra de solo 28 años ha sido asesinada por su padre.
También hay dos víctimas varones de la violencia machista en el pasado mes. Dennis, de 22 años, ha sido asesinado por su padrastro, cuando intentaba defender a su madre del maltrato. Y Samuel, de solo 2 años -hijo de Alejandra-, asesinado por su padre.
Nos están matando. Nuestras parejas, nuestros hijos, nuestros padres. ¿Qué más tiene que ocurrir para que se tomen las medidas necesarias?

Solo en el primer trimestre del año 48.000 mujeres en nuestro país denunciaron sufrir violencia de género. Y se estima que el 70% de las víctimas de violencia de género no denuncia. Varios centenares de miles de mujeres sufren maltrato físico, psíquico, económico, sexual y nadie las protege.
Los asesinatos son la punta del iceberg, la parte más dolorosa e imposible de ocultar. Pero la realidad es más extensa, más profunda, terriblemente cotidiana y cercana a todas.
Y no, la justicia no siempre escucha, ni da las respuestas necesarias. Recientemente ha sido noticia un titular escalofriante: “absuelven a un joven de violar a una niña de 11 años dejándola embarazada”, entre los motivos de los jueces, se incluía “el prematuro desarrollo físico” o el uso del maquillaje.
Nunca vi a un adolescente al que le vendieran alcohol por su altura, o a un señor adelantar su jubilación por las arrugas de su piel. Sin embargo, ser una niña (NIÑA) de 11 años y haber “desarrollado prematuramente” te hace tener menos derechos. Y si te maquillas… estás perdida.
¿Cómo vamos a erradicar la violencia machista si se perpetúa en los juzgados? ¿Cuánto más tenemos que aguantar?

