El ataque de Israel a la residencia del embajador iraní en Damasco es un nuevo,salto en una espiral pirómana que amenaza seriamente no sólo a todo Oriente Medio, sino a todo el planeta.
Mientras la violencia genocida en Gaza no deja de batir nuevos registros de horror, y mientras los ataques al sur de Líbano se suceden, los halcones belicistas de Tel Aviv han dado un nuevo salto en una escalada que busca -cada vez más indisimuladamente- provocar a Irán y hacer estallar un incendio en Oriente Medio, una conflagración a gran escala que obligue a EEUU a intervenir con toda su fuerza en la región.
Nos pintan una visión de un Oriente Medio permanentemente convulso y a punto de estallar, presa de enemistades atávicas o fanatismos étnicos y religiosos -musulmanes contra judíos, chíies contra sunnies, turcos y kurdos…-que hacen imposible la estabilidad y la convivencia.
Esta no sólo es una idea falsa, sino una mentira interesada. Porque oculta a las potencias imperialistas que desde hace más de un siglo han llenado de sangre y violencia esta estratégica región, en pos de sus intereses geopolíticos. En particular a unos EEUU -y a su brazo armado en la zona, el Estado de Israel- que desde el fin de la II Guerra Mundial están detrás, directa o indirectamente, de todos y cada uno de los conflictos y matanzas de Oriente Medio, y por supuesto de los 76 años de guerra, genocidio y apartheid contra Palestina.
Israel se ha convertido en el gran gendarme militar de EEUU en Oriente Medio, elemento imprescindible para garantizar su dominio sobre una región clave. Los intereses de la superpotencia norteamericana son siempre la espuela que lleva al Estado de Israel a atacar a sus vecinos, agitando el avispero de la región, incluso a costa de poner en peligro su seguridad.
En el momento más crítico de la Guerra Fría, Alexander Haig, que pasó de ser comandante supremo de la OTAN a ser nombrado por Reagan responsable de la política exterior norteamericana, sintetizó lo que significa Israel para EEUU: “es el mayor portaaviones estadounidense, es insumergible, no lleva soldados estadounidenses y está ubicado en una región crítica para la seguridad nacional de Estados Unidos”. En 1986 el entonces senador Joe Biden lo reafirmó al confesar que “si no existiera Israel, EEUU tendría que inventarlo para proteger sus intereses en la región”.
Todas y cada una de las ofensivas y castigos militares de los halcones de Israel han sido lanzados con el permiso de la superpotencia norteamericana, o al menos con el apoyo de importantes sectores de la clase dominante de EEUU.
Los sectores más belicistas de Washington y Tel Aviv tienen la diana puesta en Irán, una potencia emergente cuya influencia ha crecido al calor del vacío creado por el retroceso de EEUU en la región. Buscan sacar de sus casillas y provocar al régimen de los ayatolás, para provocar un conflicto a gran escala -en Líbano y Siria, también atacando al país persa- que justifique una intervención a gran escala de EEUU. Es la dinámica perversa y maniaca del «cuanto peor mejor».
Los pirómanos de Washington y Tel Aviv son una amenaza para la paz mundial. Todos los pueblos del mundo -también el norteamericano y el israelí- deben unirse para detenerles.