Armstrong ha sido despojado de sus títulos e inhabilitado. Pero, ¿por qué permanecen ocultos los responsables de que algo así sea posible?
Sería un gesto más allá de la inocencia, creerse que el ganador de siete Tour, uno de los mejores ciclistas de todos los tiempo, es culpable de dopaje y de tráfico de sustancias prohibidas y que ha mantenido esa actividad delictiva sin que nadie se enterase, o pudiese demostrarlo, durante tanto tiempo. Ni las agencias, ni las autoridades, ni los directivos, ni la industria farmacéutica suministradora de las sustancias… en el dopaje parece que los únicos culpables son los ciclistas y el deporte, claro.
No es el caso abordar el tema en este artículo, pero cuando se habla de dopaje es necesario, previamente, enmarcar las condiciones en las que entrenan y compiten hoy en día los deportistas, y cuáles son los intereses que mueven el espectáculo deportivo. Y esta es la primera razón por la que sirve la imagen del atracador de bancos John Dillinger.
Más allá de su atractivo como icono popular estadounidense en una de las épocas en las que los bancos fueron más odiados (a parte de la actual), Dillinger fue uno de los últimos gangsters. Asesinado por un agente del FBI a la salida de un cine, fue víctima de la política de Hoover, basada en perseguir a los gangsters como los enemigos públicos números uno, salvando a las verdaderas tramas mafiosas que colaboraban activamente con el FBI, y que ayudaron a Hoover a construir un efectivo y “muy informado” cuerpo policial federal.
El caso Armstrong
La agencia antidopaje estadounidense USADA es la punta de lanza de la acusación de consumir substancias prohibidas. USADA expuso sus acusaciones públicamente a través de un comunicado de 15 páginas que envió al ciclista, y a otras personas, en el que se hablaba de muestras de sangre tomadas entre 2009 y 2010, su periodo de regreso a la competición después de superar el cáncer. La negativa de Armstrong a enfrentarse a las acusaciones han llevado a su sanción inmediata.
El caso del supuesto dopaje de Armstrong se arrastra desde el Tour de 1999 cuando un diario francés publicó la noticia sobre supuestos positivos por corticoides de cuatro corredores, entre ellos el ciclista tejano, que luego conquistó el primero de sus siete títulos consecutivos.
La Unión Ciclista Internacional aseguró en aquella ocasión que Armstrong estaba «totalmente limpio». Armstrong afirma que en sus 25 años de competidor superó sin problemas 500 controles antidopaje, nada más y nada menos.
Los gangsters
La operación de dopaje, según la USADA va desde 1998 a 2007, e incluye en la acusación al médico italiano Michele Ferrari y a los españoles Pedro Celaya y Luis García del Moral, a su director deportivo Johan Bruyneel y al también preparador español José Martí. Pero se supone que la clave del caso Armstrong, o al menos esa es la información oficial, es el italiano Michele Ferrari, un médico que, según las investigaciones de la Fiscalía de Padua, recibió del ciclista tejano 465.000 dólares en 2005.
Ferrari, médico entre otros del suizo Tony Rominger, que batió en dos ocasiones el récord de la hora en 1994, está considerado como uno de los pioneros en el uso de la EPO en el deporte. La eritropoyetina es una hormona que aumenta la concentración de glóbulos rojos en la sangre y mejora el rendimiento muscular. «Una nueva operación de lucha por el poder entre los dos organismos»
Ferrari compareció como imputado en un proceso abierto en 2002 por el Tribunal de Bolonia, ante el que algunos ciclistas admitieron que tomaron EPO siguiendo el consejo del médico. Filippo Simeoni, de 31 años, ganador de varias etapas en la Vuelta a España de 2001, testificó que Ferrari le había recetado EPO y testosterona para mejorar su rendimiento, además de darle consejos para evitar que le fueran detectados en los controles antidopaje. La USADA ha presentado los testimonios de 10 ciclistas de cuatro equipos diferentes por los que ha pasado Armstrong, y algunas fuentes afirman que están implicados en el proceso más de 90 deportistas.
La mafia
Recordemos… la UCI era la responsable de dar por buenos muchos de los controles hechos a Armstrong. Y aunque podamos suponer que la pericia de los “gangsters” va en aumento, paralela a las investigaciones farmacéuticas en esta dirección, no es creíble tanta audacia criminal.
En las últimas semanas la Agencia Francesa de Lucha contra el Dopaje ha denunciado “la actitud negligente” de los comisarios antidopaje de la UCI y su trato de favor al equipo Astana durante el Tour de Francia. Denuncia que se añade al continuo rumor de sobornos que flota sobre el ambiente deportivo en las últimas fechas.
Las filtraciones sobre “mordidas” aceptadas, o pedidas, para tapar positivos van en aumento. No importa la sustancia (hormona del crecimiento, autotrasfusiones, nuevas EPO, Hematide, Aicar, Sestide…), la minuta parece rondar siempre los 300 euros, tal y como ha confesado recientemente un ciclista sancionado por dopaje. Y aunque existen casos como el de comisarios que no aceptan los 20.000 euros que ofrecía una triatleta austriaca, Lisa Hütthaler, a cambio de la destrucción de una muestra cargada de Dynepo, lo que no sale a la luz son los resortes que permiten que una trama se sostenga durante más de diez años sin que estalle.
Además, como le pasó a Hoover poco antes de morir, no es descartable pensar en que cuando los casos de dopaje salen a la luz es por el choque de intereses. Hay quien dice que el ataque de la AFLD a la UCI es una nueva operación de lucha por el poder entre los dos organismos que compiten en la misma tarea y en torno a los mismos intereses.
Dopaje
La sustancia más utilizada en el dopaje es sin duda la eritropoyetina, más conocida como EPO que es una hormona glicoproteica. También se han utilizado otras sustancias como el propanolol, la pemolina, las anfetaminas, los esteroides o la testosterona.
Resulta especialmente difícil detectar el uso inadecuado de sustancias cuando estas también son producidas de forma endógena por el organismo y es cuando se hace necesario recurrir a técnicas muy sofisticadas de análisis para demostrar que el aporte de esa sustancia es exógeno (o sea, que se ha tomado voluntariamente) y no endógeno (que esa sustancia la produce el propio organismo).
Los tres ejemplos de sustancias más difíciles de detectar son la hormona somatotropa, la nandrolona y la eritropoyetina. Siempre vamos a encontrar situaciones patológicas o subclínicas en las cuales todas estas sustancias pueden verse alteradas e incluso sobrepasar los límites artificialmente establecidos como de dopaje sin que eso signifique que la persona haya en realidad ingerido con intención de delinquir esa sustancias.