A la reforma laboral puede aplicársele aquello de que ha salido de la sartén para caer en el fuego. Si entró en el Congreso como un ataque contra los trabajadores, ha salido convertida -gracias a los votos favorables del PSOE y la abstención de CiU, PNV y Coalición Canaria- en la mayor agresión en la historia de la democracia contra los intereses de millones de trabajadores asalariados y sus derechos laborales. Y todavía queda su paso por el Senado y la votación definitiva en el Congreso, donde algunos grupos pretenden empeorarla todavía más.
Con la reforma, Zaatero cumple con una de las grandes exigencias impuestas por el FMI y la UE: la creación del marco de relaciones laborales necesario para que pueda ejecutarse durante los próximos 20 o 30 años una rebaja salarial y un recorte de derechos sin precedentes sobre 20 millones de trabajadores. Rebajar sueldos, abaratar el despido, recortar derechos El gobierno dice que la reforma, al facilitar la contratación permitirá crear más empleo. Pero su objetivo es otro muy distinto. Lo que busca es crear las condiciones para que contratar a las nuevas generaciones de trabajadores que se incorporen al mercado laboral suponga menores costes empresariales, menos salarios, menos derechos laborales y mayor inestabilidad en el empleo. También las reformas laborales de Felipe González en 1986 y 1994 se hicieron en nombre de acabar con el paro juvenil. Pero su resultado fue condenar a uno de cada tres trabajadores (en su inmensa mayoría jóvenes e inmigrantes) a unas condiciones extremas de temporalidad, precariedad y contratos-basura, creando una nueva categoría de “trabajadores de segunda” sometidos a menos salarios, menos estabilidad y menos derechos que el resto. Ahora pretenden que 2 de cada 3 trabajadores pasen a formar parte de esa segunda categoría. Para ello, la nueva ley se dirige a provocar una sustitución masiva de los actuales trabajadores fijos por otros con sueldos más bajos y menores derechos. Por eso era imprescindible, como primer paso de la reforma laboral, abaratar el despido. A partir de ahora, bastará con que un empresario no solicite ningún crédito a los bancos durante seis meses para alegar la “falta de liquidez” necesaria para poder despedir a los trabajadores que quiera, dándoles la indemnización mínima. Hasta ahora, un empresario tenía que justificar pérdidas durante dos años para que los jueces admitieran los despidos. Con la nueva reforma bastará con que alegue que sus beneficios se han visto reducidos o que, simplemente, prevea que va a tener pérdidas en el futuro, facilitando así la extinción del contrato por razones económicas, técnicas, organizativas y productivas, lo que hará más fácil, más rápido y más barato que nunca el despido. Pero además de facilitar y abaratar el despido, la reforma abre de par en par las puertas para legalizar una rebaja salarial generalizada. Al permitir que los empresarios se descuelguen de lo pactado en los convenios, modificando “por causas económicas” las condiciones laborales –ya sea cambios en la jornada de trabajo, en la imposición de turnos, en la organización interna o en la renumeración de los trabajadores de acuerdo a esos cambios–, otorga nuevos y mayores poderes a los empresarios en detrimento de los salarios y derechos ya pactados y reconocidos a los trabajadores. Con la aprobación de esta reforma, Zapatero ha protagonizado la mayor agresión contra los derechos de los trabajadores de los últimos 30 años. Agresión que se suma a las ya realizadas como la congelación de las pensiones, la subida del IVA o la rebaja salarial a los funcionarios. Y a las que, nadie debe dudarlo, seguirán otras nuevas: el FMI acaba de publicar un informe en el que exige al gobierno un nuevo “recortazo”. Así van las cosas. Esta es la auténtica bomba de relojería que está gente está lanzando contra al 90% de la población. Ellos apenas son el 10%, y representan, en realidad, los intereses de una ínfima minoría que no llega ni al 1% de la sociedad española. Pero tienen el bastón de mando para imponerlos sobre nosotros. Y todo nuestro problema es cómo quitárselo. Qué línea debemos seguir para conseguirlo, qué