Era sábado diez de enero Media hora tardó la guardia urbana en llegar al campo tras la llamada del presidente del Rosario Central denunciando que sus jugadores estaban siendo agredidos por el equipo contrario, una banda de cachorros fascistas (miembros de «Boixos Nois»).
Se multa a Kanouté or enseñar la camiseta a favor del pueblo palestino, pero se permite que los cachorros nazis de la burguesía catalana ejecuten su particular limpieza al grito de ‘Inmigrante de mierda. Te voy a matar’.Los Mossos d’Esquadra no estaban tan siquiera en el campo a la hora de empezar tal como manda el protocolo ante partidos de alto riesgo, muy a pesar de que el Rosario Central había advertido previamente a la Federación Catalana de Fútbol que ese partido era peligroso. La agresión estaba servida, los jugadores del Rosario Central son argentinos, los "Boixos Nois" son la fuerza de choque, las camisas pardas del fútbol catalán frente a la contaminación foránea. Se trataba de un partido de Tercera Regional pero más parecía, por la pasividad y negligencia institucional, una encerrona. Resultado, nueve jugadores y el entrenador del Rosario Central de Cataluya, equipo de fútbol de Tercera regional formado por inmigrantes argentinos, acabaron el pasado sábado en urgencias. Expresiones del tipo "presuntos móviles racistas", "altercados" que podemos leer en las noticias no contribuyen más que a confundir el problema. Encima no se plantea ninguna exigencia en cuanto a la gravedad de la más que presunta negligencia de la Federación. La Comisión Antiviolencia de la Federación Catalana de fútbol ha pedido la expulsión del Bada Bing y la inhabilitación de sus jugadores, muy bien. Pero ellos permitieron este partido a sabiendas de lo que podía ocurrir. Esto no puede quedar como un problema de violencia puntual en el fútbol, como pretenden los responsables políticos en Cataluña. La pemisividad, cuando no el apoyo, de los grandes clubes a los grupos ‘ultra’ hace persistir un movimiento organizado neonazi, que la deriva identitaria del gobierno catalán y de algunos directivos deportivos no hace más que alimentar.Los grupos fascistas siempre actúan de forma premeditada y planificada. No inhabilitar al que tenía que haber prevenido, no exigir al que tiene que desentrañar las raíces organizativas y financieras que tienen estos grupos en la sociedad, es permitir que mañana ocurra de nuevo, si no es en la cancha será en la calle. Si no es contra ellos, contra cualquiera de nosotros.