Trump derriba la reforma sanitaria de Obama
La reforma sanitaria de Obama (conocida como Obamacare) es una de las dianas de los republicanos desde que se promulgó en 2010. «Es tiempo de terminar con esta pesadilla», ha declarado Donald Trump, comenzando la voladura controlada y por etapas del sistema sanitario diseñado por la administración anterior. En su lugar, se esboza un nuevo modelo a la medida del poderoso lobby de las grandes compañías sanitarias y aseguradoras norteamericanas, a las que el esta ley obligaba a reducir el margen de beneficios.
En 2011, año en el que empezó a funcionar la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible, conocida popularmente como Obamacare, 48,6 millones de americanos estaban sin cobertura médica, un 15,7% de la población. La reforma de Obama pretendía reducir drásticamente el número de ciudadanos sin asistencia sanitaria y reducir los gastos en materia de salud, haciendo que todos los norteamericanos pudieran -y obligatoriamente tuvieran que- contratar un seguro privado de salud, aunque fuera uno ‘low cost’. La mayoría de los como norteamericanos pasaban a ser clientes de las aseguradoras privadas, aunque obligando a éstas a reducir el margen de beneficios. Una reforma que iba a beneficiar a unos 34 millones de estadounidenses cuando estuviera plenamente implantada.
Todo ello va a ser desmantelado -paso a paso pero implacablemente- por Donald Trump. La Casa Blanca desmantela las disposiciones básicas de la reforma sanitaria de Obama, incluyendo los subsidios para ayudar a la adquisición de seguros médicos -sustituyéndolos por desgravaciones fiscales- y congela el programa para los más desfavorecidos (Medicaid).
El plan de Trump -en lugar de obligar a las aseguradoras ofrecer a los bolsillos menos favorecidos seguros de salud asequibles- pretende generar un sistema de créditos fiscales -de entre 2000 y 4000 millones- para ayudar a los estadounidenses a comprar seguros médicos y eximirá a las empresas de tener que ofrecer una alternativa de cobertura médica a sus trabajadores.
Un préstamo para que cada ciudadano se pague un seguro privado. Pero el dinero disponible para ese seguro va disminuyendo según la edad del perceptor: los jóvenes reciben préstamos mayores, y por tanto pueden acceder a mejores seguros. Los mayores, menos dinero, y por tanto peores seguros. Los individuos sin capacidad de devolver el préstamo no lo perciben. Si no hay dinero, no hay préstamo, no hay cobertura sanitaria. Despiadadamente sencillo.
Así Trump logra dos objetivos. Por un lado favorecer al sector de la población relativamente jóven (menor de 40 años), relativamente pudiente y solvente: la base social de masas que lo han aupado con su voto, obrero blanco, mediana edad, y aspirante al sueño americano. Por otro lado -lo más importante- favorecer al poderoso lobby de las compañías sanitarias y aseguradoras, y de rebote a los bancos. Los norteamericanos pagarán más dinero -con los intereses- por seguros sanitarios de menos calidad, excluyendo del sistema -como toda la vida se ha hecho en EEUU- a los “seguros no rentables”.
Trump no puede derribar el Obamacare de un golpe y que caiga a plomo. Hay demasiados intereses en juego, 22 millones de norteamericanos que ya han contratado un seguro sanitario bajo los auspicios de esa ley. Y además una liquidación súbita de la fiscalidad que lo sustenta aumentaría el déficit federal en 353.000 millones de dólares en 10 años, algo que EEUU no se puede permitir. Pero la intención de demolerlo y desmontarlo pieza a pieza es feroz y manifiesta.
¿Que es el Obamacare?
Olvídese de un sistema sanitario público, universal y gratuíto, financiado por los impuestos como el que conocemos en España y existe -con mayores o menores diferencias- en la mayoría de los países de la UE. En EEUU no existe nada así; tan sólo dos programas asistenciales para los casos más desprotegidos: el gobierno cubre la asistencia sanitaria de los mayores de 65 (Medicare) y a los más pobres (Medicaid). El resto de la población tiene que pasar por la caja del negocio privado de los fondos de pensiones. Los ciudadanos -bien a través de su empresa o de forma individual- tienen que pagar a través de su salario un seguro médico.
Antes de que Obama decidiera implantar su reforma sanitaria, cerca de 50 millones de estadounidenses no tenían ningún tipo de cobertura sanitaria. Cualquier especialista en seguridad sanitaria sabe -aunque sea desde el punto de vista más mezquinamente economicista- que eso es un peligro, no sólo para esos ciudadanos, sino para la salud pública y para la economía de un país.
A partir del 2014, el Obamacare impuso como requisito obligatorio a los ciudadanos la contratación de un seguro médico, sancionando en caso de no hacerlo con multas de hasta un 2,5% del salario. Los inmigrantes sin papeles y otros colectivos empobrecidos quedaban exentos de esta multa. Los bonificados en Medicare y Medicaid tampoco, ni los veteranos de guerra. La ley ampliaba los márgenes para ser atendido por Medicaid. Las empresas con más de 50 trabajadores debían proporcionar a sus trabajadores un seguro; y las de 25 o más empleados con sueldos por debajo de los 40.000 dólares/año eran bonificadas con desgravaciones fiscales si lo hacían. El Obamacare imponía a las compañías de salud la prohibición de negarse a atender una emergencia, ni a cancelar el seguro cuando el suscriptor se ponía enfermo nada más adquirirlo. Ninguna aseguradora podía negar la cobertura a un paciente por sus «condiciones preexistentes»: enfermos crónicos, gente que solicita un seguro estando enferma o gente que ha sufrido alguna enfermedad grave (como el cáncer) no tendría impedimentos para contratar un seguro ni les podían imponer cláusulas que no pudiesen pagar. Tales obstáculos eran la norma general del sistema de salud privado en EEUU: si no eres rentable como paciente, no estamos obligados a curarte. La ley declaraba ilegal que las mujeres pagaran precios diferentes al de los hombres y las subidas de tarifa superiores al 10% debían ser justificada por los Estados. Las mamografías, los tratamientos anticonceptivos y las pruebas de detección de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) pasaban a ser gratuitas. Los jóvenes pasaban a ser incluidos en el seguro de sus progenitores hasta los 26 años, y los mayores de 65 años pasaban a pagar menos por los medicamentos. Según las previsiones del gobierno Obama, la ley iba a beneficiar a unos 34 millones de estadounidenses cuando estuviera plenamente implantada.
sargento arensivia el de la cia dice:
Si,lo mismo me contaba un amigo yankee,que se ha intentado mil veces en los EEUU hacer la seguridad social y los Republicanos,representando al lobby de las farmaceúticas lo han impedido.Ahora Trump desmantela el Obamacare para gastarlo en armas,pero la ciudadanía norteamericana no es imbecil..ya lo pagará,ya