«Un dragón en el patio trasero». De este modo calificaba una analista político uruguayo la reciente visita de primer ministro chino, Wen Jiabao, a cuatro países del Cono Sur: Brasil, Argentina, Chile y Uruguay. Aunque oscurecida por coincidir con el golpe de Estado en Paraguay, ha mostrado la envergadura de la apuesta estratégica de Pekín por Iberoamérica.
El dragón chino se cuela en el patio trasero yanqui. Y además lo hace por la puerta grande. La visita de Wen Jiabao ha mostrado que Pekín está dispuesto a seguir jugando muy fuerte, elevando incluso su ya alta apuesta, en la principal zona de influencia de Estados Unidos.
China se ha convertido en el segundo socio comercial de América Latina y el Caribe, con un intercambio anual de 240.000 mil millones de dólares, cuando hace solo 10 años apenas si llegaba a los 15.000 millones. Y Wen Jiabao ha propuesto duplicar el volumen de ese intercambio en los próximos 5 años. «No es del interés de ninguna gran potencia el fortalecimiento de un nuevo bloque de Estados»
Para ello, el primer ministro chino anunció la creación de un Fondo de Cooperación, al cual China aportará como primer paquete 5.000 millones de dólares y una línea de crédito de otros 10.000. Asimismo propuso crear un fondo especial de fomento a la cooperación agrícola, al que el gobierno chino dotará de entrada con una aportación de 50 millones de dólares y cuyo doble objetivo sería, por un lado, establecer un mecanismo de reserva alimentaria de emergencia de 500.000 toneladas, destinado a paliar los efectos de catástrofes naturales y a la ayuda humanitaria. Por el otro, crear entre 5 y 8 centros de investigación y desarrollo en ciencia y tecnología agrícola donde trabajarían en intercambio de conocimientos y experiencias 500 expertos y técnicos de ambos lados.
Entre 2003 y 2010, las inversiones chinas en la región sumaron cerca de 40.000 millones de dólares, convirtiéndose en el tercer mayor inversor directo en la región, por detrás de Estados Unidos y Holanda. Entre 2005 y 2011 China comprometió préstamos por valor de más de 75.000 millones de dólares, dirigido sobre todo a la explotación de recursos naturales y la construcción de infraestructuras, concentrados especialmente en 4 países: Brasil, Argentina, Venezuela y Ecuador.
Impulso a la integración
Sin embargo, con ser espectaculares los datos del desarrollo de las relaciones económicas entre China e Iberoamérica y sus perspectivas inmediatas, lo más importante de la visita de Wen Jiabao no estuvo en el terreno económico, sino político.
El Alto Representante General del Mercosur , el embajador brasileño Samuel Pinheiro Guimarães, señalaba recientemente en una carta que “en un mundo multipolar, en crisis, con grandes cambios de poder, no es del interés de ninguna gran potencia la constitución o el fortalecimiento de un nuevo bloque de Estados, en especial si son periféricos. Cualquier gran potencia considera más conveniente negociar acuerdos con Estados aislados, en especial si son países subdesarrollados, más débiles económica y políticamente”, llamando a reforzar los lazos políticos y la integración del Mercosur como única manera de transformarlo “en un bloque de países capaz de defender y promover sus intereses en este nuevo mundo que surgirá de las crisis que vivimos”.
Y hacia aquí es, exactamente, a donde se dirigen las propuestas de Pekín: a potenciar una vasta alianza estratégica que incluya también un tratado de libre comercio China-Mercosur. Como potencia emergente que busca un ascenso sostenible y pacífico, China, a diferencia de las grandes potencias imperialistas, sí está interesada en promover la aparición de bloques regionales emergentes con la suficiente fortaleza como para trazar su propio camino de desarrollo al margen de las presiones y dictados de Washington.
Que las distintas alianzas regionales de integración, ya sea Mercosur, Unasur o la Celac se refuercen es un interés estratégico común de los países de la región y de China. Pues constituye la base principal desde la que desarrollar unas relaciones de unidad basadas en el respeto mutuo, el trato en pie de igualdad y la atención a los intereses fundamentales de ambas partes.