Como si estuviéramos en la Europa napoleónica, Macron ha puesto en marcha el Servicio Nacional Universal (SNU), una versión moderna de la mili, con el objetivo de que los jóvenes franceses se eduquen en los valores del compromiso nacional, se fomente el mestizaje social y, a la vez, se les dé empleo a un ejército de jóvenes en paro. Pero, ¿qué hay detrás de esta levée en masse? ¿la necesidad de atajar el problema del paro juvenil?, ¿los delirios trasnochados de volver a la época de la Francia napoleónica?, ¿o corresponde a un proyecto que cada vez más países están adoptando?
En 1996, el entonces presidente de la República francesa, Jacques Chirac, suprime el servicio militar obligatorio considerándolo como una institución que ya había cumplido su cometido. Veintitrés años después, Macron la moderniza con aparentemente un doble objetivo. El primero es resolver un problema real: de los 850.000 jóvenes de entre 16 y 18 años, un 20% está en una situación que “ni estudia ni trabaja”, así que con esto se les daría un oficio y al acabar tendrían la opción de recibir un crédito universitario para poder hacer una carrera. El segundo objetivo sería “fomentar la unidad nacional”, promoviendo el mestizaje de las distintas clases sociales y realizando actividades culturales que eduquen en los valores de Liberté, Égalité, Fraternité, como si de un campamento de verano se tratase.
Esto podría parecer un hecho aislado, pero la realidad es que se está sumando a un modelo que cada vez más países están implantando. Lituania fue el primer país europeo en aplicarlo en 2015 y actualmente el 18% de su población entre 16 y 18 años realiza el servicio militar. Suecia lo suprimió en 2011 y lo reinició en 2017, y actualmente moviliza al 5% (cifra que prevén duplicar para el año 2021). Si volvemos a mirar a nuestro vecino galo, este año ha hecho un experimento con 2.000 jóvenes y el año próximo pretende a ampliarlo hasta 40.000.
Estos “campamentos de verano” están poco a poco ganando apoyos en la mayor parte de los países europeos. En Alemania, es un tema que poco a poco está ocupando los debates políticos, junto a las políticas de migración. En España, tenemos entre sus principales defensores al Teniente General del ejército de tierra Rafael Comas y al periodista Jorge Marirrodriga, quien calcando los argumentos de Macron defiende: “En términos sociales no es ningún disparate que los ciudadanos —y ciudadanas— de una democracia empleen algún tiempo en convivir con personas con quienes no se cruzarían jamás, que comprendan que la libertad hay que defenderla y que no todo es hacer lo que uno quiere cuando le apetece. Nadie imagina lo que pica el trasero hasta que te prohíben que te lo rasques. ”
La situación va a más cuando vemos que John Kelly, actual jefe de gabinete de Trump, ve con buenos ojos esta medida y afirma que regresar al servicio militar permitiría aumentar su capacidad para desplazarse a zonas de guerra y fomentar la unidad entre los negros de Alabama y los blancos de Montana.
El proyecto de un imperio
A ambos lado del Atlántico esgrimen la misma respuesta, dicen que es para resolver el problema del paro juvenil y promover el estudio en educación superior, pero la realidad es que quieren que los jóvenes sustituyan los lápices y las herramientas de trabajo por fusiles. Porque esta es la verdad que nos quieren edulcorar: los jóvenes franceses (ni los de ningún país) no van a un campamento de verano y a la vuelta tienen la opción de un crédito para cursar estudios universitarios. Van a formarse como “máquinas de matar”, van a formar parte del engranaje militar de los distintos países. Estados Unidos, para mantener su hegemonía mundial, necesita cada vez más de un mayor esfuerzo militar, y por lo tanto también le exige a sus países vasallos que paguen “tributos de guerra”. El estado francés, y por extensión el resto, no están preocupados por el futuro de sus jóvenes y por eso no les está dando una respuesta que vaya a atajar sus problemas y necesidades. Sino porque las clases dominantes necesitan desesperadamente modernizar y fortalecer sus fuerzas armadas y para ello están usando a una parte importante de su población joven como carne de cañón. Tienen que pagar un fuerte tributo y, por lo tanto, tienen que estar preparados para la guerra.
Esta nueva forma de conseguir rápidamente soldados para sus guerras, tristemente se está extendiendo a cada vez a más países europeos y cada vez hay más voces que la están respaldado. Como dice el refrán “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”, y es que esperemos que esta tendencia no cruce los Pirineos como medida para poder pagar los impuestos de guerra que el hegemonismo norteamericano nos exige. Esto es totalmente contrario a los intereses de los jóvenes, primero porque es mentira que esto busque que los jóvenes tengan formación y les eduque en promover el mestizaje social, pero es que, luego, está al servicio de alimentar las nuevas necesidades de las clases dominantes europeas de tener ejércitos modernos y fuertes, además de alimentar la maquinaria bélica de Estados Unidos y estar al servicio de las guerras de la OTAN.