Joe Biden será investido, si la tormenta de litigios con la que le amenaza Trump no lo retrasa, el próximo 20 de enero de 2021. A partir de entonces, ¿qué política regirá a la superpotencia, especialmente en la arena internacional? Aún es pronto para conocerla en detalle, pero ya podemos adivinar sus contornos generales a través de sus intervenciones en la campaña electoral y las declaraciones y entrevistas que Joe Biden ha concedido a los medios.
La nueva administración debe afrontar el mismo dilema que su predecesor, que no es otro que hacer frente al ocaso imperial de la superpotencia norteamericana, al ascenso de nuevos centros de poder que aspiran a instalar un orden mundial multipolar, y a la incesante lucha de los países y pueblos del mundo por zafarse del dominio norteamericano. ¿Qué propone Biden para tratar algunas de esas cuestiones?
¿Cómo afrontar la emergencia de China?
El problema central de la geopolítica norteamericana ha sido y es cómo contener el ascenso de China. Y si hay algo que ha dejado claro Biden a lo largo de estos últimos meses, es que su administración no va a relajar en modo alguno el cerco -económico, comercial, tecnológico, político, diplomático y militar- contra Pekín, sino cambiar la estrategia de esa presión.
Biden ha manifestado que el unilateralismo de Trump, pese a sus ruidosos ataques -las acusaciones de «virus chino», el apoyo a Taiwán, las críticas a la situación en Hong Kong o Xinjiang, la guerra arancelaria, las sanciones a funcionarios chinos o la campaña de acoso y derribo a gigantes tecnológicos como Huawei- ha acabado beneficiando a Pekín.
Así que -sin abandonar cuestiones como la guerra arancelaria, el veto a la tecnología 5G made in China o la vigilancia en el Mar de China- lo que propone Biden es “cambiar la naturaleza básica de la confrontación”, multiplicar los esfuerzos por un «frente unido de aliados y socios de los EEUU para confrontar a China». En ese frente, Biden quiere incrementar la participación de sus aliados europeos de la OTAN, Japón y Australia. Ya no sería EEUU frente a China, sino colocar a China frente al conjunto de potencias occidentales.
Algunas declaraciones de Biden también sugieren que su gobierno pondrá mucho más énfasis en coger la bandera de los «derechos humanos» y la «democracia» para intervenir en las cuestiones internas de China, como Hong Kong o los uigures.
Las relaciones con Europa.
Más allá de la crispación que Trump ha provocado en las relaciones con sus aliados europeos, tanto con la UE como con Berlín y París, Biden ha criticado que “Trump haya erosionado el papel de liderazgo de EEUU en el escenario global” y propone, en vez de un “America First” en solitario, “una política coordinada con nuestros aliados”. Biden quiere una mayor implicación de Europa en el sostenimiento del declinante orden mundial norteamericano, y eso implica la recuperación de un cierto tono cordial en las relaciones bilaterales y una colaboración también en los organismos internacionales.
Respecto a Reino Unido, Biden no va a «deshacer» un Brexit que ya se ha consumado, y seguramente establecerá con la isla un tratado comercial bilateral. Pero va a obligar a Boris Johnson a moderarse para que Londres llegue a un acuerdo con Bruselas para evitar un divorcio bronco.
Respecto al fondo de la relación entre EEUU y la UE, las propias oligarquías europeas no se hacen ilusiones. Saben que Biden mantendrá el fondo del «American First», la defensa intransigente de los intereses comerciales y monopolistas norteamericanos. Está por ver cómo va a reaccionar ante impuestos como la Tasa Google a las multinacionales, y no hay que descartar que impulse un nuevo marco de relaciones comerciales transatlánticas, mucho más escoradas hacia los intereses estadounidenses. Porque no hay que olvidar que aunque sea bajo formas más suaves, con más ahínco necesitará descargar las pérdidas de la crisis sobre los países dependientes y la fuentes de riqueza de los países europeos.
¿Y respecto a la OTAN? Biden ha declarado que “va a ser duro con Rusia” y que necesita una OTAN con todas sus capacidades para hacerle frente. Los aliados europeos tendrán que cumplir con lo lo estipulado en la Cumbre de Gales (2014, con Obama), que les obliga a aumentar sus gastos militares hasta el 2% del PIB.
Es en este escenario en el que hay que esperar que se desarrollen las relaciones de la nueva administración con España. Un nuevo marco en las relaciones bilaterales en la guerra comercial o la imposición de aranceles a productos españoles, más proclive a llegar a acuerdos. Pero al mismo tiempo vamos a estar sometidos a las contribuciones económicas y militares que, como eslabón débil de su cadena imperialista, exigen las necesidades del imperio.
De Oriente Medio a Iberoamérica…
Es previsible que la política de Biden para Oriente Medio pase por recomponer el Tratado Nuclear con Irán, sobre la base de que Teherán se comprometa a cumplir las restricciones atómicas y a moderar su creciente influencia en la región
En cuanto al conflicto palestino-israelí, Biden puede volver a los consensos internacionales sobre la «solución de los dos Estados», pero no ha dicho nada de recolocar la embajada norteamericana, hoy en Jerusalén, de nuevo en Tel Aviv. Y no es previsible que deshaga el «Acuerdo Abraham» entre Israel, Emiratos Árabes y Bahreim que supone un importante avance para Washington en la construcción de una OTAN de Oriente Medio que le ayude a recuperar su pérdida de influencia en la región.
Obviamente con Biden EEUU no va a dejar de intervenir en Latinoamérica, pero habrá cambios. Con respecto a Cuba, es previsible que Biden retome la senda de Obama y restablezca relaciones diplomáticas con la isla. Con respecto a Venezuela, la derrota de Trump significa el entierro definitivo de la «vía Guaidó», pero no de la injerencia de Washington ni tampoco del bloqueo.
En Brasil, el futuro de Bolsonaro puede volverse incierto, pero Washington deberá maniobrar para que este gigante, que tanto le costó recuperar, no vuelva a ser ganado por un gobierno del PT. EEUU ha sufrido recientemente reveses en el continente -Bolivia, Argentina- y tiene que enfrentarse a crecientes problemas, como reconducir las crisis políticas chilena o colombiana.
Otras cuestiones internacionales.
No está tan claro cuál va a ser la postura de Biden acerca de Corea del Norte, ya que el demócrata siempre ha sido muy crítico con las cumbres entre Trump y Kim Jong-un. Ni tampoco cómo va actuar ante problemas «heredados» de la era Obama, como las guerras de Libia, de Siria, o la tirante relación con una Turquía de Erdogan que ahora azuza la guerra en el Cáucaso entre Armenia y Azerbaiyán.
Biden se ha comprometido a reincorporar a EEUU al Acuerdo de París «el primer día de su mandato» para no perder el tren de las energías renovables… Y hace meses se comprometió al reingreso de EEUU en la Organización Mundial de la Salud…