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Moncloa pide ayuda a Berlí­n y Parí­s; Lisboa y Atenas hablan con Iglesias

La enrevesada partida de ajedrez española también se juega en el tablero europeo.

La enrevesada partida de ajedrez española también se juega en el tablero europeo. Mariano Rajoy ha encargado a su círculo de confianza que contacte con destacadas personalidades de la socialdemocracia alemana y del socialismo francés para pedirles su intercesión ante el PSOE en favor de un gobierno de gran coalición en España, como garantía de estabilidad política. A su vez, figuras destacadas de la política griega y portuguesa se han dirigido a Pablo Iglesias, líder de Podemos, para que facilite la investidura de un presidente socialista en España, para acentuar el giro a la izquierda en el Sur de Europa y contribuir a la modificación de las actuales relaciones de fuerza en el interior de la Unión Europea. En paralelo, Pedro Sánchez cultiva una óptima relación con el nuevo primer ministro portugués, el socialista António Costa, que ha desplazado del poder al centroderecha con la ayuda de la nueva izquierda y del viejo Partido Comunista.

Mientras el Rey recibe a los representantes de los partidos con representación parlamentaria para consultar sus preferencias y puntos de vista ante el encargo de investidura, se está produciendo un significativo cruce de gestiones exteriores – hacia el extranjero y desde el extranjero– en favor de las dos grandes opciones en liza: un gobierno de gran coalición presidido por Rajoy, o una alianza de izquierdas, con apoyo activo de los nacionalistas vascos, que daría la presidencia a Sánchez.

Emisarios de la Moncloa, según ha podido saber La Vanguardia, han contactado en los últimos días con el dirigente socialdemócrata alemán Martin Schulz, actual presidente del Parlamento Europeo, para que defienda las virtudes teologales de la Grosse Koalition alemana ante un PSOE cismático que ha redescubierto la luz misteriosa de Lisboa. Schulz es miembro del Presidium del SPD, máximo órgano de dirección del partido socialdemócrata alemán, y mantiene una fluida relación con políticos españoles de todas las tendencias.

A su vez, el Gobierno Rajoy también ha trasladado cierta petición de ayuda, siempre de manera oficiosa, al comisario de Asuntos Económicos de la Comisión Europea, el socialista francés Pierre Moscovici, hombre de París en Bruselas. Los socialistas franceses no fabrican grandes coaliciones. Ayudaron al Gobierno griego de Syriza en la difícil crisis de julio del 2015, cuando la línea dura alemana les amenazaba con la expulsión del euro, y hace unos meses contemplaron con buenos ojos el giro a la izquierda de Portugal. A Moscovici se le han comunicado argumentos de eficacia económica. En noviembre pasado, el comisario de Asuntos Económicos puso en duda la veracidad del presupuesto español del 2016. Y en fecha reciente ha vuelto a recordar que España deberá efectuar nuevos ajustes si ese presupuesto se demuestra incorrecto. Mensaje de Madrid: sólo un Gobierno estable y de amplia base parlamentaria puede garantizar el cumplimiento de los objetivos de déficit.

En dirección contraria, Pablo Iglesias ha recibido llamadas de Atenas y Lisboa, ciudades en las que tiene excelentes contactos políticos. A primeros de año recibió una llamada de felicitación del primer ministro griego Alexis Tsipras, acompañada de una reflexión sobre la conveniencia de un giro a la izquierda en España, para dar grosor al bloque crítico del Sur de Europa y evitar el aislamiento del nuevo gobierno portugués. Hay buena comunicación entre Lisboa y Atenas. Aquellos mismos días, Pedro Sánchez efectuaba un viaje relámpago a la capital portuguesa para entrevistarse con el primer ministro Costa, encantado de recibirle. “António, ¿cómo lo hiciste?”. Esta era la pregunta que Sánchez quería publicitar a orillas del Tajo. Costa, exalcalde de Lisboa, político con fama de habilidoso, hombre de rasgos hindúes nacido en la antigua colonia portuguesa en Goa, logró tejer un laborioso pacto parlamentario con el Bloque de Izquierda, formación de alguna manera equivalente al Podemos español, y con el rocoso Partido Comunista Portugués, enemistado con los socialistas desde 1975, cuando la revolución democrática estuvo a punto de descarrilar como consecuencia del enfrentamiento entre radicales y moderados en el seno de las fuerzas armadas.

Iglesias también ha recibido mensajes pro pacto de sus compañeros portugueses del Bloque de Izquierdas, que no participan en el Gobierno Costa, pero le apoyan en el Parlamento.

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