Olas de calor, superganancias monopolistas y pobreza energética. Como un triángulo vicioso, estos tres elementos están íntima y mutuamente relacionados.
Mientras Iberdrola, tras obtener una ganancia récord de 3.885 millones, aprueba el mayor dividendo de su historia; mientras el precio del megavatio hora sigue rondando los 200 euros y España sufre olas de calor cada vez más recurrentes, tempranas y duraderas… la pobreza energética -que afecta al menos a 4,5 millones de habitantes- supone una barrera muchas veces insuperable para protegerse de las altas temperaturas, exponiendo a amplios sectores de la población a problemas de salud (insomnio, enfermedades cardiovasculares) e incluso a consecuencias fatales.
«Pasar calor también es una cuestión de clase. Cuando se habla de pobreza energética casi siempre se piensa en frío e invierno, pero cuando hay olas de calor ocurre exactamente lo mismo: están aquellos que pueden pagar [por climatizar sus hogares] y aquellos que no. En España sólo el 36% tienen climatización, y ojo, eso ni siquiera puede decir que se pueda poner. Porque una cosa es tener aire acondicionado, y otra poder pagarlo con el coste de la electricidad disparado, mientras las empresas energéticas multiplican sus beneficios. Cada año en España hay 1.300 muertes debidas a las olas de calor, y según la ONU, esa cifra podría aumentar hasta las 8.000 si las temperaturas siguen creciendo. Pero ninguna de esas muertes se produce en urbanizaciones de gente pudiente, ni donde viven los directivos de las grandes empresas energéticas. Se producen en los barrios más humildes, donde el aire acondicionado es una quimera o un lujo, y donde pasar frío y calor es demasiado habitual».
Así lo asegura Alan Barroso, conocido politólogo y habitual en las tertulias de Cuatro. Y lo que afirma es incontestable. Pasar calor, morirse de calor, tiene carácter de clase.
Atraco eléctrico, saqueo monopolista
Es indudable que la inestabilidad internacional es un factor que influye en el coste de las materias primas de la electricidad. Pero no es, en absoluto, el factor determinante de la factura de la luz más cara de la historia. Lo es la voracidad monopolista, la necesidad de importantes sectores de la oligarquía financiera española de obtener un superbeneficio en una de sus grandes áreas de negocio: la energía. Detrás de los intolerablemente altos precios de la electricidad -al igual que en otros componentes de la inflación, como los carburantes o la cesta de la compra- se oculta un atraco monopolista contra el conjunto de la población.
En la subida del precio de la luz hay millones y millones de perdedores… pero también algunos miles de ganadores. En 2021 las grandes eléctricas del Ibex35 ganaban más de 6.500 millones de beneficio. ¿Por qué? Porque el precio de la electricidad se había duplicado para hogares y empresas. Endesa, Iberdrola y Naturgy mejoraban sus resultados en casi 2.000 millones en un solo año -pasando a ganar una media de 700.000 euros cada hora- mientras el coste del kilovatio consumido se duplicaba.
Todo gracias a un sistema eléctrico de subastas mayoristas hecho a la medida de su voracidad monopolista, que les permite vendernos toda la electricidad que se produce en un tramo horario… al precio de la fuente energética más cara, la del gas. Como ir a comprar pollo y que te lo vendan a precio de bistec.
Detrás de ‘la factura de la luz más cara de la Historia’ está la voracidad monopolista de unas eléctricas cuyos principales propietarios son el capital extranjero
La guerra de Ucrania y las turbulencias que ha creado -en el acceso al gas ruso, pero también argelino- o la declaración de la Península Ibérica como una «isla energética» dentro de la UE que puede limitar el precio del gas a 40 euros en 2022 no han impedido que las grandes eléctricas vayan camino de un nuevo récord de beneficios este año. Así, tras anunciar que la compañía espera alcanzar un beneficio récord de entre 4.000 y 4.200 millones de euros, el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, anunciaba a sus accionistas el mayor dividendo de la Historia de la eléctrica.
