Desde que comenzó la crisis, el presidente del gobierno ha comenzado a desarrollar una faceta desconocida de su personalidad: la de mentiroso compulsivo. Emergió durante la campaña electoral de las generales pasadas (cuando, a sabiendas de que mentía, negó que hubiera una crisis y descalificó a los que la reconocían como «catastrofistas» y «antipatriotas») y ya no se ha detenido desde entonces. Oculta bajo una presunta capa de «optimismo», la sarta de mentiras de Zapatero incluye desde negar la crisis, a minimizarla, a decir que España está mejor preparada que otros países para afrontarla, a decir que tenemos el sistema financiero más sólido del mundo o a profetizar una salida inminente de la misma. Sólo sus muy fieles asumen ya que son «mentiras piadosas».
Pero, como dice el refranero esañol, las "mentiras tiene las patas muy cortas". Y si se trata de un "mentiroso compulsivo", su trayecto y su impacto se hacen cada vez menores, hasta perder todo su recorrido y toda su eficacia. Es lo que le ha pasado a Zapatero con la última trola lanzada nada más concluir la reunión del G-20 en Londres, cuando aseguró que ya se vislumbra la salida a la crisis y que la recuperación económica comenzará a finales de este mismo año. No habían pasado ni 24 horas desde esas palabras, cuando el propio Banco de España e, inmediatamente, el Ministerio de Economía daban a conocer las perspectivas más sombrías que se han trazado hasta ahora sobre la crisis real en España: un retroceso del 3% del PIB en 2009 y cuatro millones de parados; y para 2010, un nuevo retroceso del PIB del 1% y cuatro millones y medio de parados, un 20% de la población activa. Para hacerse una idea de lo que esto supone, una caída semejante del PIB no se había producido en España desde la guerra civil, y nunca había habido en España 4.500.000 parados. Nunca.Y a decir verdad, estas previsiones (que empeoran las realizas hace sólo tres meses por estos mismos organismos) aún empeorarán más a lo largo del año, como consecuencia de hechos que ya se están produciendo: caídas de hasta el 30% en la producción industrial, parón absoluto de la construcción, descensos de hasta el 50% en la compra de automóviles, bajón del turismo superior al 10%, hundimiento del consumo de los hogares (entre cosas, por el aumento del paro), lo que va a golpear brutalmente los cimientos de todos los sectores productivos básicos del país, no uno detrás de otro, sino todos a la vez, lo que puede llevar a una caída del PIB mayor del 5%.Amén de que las previsiones del Banco de España y de Economía no incluyen otros aspectos que también deberían valorarse, como, por ejemplo, que España es el país más endeudado del mundo y el que tiene una deuda per cápita mayor, lo que significa ni más ni menos que los principales recursos financieros del país se van a dedicar los próximos años a hacer frente a los pagos de esa deuda con la banca extranjera (por lo que continuará cerrado el grifo para la economía productiva y las pymes), y otro aspecto no menos relevante: la caída en picado de la "riqueza" de las familias españolas, que podría llegar a suponer un descenso del 50%, si tenemos en cuenta el descenso del precio de la vivienda (principal patrimonio de los españoles) y la la pérdida de valor de los activos financieros (prácticamente ningún valor de la bolsa española ha perido menos de un 50% de su valor en el último año y medio).Con esta perspectiva encima, y una catarata de datos, hechos y análisis que sólo auguran un empeoramiento de la situación, perceptible además mes a mes, la figura de un presidente del gobierno entregado a la práctica de la mentira compulsiva y el engaño por sistema resulta no sólo patética e irrisoria sino ofensiva e intolerable. Sobre todo cuando esas mentiras van acompañadas de una política económica, la de su gobierno, que sólo tiene un objetivo real: salvar a la Banca.Quizá el afán de enmascarar ese hecho escandaloso sea, probablemente, el detonante de su compulsión a mentir.