Masivas movilizaciones populares contra las políticas de Trump

«Dreamers», migrantes y mujeres son solo los ultimos ejemplos de una larga lista de sectores populares hastiados y enardecidos con el reaccionario inquilino de la Casa Blanca. Desde hace un año, no hay mes en el que las calles de las principales ciudades de EEUU -en especial Washington- no se llenen de manifestaciones festivas y combativas contra el gobierno de Donald Trump.

«¿Por qué tenemos a toda esta gente de países que son agujeros de mierda viniendo aquí?», «¿Por qué no traemos a gente de Noruega, por ejemplo?». Estas son las palabras de Donald Trump -referidas a migrantes de El Salvador, Nicaragua, Haití, Sudán y varios países africanos- pronunciadas en una reunión en La Casa Blanca. A pesar del desmentido de Trump, así lo ha publicado The Washington Post y así lo han confirmado los senadores demócratas, presentes en la reunión: «Dijo estas cosas llenas de odio y las dijo repetidamente».

Es la última gota de un vaso de xenofobia, racismo y clasismo que hace mucho que se desbordó. Trump mantiene su proyecto de construcción del Muro con México -un país, dijo en campaña, «que solo nos trae drogas y violadores»- a pesar de que el saldo migratorio es negativo desde hace cinco años (salen más mexicanos de EEUU que entran). Ha impulsado un veto migratorio anti-musulmán. Ha impulsado el supremacismo blanco, a la derecha alt-right y al KKK, con sus comentarios sobre Charlottesville -«hay gente buena en ambos lados» [los racistas y los que se manifestaban en contra]- ha exhibido sin pudor su negacionismo climático, su desprecio por la comunidad científica, su machismo superlativo. Ahora se dirige contra los unos «dreamers» que llevan mucho arraigados. Todo este veneno busca dividir y enfrentar al pueblo norteamericano.

Pero quien siembra vientos, recoge tempestades. Aunque el nivel de popularidad de Trump -o mejor dicho, de impopularidad- no baja de un sólido suelo del 38%, tampoco sube nunca más allá de unas décimas. La opinión pública esta férreamente dividida y consolidadamente polarizada ante Trump, y sus detractores son una amplia mayoría de la población.

La movilización de los sectores populares más agredidos por las reaccionarias políticas de Trump se une al de las minorías étnicas -afroamericanos, latinos y musulmanes- que ya comenzaron a protestar ante la ola de muertos por el gatillo fácil de la policía en la era Obama. Tienden a unirse y a coordinarse de forma solidaria, apoyándose entre sí, contra su enemigo común.

Las masivas manifestaciones de «dreamers» en las calles, que es la continuación de las que protestaron hace meses contra el veto migratorio, se ha combinado con las multitudinarias marchas de mujeres bajo la consigna #MeToo, que tienen al machismo de Trump en el centro de la diana. Y se juntan a las movilizaciones de haitianos, centroamericanos y africanos en protesta por el comentario de los «países de mierda», a las de afroamericanos del movimiento «Black Lives Matter» o a las de los ecologistas contra el Calentamiento Global.

Son cientos de miles de manifestantes, que representan a millones de norteamericanos indignados. Un gran movimiento democrático, progresista y popular que golpea en oleadas a los pies de la Casa Blanca.