tareas y qué objetivos nos tenemos que plantear de aquí al 29-S para que la Huelga General sea un éxito, paralizando el país y permitiendo la participación del 90% de la población en ella. La clave de todo Esa es justamente nuestra mayor fortaleza y la clave de todo: unir y movilizar a ese 90% de la población que somos objeto de sus ataques. Esta semana hará dos meses desde que el Movimiento de Unidad Popular contra la crisis puso en marcha la iniciativa de celebrar cada viernes de cada semana concentraciones unitarias, silenciosas e independientes de cualquier formación política, sindical o social en los lugares mas céntricos de cada ciudad barrio o pueblo para que los ciudadanos pudiéramos expresar públicamente nuestro apoyo a la Huelga General, crear entre toda la población un clima de opinión favorable y ampliar y extender progresivamente el número de gente que participe en ella. En todo este tiempo, uno de sus principales objetivos ha sido hacer visible que el 29-S no puede convertirse únicamente en una “huelga obrera”, en la movilización de una parte de la población, sino que tenemos que convertirla en una jornada de lucha que una y movilice a la inmensa mayoría de la sociedad española, porque son los intereses del 90% los que están siendo atacados. Lo que comenzó siendo una idea que inicialmente tuvo que abrirse paso a contracorriente se ha convertido hoy, 2 meses después, en un movimiento que agrupa ya a más de 50 ciudades de nuestro país. Quedan todavía ocho semanas y es mucho lo que podemos hacer para extenderlo y ampliarlo. El calado de la agresión que supone la reforma laboral pone ante cada afiliado sindical, ante cada delegado o miembro de comité de empresa, ante cada trabajador consciente la urgente necesidad de sumarse a esta tarea. No basta con movilizar en las empresas. Hay que sacar la denuncia y la lucha contra la reforma laboral a las calles de todas las ciudades y pueblos de España. Y unirla a las denuncias y reivindicaciones del resto de sectores de la población cuyos intereses también están siendo atacados: pensionistas, funcionarios, amas de casa, autónomos, pequeños y medianos empresarios,… Hay que ampliar la asistencia a las concentraciones, porque en cada una de las 8 semanas que quedan hasta el 29-S nos estamos jugando el éxito de la huelga y, con ello, que seamos capaces o no de hacer retroceder sus ataques. Hay que extender las concentraciones hasta los últimos rincones de la geografía del país, porque el 90% de la población española tiene que tomar conciencia de cómo sus intereses están siendo atacados y cómo nuestra mayor fuerza reside en que nos unamos para hacerles frente. Tenemos que recoger miles y miles de firmas de apoyo al Manifiesto del Movimiento de Unidad Popular contra la crisis porque es una de las formas más eficaces de hacer que más gente se entere y se una. Y tenemos que empezar a preparar ya su publicación a toda página, a principios de septiembre, en la prensa nacional a fin de que su llamamiento llegue, de un sólo golpe, a millones de personas. Debemos y podemos hacerlo. De todos y cada uno de nosotros depende. La experiencia de estos dos meses ha demostrado que cualquiera de nosotros puede hacer mucho para convertir el 29-S en un éxito. Cualquiera de nosotros podemos organizar, de una forma muy sencilla y siguiendo los pasos concretos que ha sintetizado la hoja informativa “Los Viernes por la Huelga”, una concentración en nuestra ciudad, barrio o pueblo. En nuestras manos está que, de la misma forma que una idea se ha convertido en dos meses en 50 concentraciones, pueda extenderse. multiplicarse y convertirse en 300, 400 o 500 concentraciones en los 8 viernes que quedan hasta el 29-S. Ellos tienen el bastón de mando y en apenas dos meses, desde que en mayo Zapatero sacó el primer “recortazo”, vienen descargándolo sobre las espaldas del 90% de la población. Nosotros tenemos ahora también dos meses, hasta el 29-S, para organizar nuestra respuesta. ¡No tenemos ni un minuto que perder! Con la reforma laboral han perpetrado una agresión sin precedentes. ¡Nuestra respuesta sólo puede ser ampliar y extender Los Viernes por la Huelga!