Aprovechando el previsible au revoir de Inglaterra y el incierto impasse alemán, Francia atisba la posibilidad de hacerse nuevamente con un lugar preeminente en la arquitectura política europea. Si le añadimos la ambición de Macron, puede que hasta anhele hacerse con el trono, aunque es sabido que en el caso francés es siempre mucho más lo que se quiere que lo que se puede. Sin el concurso de Alemania, Francia no puede arrastrar sola el carro de la UE y, mucho menos, plantearse un nuevo papel de la UE en el mundo.
El último aldabonazo de Macron para dar a conocer sus pretensiones fue la entrevista en The Economist, en la que anunciaba por sorpresa el funeral de la OTAN (de la que venía a decir que sufre “muerte cerebral”) y que es inútil para la defensa europea (y utilizaba los casos recientes de la actuación de Turquía y EEUU en Siria, a su aire, y sin contar con el apoyo y el reconocimiento de la OTAN). Anunciar a bombo y platillo la defunción de la OTAN y plantear que Europa debe asumir ya las tareas de su propia Defensa, no es una declaración baladí. Y prueba de ello es quiénes salieron en tromba a desmentir a Macron y proclamar que la OTAN sigue viva y es necesaria; desde la canciller Merkel a la nueva presidenta de la UE, amén de numerosos líderes de la Europa del Este, que ven en la OTAN un escudo de seguridad imprescindible y vital frente a las afiladas garras del oso ruso.
Pero Macron no se limitó a ponerle mecha a esa bomba, sino que señaló que la UE no puede seguir anclada por normas y compromisos del pasado (refiriéndose, obviamente, a las impuestas durante la etapa de hegemonía de Alemania) y debe renovar (se supone que ahora bajo su dirección) todo aquello que la bloquea. Y ya disparando directamente contra Alemania, dijo que la UE no puede ser un organismo que sirva exclusivamente a los intereses de Alemania, en contra de los de los demás.
Nada de esto es un programa concreto de actuación, es solo una declaración, o mejor, una proclamación. Pero su sentido y su intención son bien claros: ya que Inglaterra no va a estar y que Alemania tiene problemas que resolver, es la hora del liderazgo francés.
Ahora habrá que esperar a ver si esta proclama acaba en algún plan de acción… y si Alemania y los otros 25 estados lo van a respaldar. Para su desdicha, Macron no puede autocoronarse emperador.
Europa sin brújula
Con Inglaterra debatiendo hamletianamente su ser o no ser, con Alemania debilitada por su triple infección (crisis de liderazgo, virus de la recesión, cáncer de la ultraderecha) y Macron esbozando planes quién sabe si utópicos o simplemente verbales, que no ha consensuado con nadie, ni siquiera con su principal socio, Europa parece cada vez más un navío sin brújula que navega tambaleante en un mundo sacudido por tormentas de alta intensidad. A día de hoy, Europa ha perdido todo protagonismo en la mayoría de las crisis internacionales del presente. Su actitud ante los retos y provocaciones de los EEUU de Trump es variable e indecisa. Comercialmente, pierde terreno frente a China y las potencias emergentes de Asia. Su población envejece, y sigue sin hallar una respuesta común ante el desafío migratorio. El proceso de ampliación e integración está paralizado.
Y, sin embargo, Europa atesora recursos para afrontar todos estos problemas, sin necesidad de esperar a que una derrota de Trump devuelva la situación a la casilla de salida, que, además, ya no sería la misma. Europa necesita una brújula nueva, un rumbo claro y decisión para navegar en la tormenta, sin necesidad de mirar a ver qué ordena Washington.