Desde principios de febrero, la buena noticia del alto el fuego en la Franja de Gaza recibió un gélido baño de agua fría, dejando el frágil acuerdo en papel mojado. Acompañado por Netanyahu en la Casa Blanca, Trump anunció que su «solución final» para Gaza consiste en una limpieza étnica de la Franja, deportando a 2 millones de gazatíes, para construir sobre las ruinas la «Riviera de Oriente Medio».
Un anuncio que pone a la tregua en la cuerda floja, pudiéndose romper en cualquir momento, especialmente por un gobierno de Netanyahu que está dispuesto -y ansioso- por reanudar los bombardeos y las masacres contra la martirizada población de Gaza, una violencia genocida que es condición necesaria para obligar al desplazamiento forzoso.
¿Están planeando en serio la reanudación del genocidio en la Franja de Gaza, y la ejecución de una nueva y masiva Nakba para dos millones de personas? Muchos piensan que el proyecto es demasiado incendiario para Oriente Medio, y que una nueva masacre junto con una masivo éxodo de palestinos podría desestabilizar a países árabes que son un apoyo del poder norteamericano en la región, como Egipto, Jordania o Arabia Saudí.
Pero estamos hablando de Trump y Netanyahu, dos representantes de los sectores más aventureros y belicistas de la clase dominante norteamericana e israelí. Hay numerosos indicios que hacen temer lo peor.

Cuestiones como que el Pentágono de Trump ha enviado a Israel las terroríficas bombas MK-84, cada una de las cuales pesa una tonelada, abre cráteres de 15 m y su radio letal alcanza 366 m. Una sola puede arrasar un barrio y llevarse cientos de vidas por delante. Hasta la administración Biden, en su esfuerzo fariseo por mostrar que estaba conteniendo a Netanyahu, se abstuvo de entregárselas.
Cuestiones también como que el ministro de Defensa de Netanyahu ha creado una nuevo departamento para «permitir» a los palestinos abandonar «voluntariamente» la Franja de Gaza. Más allá del neolenguaje sionista, estamos ante una secretaría para la limpieza étnica.
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Limpieza étnica… también en Cisjordania
Mientras en Gaza la desharrapada población civil reza por no volver a vivir otro infierno genocida, en una Cisjordania que ocupa mucha menos atención internacional, Israel lleva adelante brutales incursiones y también planes de limpieza étnica de importantes enclaves palestinos.

El pasado 21 de enero enero, tras la entrada en vigor de la tregua en Gaza, Israel inició una operación a gran escala en Cisjordania ocupada que bautizó como ‘Muro de hierro’ con el foco puesto en el campamento de Yenín, así como en así como Tubas y Tulkarem. Según ellos «por la presencia de milicias palestinas».
Desde el comienzo de la operación, al menos 28 palestinos han muerto por fuego israelí en Yenín, entre ellos civiles y niños, y otros siete en Tulkarem, según datos del Ministerio de Sanidad palestino, incluidos una niña de 2 años, un niño de 10 y otra de 14. Los soldados israelíes también asesinaron una mujer embarazada de 8 meses, que perdió al niño, además de a su marido, cuando fueron atacados en Nur Shams.
Ahora los tanques israelíes avanzan ya hacia la ciudad de Yenín por primera vez desde 2002. En aldeas cercanas a Yenín como Al Yamun o Silat Al Harithiya excavadoras israelíes, como suelen hacer en este tipo de operaciones, destrozaron calles e infraestructura crítica
El gobierno de Netanyahu ha anunciado que no permitirán el regreso a sus casas a los cerca de 40.000 palestinos que ha desalojado por la fuerza de los campamentos de refugiados de esta tres urbes norteñas de Cisjordania. De hecho las residentes palestinos desplazados de Yenin y Tulkarem dicen que Israel está llevando a cabo una campaña deliberada para hacer que los campos de refugiados del norte sean inhabitables. Un guión que ya hemos visto demasiadas veces.