Artur Mas Gavarró, a punto de cumplir 60 años, con una larguísima trayectoria política en CDC, en los gobiernos de Jordi Pujol, en la oposición municipal en Barcelona, cinco veces candidato (y ganador) de las elecciones catalanas y ‘president’ desde hace un lustro, dejará de ser jefe del Govern.
Artur Mas Gavarró, a punto de cumplir 60 años, con una larguísima trayectoria política en CDC, en los gobiernos de Jordi Pujol, en la oposición municipal en Barcelona, cinco veces candidato (y ganador) de las elecciones catalanas y ‘president’ desde hace un lustro, dejará de ser jefe del Govern. El proceso soberanista, que hasta hace escasas horas parecía abocado a una catarsis electoral de consecuencias imprevisibles, ha dado un nuevo vuelco de última hora. Mas cede paso al convergente Carles Puigdemont, alcalde de Girona, y logra a cambo una adhesión humillante de la CUP al proyecto de Junts pel Sí en la legislatura que este domingo se iniciará, a escasas horas del pitido final que hubiera provocado las nuevas elecciones, tras tres meses de larguísimas y tortuosas negociaciones en el seno del soberanismo.
La decisión de Mas es de una trascendencia extrema, dado que dentro y fuera de Catalunya su figura ha simbolizado en buena medida el llamado ‘procés’. Pero, según ha avisado él mismo (en tercera persona) en una comparecencia de autoafirmación, «Mas no se retira de la política, pero da un paso al lado en la presidencia porque el acuerdo es razonable en términos de salvar el proceso político». Los mismos argumentos que le llevaban a no ceder hasta el viernes, porque hacerlo era cargarse el proceso –porque los «ultrarevolucionarios de la superizquierda» impondrían su veto, dijo– sirvieron para justificar la decisión opuesta. Pero, sobre todo, la base argumental es la cesión de la CUP, que se compromete por escrito a no votar en contra de Junts pel Sí en nada que tenga que ver con el soberanismo, que hace una severa autocrítica y además renovará a parte de su grupo parlamentario.
A cambio, los anticapitalistas han logrado la cabeza que siempre habían exigido, la de Mas, al quien acusan de ser un tapón para el avance soberanista, porque su imagen está asociada acorrupción y recortes sociales. La ha logrado in extremis. ¿Por qué cede Mas? Confluyen varias razones políticas y personales. Las políticas, tal como ha expresado el mismo ‘president’, tienen que ver con que unas nuevas elecciones abocaban al «caos». En CDC y el Govern se admite que, para el partido, concurrir a las urnas en solitario en marzo era arriesgarse a una posible derrota, dado que CDC no pasa por su mejor momento. Prueba de ello es que Mas ha explicado que se dedicará ahora a renovar el espacio político de su partido, que está «un poco debilitado».
Otro motivo para la decisión final son los consejos que su propio entorno y las entidades soberanistas le han dado en las últimas horas en este sentido. En la reunión del grupo parlamentario de Junts pel Sí del jueves, algunos diputados de la coalición se lo propusieron directamente. Añádase a ello que Mas, a cambio de dar un paso a un lado, se desdice de la promesa de retirarse de la política en 18 meses. Se guarda la carta de volver a disputar la presidencia «según como vayan las cosas en Catalunya». Finalmente, no es desdeñable el factor humano. La esposa de Mas, Helena Rakosnik, estaba en primera fila en el Palau de la Generalitat escuchando como el dirigente nacionalista admitía una vez más que a nivel familiar y personal no le faltaban motivos para lograr una mayor «tranquilidad» a partir de ahora.
La explicación de Mas sobre su decisión ha tenido también argumentos para la polémica: «Aquello que no nos dieron las urnas se ha corregido a través de la negociación». Es decir, que a falta de una mayoría suficiente, se ha doblado el espinazo de la CUP («El acuerdo da la vuelta a la tortilla», ha proclamado Mas conindisimulado orgullo frente a sus adversarios anticapitalistas) para que dos de sus diputados se integren practicamente en las filas de Junts pel Sí.
BALANCE DE CINCO AÑOS: «HACER EL BIEN»
La de Mas ha sido una comparecencia de autoafirmación. Ha dicho haber procurado siempre en su carrera hacer «el bien» y que lo dicho y lo hecho fueran coincidentes. Tocaba reivindicarse. Ha salido a la plaza de Sant Jaume, donde ha recibido muestras de apoyo. Y ha entrado en la sede de su partido entre aplausos emocionados de dirigentes de la ejecutiva, que ha tenido lugar de urgencia tras el anuncio y con todas las decisiones y acuerdos ya tomados.
El que este domingo será nuevo ‘president’, Carles Puigdemont, dedicó su primer tuit a elogiar a Mas y al ‘procés’: «Tenemos un proyecto en marcha, bien orientado y sólido. Todos estamos llamados, todos hacemos falta. Gracias, ‘president’, por liderar y por perseverar». También ERC y las entidades soberanistas mostraron su satisfacción por el resultado final del acuerdo. En CDC cundió la sensación de satisfacción, si bien algún dirigente no escondía, en privado, su estupefacción e incluso su rechazo al sacrificio personal de Mas.
Mientras, el proceso soberanista da una nueva muestra de su extraordinaria mala salud de hierro. La política catalana ofrece guiones insólitos. Para otro momento quedará la autocrítica. Este sábado solo la CUP se ha fustigado con saña en el texto del acuerdo. CDC, por su parte, pierde a su líder carismático dentro del Ejecutivo. Solo ERC emerge sin heridas en este nuevo escenario que, además, le proporcionará la vicepresidencia del Govern, paraOriol Junqueras, y el control de toda el área económica. Porque elpacto de julio entre CDC y ERC para repartirse el Govern al 60%-40% y ceder a los republicanos el número dos del Govern mantiene ahora toda su vigencia.