Llegaron de Cibeles llenando la calle de Alcalá, y también por las calles adyacentes y en solo dos horas habían abarrotado la Puerta del Sol, era una marea humana, la marabunta de la indignación. Fueron 40.000 según algunos medios, 300.000 según Podemos y 100.000 según la Policía. Da igual, la plaza madrileña y alrededores estaban a rebosar y en ella Pablo Iglesias cabalgaba su imaginario Rocinante, imitando a don Quijote, –y aclamado al grito de ‘presidente, presidente’- para cumplir sus sueños que dice que se toma muy en serio y su empeño de triunfar en la emblemática Puerta del Sol de Madrid, el kilómetro 0 de España, ‘la puerta del cambio’ la llamó, mientras los presentes gritaban ‘sí se puede’, ‘tic, tac, tic, tac’ y ‘el pueblo unido jamás será vencido’.
Eso sí, todos o casi todos eran de izquierdas, de Podemos, de IU, del PSOE y llegados de muchos lugares de España. No se detectaba la sensación de un proyecto político trasversal que desde la izquierda a la derecha pasando por el centro como pretende Iglesias y a pesar de ‘las manos tendidas’ que él mismo ofreció en su discurso reiterado –como el de sus compañeros- sobre su argumentos conocidos del paro, la emigración, la sanidad, la educación, los desahucios, la gente sin calefacción, las familias arruinadas, etcétera y sobre la corrupción al tiempo que decía que los actuales gobernantes han lanzado las instituciones contra el pueblo.
Un discurso sin mucha novedad, con llamamiento al quijotismo y menciones a la Puerta del Sol del ‘Dos de Mayo’, al 15-M de 2011 y al balcón donde se declaró la II República, que dijo que está en el ADN de Podemos pero sin mencionar la palabra República, que han querido eludir para no alarmar. Por ello no hubo en la plaza muchas banderas republicanas (pudieron haber llevado 10.000) porque los organizadores habían pasado la consigna de ‘manifestación sin banderas’.
En realidad Iglesias y su equipo buscan no alarmar y unir mas que separar, a sabiendas que este es un largo año electoral. Y presumen que no piden nada y que tampoco prometen nada, pero dicen que es la hora de ganar las elecciones con ese discurso etéreo en el que se resumen en las causas sociales de la indignación, que es reiterativo y va a necesitar de un nuevo contenido y un programa porque es demasiado simple y empieza a cansar.
Desde luego no a los llegados a la Puerta del Sol a los que se les dijo que estaban viviendo un momento histórico, que en cierta manera recordó a los inicios de la transición cuando lo que se pedía era ‘libertad’, mientras que ahora lo que se pide es, ante todo, trabajo, sanidad y educación. Y también un cambio de política en España y la UE y romper el candado de la Constitución de 1978 pero sin decir para qué.
Sin saber si quieren poner en marcha un periodo constituyente, la reforma federal del Estado, la separación de los poderes púbicos, otra ley electoral y muchas cosas mas. Como no se sabe qué pretenden hacer con la economía, el paro y la deuda publica por mas que Iglesias y los suyos reclamaron sus conquistas sociales y ecológicas, con elogios al gobierno griego y en clara advertencia a Merkel y a la UE, donde a buen seguro se habrá seguido con interés la exitosa manifestación de Madrid.
La capital del Reino de la que salieron ayer escopetados para Barcelona y Valencia, respectivamente, ambos líderes del PP y PSOE criticando a Podemos sin mencionarlos. Rajoy diciendo que lo ven todo ‘en negro’ y Sánchez que no aportan ideas, y ambos a la espera del pacto bilateral sobre la ley antiterrorista donde se incluye la cadena perpetua que está a punto de tragar el PSOE, en medio de crecientes críticas en el seno de su partido donde reina la inestabilidad.
Aunque para problemas internos los de IU, empezando por Madrid donde están al borde de la ruptura precisamente por causa de Podemos, con los que una buena parte de IU quieren confluir. Podemos quiere ser el cambio y la alternativa de Gobierno frente al PP al que promete derrotar sin citar al PSOE, porque ellos son la nueva izquierda española si es que aguantan y mantienen su actual nivel de movilización.
Se presentan como los nuevos patriotas, denunciando ‘la marca España’ y reclamando la democracia y la soberanía nacional frente a la UE como colofón de su fiesta madrileña con la que acaban de iniciar el curso electoral.