En Francia, como en España, todo lo tocante a las pensiones públicas es un tema de alto voltaje social y electoral. Por eso, el anuncio de Macron que de facto, aumenta la edad de jubilación -que está ahora en los 62 años- hasta los 64, promete un otoño caliente de movilizaciones.
La ‘ecotasa’ al diesel que dió origen a la gigantesca ola de protestas de los ‘chalecos amarillos’ – es una agresión comparativamente mucho menor a la reforma de la jubilación que plantea Macron. Su impopularidad está asegurada y la respuesta ciudadana, también. ¿En qué consiste?
En Francia, la edad para jubilarse está fijada por ley en los 62 años, y tocar ese límite es poco menos que un tabú. La propuesta del Eliseo dice mantenerlo, pero plantea una trampa descarada. Quien decida jubilarse a los 62, como es su derecho, perderá un 10% de pensión. Quien lo haga a los 63, el 5%. Pero si aguanta dos años más, alargando su vida laboral a los 64… se verá “premiado” con un plus del 5% en la cuantía de su jubilación. El palo y la zanahoria.
La propuesta, presentada por encargo de Macron por el alto comisario para reforma de las pensiones, Jean-Paul Delevoye -que fue ministro durante la presidencia de Jacques Chirac- parte de un concepto de moda entre los economistas liberales a la hora de «repensar» los sistemas de jubilación, la llamada «edad de equilibrio»: la edad de jubilación a la que las cuentas públicas “ni ganan, ni pierden”. «Mantenemos una edad mínima de 62 años, pero si todo el mundo se jubila a esta edad, el sistema quedará desequilibrado», ha dicho Delevoye. Habrá que estar atentos por si empezamos a escuchar ese concepto al sur de los Pirineos.
La reforma no afectaría a los actuales jubilados ni a quienes lo van a hacer en los próximos años, -lo cual generaría una alarma social inmediata y desmesurada – sino a quienes se jubilen a partir de 2025, los nacidos en 1963.
Además, la reforma del Eliseo plantea una especie de «cotización por puntos» acumulados a lo largo de toda la vida laboral en función de las cotizaciones: 100 euros cotizados darán derecho a 5,50 euros de pensión al año. Entre otros efectos, esto se traducirá en la eliminación de la mayor parte de las ventajas que tienen algunos trabajadores con regímenes especiales. De ellos se benefician los policías, algunos profesionales del personal sanitario o los trabajadores ferroviarios.
Todo parece indicar que Emmanuel Macron, un producto puro de la elitista École Nationale d’Administration (la ÉNA, la factoría de cuadros de dirección de la clase dominante francesa), que fue ministro de economía del gobierno de Hollande y que junto a Manuel Valls fue uno de los principales inspiradores de sus controvertidas reformas laborales, busca en la reforma de las pensiones acudir a la reelección en 2022 con un poderoso aval ante la plutocracia francesa. La de ser un presidente que es capaz de lograr reformas ambiciosas e impopulares, aguantando la contestación de las calles.
Los sindicatos, la izquierda y los movimientos sociales ya se han puesto en pie de guerra. Ya se anuncia una gran movilización para el sábado 21 de septiembre, una fecha muy simbólica en Francia porque es el aniversario de la abolición de la monarquía. Con el precedente del pasado año, con las avenidas de las grandes capitales aún retumbando con las multitudinarias movilizaciones de los chalecos amarillos, y dada la extrema impopularidad de la reforma, se prevee no un otoño caliente, sino explosivo.