Quim Torra, ha acatado este miércoles la orden de retirar los lazos amarillos y banderas estelades de los edificios institucionales cumpliendo así el requerimiento de la Junta Electoral Central (JEC) Inmediatamente después de que el defensor del pueblo catalán se pronunciase, algunas Consejerías empezaron a retirar los símbolos independentistas. Por ejemplo, la de Agricultura, dirigida por ERC, descolgó los lazos y las caras de los dirigentes presos pero las sustituyó por dibujos de flores y animales de granja pintados de amarillo.
Como nuevos cruzados armados con la cruz y el lazo, los llamados CDR y grupos independentistas han convertido en habitual la ocupación del espacio público -ese que debe ser de todos, independientemente de las ideas de cada uno, y que las autoridades debieran proteger de cualquier uso privado partidista- con total impunidad ante la complacencia, cuando no el aliento y complicidad, de ayuntamientos con alcaldes soberanistas y la Generalitat.
No estamos ante un problema de “libertad de expresión”, sino ante la ocupación del espacio público para imponer a la mayoría social no independentista la presencia, sí o sí, de los símbolos de parte, cruces amarillas y lazos del mismo color.
Miles de cruces y lazos que fomentan la división y el enfrentamiento entre los vecinos ocupando grandes zonas de playas, plazas céntricas o cruzando calles de parte a parte… que son tolerados y protegidos por los ayuntamientos, los mismos ayuntamientos que en sus ordenanzas municipales imponen multas graves o muy graves a quienes “ocupen ilegalmente el espacio público”.
En pleno siglo XXI, cuando se está tratando de sacar a Franco del Valle de los Caídos y clausular esa gran cruz como símbolo franquista impuesto a todos los españoles, vivimos otra muestra de totalitarismo con acciones que tratan de imponer por las bravas, con la complicidad del poder independentista, la cruz y el lazo amarillos a quienes no comulgan con ellos.
Una versión de “la calle es mía” que proclamó Fraga, el famoso ministro de la Gobernación franquista, que los nuevos cruzados independentistas proclaman con su “la playa es mía”, “la plaza es mía”, frente a quienes se sienten agredidos por la simbología esotérica en calles, plazas y playas. Como nuevos cruzados armados con la cruz y el lazo, los llamados CDR y grupos independentistas han convertido en habitual la ocupación del espacio público -ese que debe ser de todos, independientemente de las ideas de cada uno, y que las autoridades debieran proteger de cualquier uso privado partidista- con total impunidad ante la complacencia, cuando no el aliento y complicidad, de ayuntamientos con alcaldes soberanistas y la Generalitat.
Luis Ratia dice:
Me gusta la referencia a lo de “la calle es mía” que proclamó Fraga. Vengo haciendo esa observación en relación a todo el asunto éste desde hace años.