Tras un año en el que el reconocimiento de Juan Guaidó como «presidente encargado» de Venezuela ha crispado las relaciones entre el gobierno español y el de Nicolás Maduro, ahora Madrid y Caracas vuelven a resintonizar sus relaciones. Hasta el punto que Maduro ha pedido a España y “otros países amigos” crear un grupo de apoyo que facilite el diálogo ante las elecciones parlamentarias de este año en Venezuela, y que ayude al país a zafarse de la asfixia de las sanciones de Washington. Unos EEUU que ven con enojo el nuevo papel diplomático de Madrid.
Durante la última gira internacional de Juan Guaidó por varios países europeos y norteamericanos, el hace un año autoproclamado (con el respaldo de Donald Trump) «presidente encargado» de Venezuela no tuvo audiencia con Pedro Sánchez. El presidente español rehuyó la foto con un Guaidó que es, cada vez más, una vía muerta, una figura ligada al golpismo de los halcones de Washington, y cuyo capital político está cada vez más quemado.
En su lugar, fue la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, la que recibió a Guaidó. Fue un encuentro cordial, pero del que -al igual que del resto de cancillerías europeas- no salió compromiso alguno con la estrategia de «máxima presión» contra el gobierno bolivariano.
Cuando días después, en unas declaraciones, Pedro Sánchez, se refirió a Guaidó como líder de la oposición un año después de haberlo reconocido como «presidente encargado», la ministra afirmó que el líder venezolano es «dos cosas a la vez». Esto se suma a la polémica levantada tras el paso de Delcy Rodríguez, la vicepresidenta de Maduro, por el aeropuerto de Barajas, en escala a otro destino, en la que mantuvo un encuentro con el ministro Jose Luis Ábalos.
En la diplomacia los gestos y los detalles son todo un lenguaje. El representante oficial de Juan Guaidó en España, Antonio Ecarri, ha llegado a preguntar al Ministerio de Exteriores si había algún cambio en la posición política española sobre Venezuela. La respuesta ha sido que no, pero a los ojos de todo el mundo, la contestación es afirmativa.
No se trata de un giro de 180º. El gobierno de España vela por los importantes intereses de las grandes empresas españolas del Ibex35 en Venezuela, y esto obliga a ser pragmático. En los primeros meses de 2019, cuando Guaidó estaba recién «autoproclamado» y la creciente convulsión en Venezuela hacía incierto el futuro de Maduro, el gobierno de Sánchez -junto con el resto de la UE y siguiendo la batuta de Washington- reconoció a Guaidó, aunque sin romper nunca con la embajada del ejecutivo bolivariano (como sí hizo EEUU).
Ahora, con un Guaidó cuestionado dentro y fuera de su país, y con la constatación de que Maduro sigue llevando las riendas del país, Madrid ha optado por el realismo. España sigue defendiendo la necesidad de que unas elecciones libres, supervisadas por observadores internacionales imparciales y en condiciones democráticas, resuelvan la grave crisis política que ha polarizado en dos mitades enfrentadas al país caribeño, pero ahora su papel es el de la mediación entre las partes.
Así lo ha reconocido el mismo Nicolás Maduro, que en los últimos meses había lanzado no pocos dardos a España por su reconocimiento al golpista Guaidó. Maduro ha pedido a España y a “otros países amigos” crear un grupo de apoyo que facilite el diálogo con la oposición, para preparar el camino a unas elecciones parlamentarias -no presidenciales, como exige Guaidó- y que facilite a Venezuela una vía de escape a las asfixiantes sanciones de EEUU.
Unas sanciones que han sido ahora denunciadas por Venezuela ante la Corte Penal Internacional, y que han colapsado la producción petrolera y la consecuente caída al acceso a las divisas oficiales para la importación, causas a su vez de la grave crisis humanitaria que vive el país. En su apelación a la CPI, el gobierno de Maduro se apoya en las investigaciones de dos economistas norteamericanos, Jeffrey Sachs y Mark Weisbrot (del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington D.C.), que cifran en 116.000 millones de dólares el perjuicio financiero causado por la guerra económica de EEUU a Venezuela, y en unas 40.000 las muertes producidas como consecuencia de las draconianas sanciones aplicadas, en especial las causadas por la escasez de medicamentos e insumos médicos.
«Ojalá el presidente argentino, Alberto Fernández, nos ayude con eso. También se lo hemos hecho saber a España, Panamá, México y la Unión Europea”, ha dicho Maduro. “Ojalá ese grupo de países amigos le diga, le haga entender y defienda ante el Gobierno de EEUU el derecho de Venezuela a su desarrollo económico sin medidas persecutorias, coercitivas, criminales”.
Por otra parte las señales de cambio que lanza el gobierno de España sobre su postura en Venezuela han sido recibidas con estupor y preocupación -y con un nada disimulado enojo- en Washington. El encuentro entre Delcy Rodríguez y Ábalos ha sido calificado por el Departamento de Estado como “decepcionante” y “desalentador”. «Socava la política conjunta que EEUU y la UE han puesto en marcha sobre Venezuela», han añadido.
AnarcoÑ dice:
Creo que España no debe enemistarse con un gobierno del que dependen tantas inversiones españolas. Tampoco debe apoyarle, en nombre de glorias loables que precisamente han sido traicionadas por la burocracia venezolana. Cualquier complicidad con Delcy Rodríguez sobra. Tampoco con Guaidó. Venezuela, por las ambiciones de su oligarquía, fue el epicentro del ataque anglosajón a España hace dos siglos. Hoy, toda ella es hostil a España de nuevo (la burocracia apoyando a la burguesía burocrática catalana contra la igualdad en España). Y los opositores pro yankies otra vez contra la Hispanidad (como Maduro). España debe dejarse de ingerencias en cualquier sentido, pues, desde Bolívar, pocos amigos tiene España en la política venezolana.