Editorial

No nos contéis más cuentos… de que la juventud es de derechas

Aunque sea preocupante que una parte de ella esté siendo intoxicada por la propaganda ultra, no, la juventud no está virando hacia la reacción. Está virando hacia la acción.

Ya se han contado todos.

Todos se han dicho y se han escrito.

Y todos se han ovillado y archivado.

Los ha contado el viejo patriarca,

los han cantado el coro y la nodriza

los ha dicho un idiota, lleno de estrépito y de furia,

se han grabado en la ventana y en la rueda

y se han guardado en cajas fuertes las matrices.

(…)

Pero yo no quiero cuentos…

No me contéis más cuentos.

«No me contéis más cuentos» (León Felipe)

Un clima de opinión recorre España, los titulares de prensa y las tertulias de televisión: “la juventud en España está virando a la derecha, hacia posiciones cada vez más reaccionarias, incluso hacia la extrema derecha y la nostalgia de regímenes autoritarios”.

No. No. No. Que no nos cuenten más cuentos.

Busquemos la verdad en los hechos. Esta semana dos movilizaciones han transcurrido por las calles y plazas de Madrid, con muy pocas horas de diferencia.

El domingo 30 de noviembre, en el entorno del Templo de Debod, unas 40.000 personas —fundamentalmente adultas, incluso de edad muy avanzada— se concentraron en una protesta ampliamente televisada. Cámaras, conexiones en directo, declaraciones a pie de calle… un despliegue mediático generoso. Se habló del “despertar ciudadano”, del “hartazgo transversal”, del “giro social” contra el gobierno de Sánchez.

Apenas 24 horas después, el lunes 1 y martes 2 de diciembre, cientos de miles de estudiantes colapsaron las calles de Madrid en una huelga estudiantil que llevó a abarrotar la Puerta del Sol. Una movilización masiva, histórica, diversa, combativa, con una energía que no se veía desde hace años. ¿Y la cobertura mediática? Prácticamente inexistente. Ni directos, ni tertulias, ni análisis sociológicos de urgencia. Silencio. Un silencio interesado.

Nos dicen que la juventud se ha vuelto de derechas. Es mentira, y lo saben. Lo que tenemos es a un cuentacuentos narrando desde los mismos púlpitos que años atrás intentaban despolitizar a la generación más golpeada por la precariedad y los abusos de este modelo económico. Un cuento que se derrumba cuando la realidad desborda sus titulares prefabricados.

Porque ésta no es una anécdota. Ahí está la juventud que ha encabezado este año masivas protestas por el derecho a la vivienda, sosteniendo mareas por la sanidad y la educación públicas, saliendo -más de 100.000 personas en Madrid, principalmente jóvenes- en la Vuelta Ciclista denunciando el genocidio en Gaza y protestando contra el equipo financiado por Israel, alzando la voz en defensa del clima y del planeta. Son quienes ocupan las plazas cuando el alquiler es impagable, quienes señalan a los especuladores, quienes paran desahucios, quienes ponen el cuerpo en cada lucha social que merece ese nombre.

Aunque sea preocupante que una parte de ella esté siendo intoxicada por la propaganda ultra, no, la juventud no está virando hacia la reacción, Está virando hacia la acción. Hacia la organización. Hacia la defensa de lo común frente al cinismo político y la indiferencia de quienes prefieren mirar hacia otro lado. Quien quiera comprender el país no debe mirar a Debod. Debe mirar a Sol: a esa marea de jóvenes que no piden permiso para defender sus derechos. Son ellos quienes marcan el rumbo. Y no será hacia atrás.

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