Unos beneficios obscenos -Sánchez Galán, que hace poco protagonizó una polémica al llamar «tontos» a los consumidores de la tarifa regulada, ya gana 13,20 millones de euros al año, 5.000 euros cada hora- que no sólo son producto de un atraco monopolista, sino de un saqueo por parte del capital extranjero. Hace ya varios años que el interruptor de la luz en España está en manos de grandes capitales europeos… y sobre todo norteamericanos. Tres fondos anglosajones controlan el 63% de Naturgy; el 70% de Endesa es propiedad de la italiana Enel; y el capital norteamericano (Blackrock, Vanguard, Capital Group, Fidelity, entre otros) es el dueño de casi un 10% de Iberdrola.
Cuando usted paga su cada vez más dolorosa factura de la luz, una parte cada vez más importante de su cuota va a parar… a las bolsas de Wall Street, Londres, Roma, París o Berlín.
Achicharrados por la factura, abrasados por la pobreza
Este nivel abrasador de la factura de la luz está directamente relacionado con la pobreza energética… y con la imposibilidad de refrescar adecuadamente los hogares en verano para millones de familias. Según datos del Ministerio de Transición Ecológica, los hogares que no pueden mantener una temperatura doméstica adecuada -en invierno o en verano- son casi el 11%, y el porcentaje de familias que tienen dificultades para pagar la factura de la luz está en el 9,6%. Pero otros estudios, como el de REN21, un organismo vinculado a la ONU, eleva el porcentaje que sufre pobreza energética al 17% de la población.
Al mismo tiempo que España se ha convertido en uno de los países con la electricidad más cara de Europa, el número de españoles en situación de pobreza energética se ha disparado. La pobreza energética afecta a 4,5 millones de personas en nuestro país, y según el Instituto Nacional de Estadística (INE), al menos 3 millones de hogares familiares en España tienen serias dificultades para acondicionar la temperatura, pasando frío en invierno y calor en verano.
Otros hogares sí se atreven a pagar las facturas de los aparatos acondicionadores. Y nos encontramos que, justamente en las zonas más expuestas a temperaturas tórridas en verano: Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura y Murcia… casi 1 de cada 4 habitantes pagan «facturas desproporcionadas».
Esto tiene un coste… en salud. No hay cifras oficiales de intervenciones sanitarias por altas temperaturas en verano, pero sí las tiene Cruz roja, que contabilizó el estío pasado 14.000 actuaciones (que hay que sumar a las 17.000 atendidas en invierno), lo que supone un 15% más que las inicialmente previstas. Actuaciones significa en muchos casos equipos para refrigerar viviendas y, en muchos otros, pagar facturas que los usuarios no pueden pagar.
La pobreza energética y el calor también tiene un coste, en salud… y en muertes
Muertos de calor y de pobreza
Por último, la pobreza energética y el calor también tiene un coste… en muertes. Unas 1.300 personas fallecen al año en España por una mortalidad atribuible a las olas de calor, una mortandad que no afecta a todos por igual: deja más muertes en barrios con menos recursos, como demuestran publicaciones como las del Departamento de Epidemiología y Bioestadística de la Escuela Nacional de Sanidad, del Instituto de Salud Carlos III. Según su estudio, realizado en Madrid, se detectaron fallecimientos ligados al calor extremo en solo tres distritos: Tetuán, Carabanchel y Puente de Vallecas. El único factor que explica este comportamiento es el nivel de renta.
“En Tetuán y Puente de Vallecas, el efecto del calor es inmediato: la mortalidad se produce el mismo día que se supera la temperatura umbral. ¿De qué manera afecta la renta a la mitigación del calor extremo? “Condiciona el uso de sistemas de aire acondicionado en los hogares, y además [las familias] presentan dificultades para afrontar la reparación y mejora de la vivienda e incluso puede determinar la asistencia y salud de las personas vulnerables”, asegura Cristina Linares, coautora del estudio.